¿Cómo se explica que la comunidad judía, tradicionalmente, haya prosperado en todas partes, desde el desierto hasta Nueva York? La respuesta está sintetizada en la palabra «mazal», traducida como «suerte», aunque en su origen apunta a la posición de una estrella. ¿Es posible encender nuestra buena estrella?

qué deseamos cuando decimos buena suerte

«¡Mazal tov!» es una de las expresiones hebreas más comunes, y se utiliza para desear fortuna a alguien. Según György Tatár, de la universidad húngara Eotovos Lorand, si retrocedemos en la etimología de la palabra, encontraremos significados previos a la «suerte». En hebreo medieval, «mazal» quiere decir «destino» y, si vamos aún más atrás, este profesor de filosofía apunta que, en acadio, una lengua semítica que se hablaba en Mesopotamia, encontramos «manzaltu», que significa «posición de una estrella».

La suerte, por lo tanto, sería tener «buena estrella», un concepto anterior a las religiones monoteístas. Y eso no implica que nuestro destino esté escrito en los astros, lo cual situaría el poder fuera de nosotros, sino que cada persona tiene una estrella que le guía, aunque a veces esté apagada.

Qué hacer para encender nuestra buena estrella

De manera inesperada, la respuesta a esta pregunta me esperaba en un viaje a Aragón donde fui a promocionar uno de mis libros. Allí conocí a Irit, una sabia mujer judía que me habló de que el término «mazal» contenía en sus consonantes las tres claves de la fortuna.

Yo recordaba haber leído que el hebreo antiguo se escribía sin vocales, lo cual hacía más interesante aún la teoría que Irit, según me explicaba, había recibido de sus abuelos: la «m» hace referencia a «lugar»; la «z», a «tiempo»; y la «l», a «acción».

No tardé en relacionar estas tres pistas ocultas, según mi amable interlocutora, con las claves que explican el éxito de esta comunidad. Así las escribí en mi fábula Mazal (ed. Urano), que cuenta el viaje del infortunio a la buena estrella de un hombre de Brooklyn:

  • M: lugar oportuno. Si no estás donde tienes que estar, o si pasas delante de las oportunidades con los ojos cerrados, la fortuna no puede favorecerte.
  • Z: tiempo oportuno. Muchas personas pierden lo mejor de su vida al precipitar los acontecimientos o aplazar lo que deberían hacer hoy. El éxito depende de elegir bien el momento.
  • L: acción oportuna. De nada sirven mil sueños y planes si se quedan en la mente. Cuando asumes que todo está por hacer y que nadie lo hará por ti, llegas a la pregunta simple que lo cambia todo: ¿Qué puedo hacer ahora?

Resumiendo, según estas tres claves contenidas en las consonantes de «mazal», si eliges el lugar oportuno y el momento oportuno para hacer la acción oportuna, tu buena estrella se encenderá.

activa tu suerte y evita perder la oportunidad

Veamos, a continuación, algunos casos prácticos para comprobar, en cada uno de estos ejes, cómo se pierde la oportunidad.

1. ¿Estás en el el lugar adecuado?

¿Quién no se ha sentido alguna vez fuera de lugar? Quizás en compañía de personas que no nos comprenden o en un espacio –quizás en el trabajo– donde no somos tratados como merecemos.

Estar donde no hay que estar puede conducir a la desconexión e incluso a la depresión.

En el ámbito laboral, este sentimiento de desubicación o incluso alienación se denomina «despido interior», cuando el cuerpo sigue acudiendo a la oficina, pero el corazón y la mente se quedan en casa.

A menudo, lo que nos retiene en ese lugar es ya solo la inercia o el miedo al cambio, ya que salir de la «zona de confort», por incómoda que sea, requiere aventurarse en lo desconocido

Lo mismo sucede cuando el miedo al cambio nos mantiene sujetos a una relación que no funciona o a cualquier otra situación con la que ya no nos identificamos.

Estar donde no nos corresponde, con el desgaste de energía que ello supone, nos impide estar allí donde podríamos desplegar todo lo que somos. El éxito en cualquier de sus facetas requiere presencia, es decir, estar plenamente aquí con todos los sentidos abiertos.

2. ¿Es ahora el momento?

Así como el éxito de una receta culinaria depende de la cocción justa, ni más ni menos, todas las cosas importantes en la vida tienen su «timing».

Cuando nos gusta una persona, si damos el paso demasiado pronto, sin haber dado tiempo para que fragüe la amistad y la intimidad, es fácil que la otra parte se asuste al no estar preparada. Si nos acercamos demasiado tarde, puede haber pasado el momento.

Esta regla es aplicable a todo. Muchos proyectos se frustran por culpa de la precipitación, gobernada por las prisas y la ansiedad. Y lo mismo sucede cuando sabemos que es el momento, pero lo dejamos para más tarde.

Sobre esto, en Ichigo Ichie (ed. Aguilar) mencionaba junto a Héctor García una fábula en la que un cazador descubre abiertas ante sí las puertas de Shambhala, custodiadas por un sabio anciano. Al contemplar el paraíso mítico del Himalaya, donde hay abundancia de todo lo que un ser humano pueda necesitar, el cazador dice:

–Entraré, pero antes quiero ir en busca de mis hermanos y amigos. No tardaré en regresar con ellos.

–Como quieras, pero ten en cuenta que las puertas de Shambhala se abren una sola vez en la vida –le advierte el anciano.

Cuando el cazador regresa al atardecer, con un nutrido grupo de gente, el paso que daba acceso al paraíso ya se había cerrado y no se abrirá nunca más. El descubridor de este mundo maravilloso tendrá que seguir cazando el resto de su vida. Era ahora o nunca.

3.  ¿Estás dispuesto a pasar a la acción?

Dice un viejo proverbio que el infierno está empedrado de buenas intenciones. El tercer eje de «mazal» es la acción. ¿Cuántas personas conocemos que están apuntadas a un gimnasio al que no van, que dicen escribir un libro que no avanza, o que se han prometido cambiar, pero no lo hacen?

El gran escollo de la gente creativa que se estanca es que no acaba de aterrizar sus proyectos en la realidad. Ciertamente, los seres humanos tenemos un ejército de excusas y justificaciones para no actuar en el momento oportuno. Ahí radica la diferencia entre las personas comunes y las extraordinarias. Las primeras lo piensan, las segundas lo hacen, aunque no tengan la seguridad de que va a salir bien y luego deban rectificar.

Como aconsejaba Shoma Morita, un terapeuta japonés contemporáneo y afín a Viktor Frankl: «Descubre tu propósito. Y haz lo que hay que hacer

Haz brillar tu estrella y elige la vida que quieres

En su camino del fracaso al éxito, el protagonista del libro Mazal va escribiendo lo que aprende. Una de las enseñanzas es que no hay personas elegidas para triunfar o para ser felices.

«Si no ves brillar tu estrella es porque quizás se halla escondida muy dentro de ti. En ese caso, debes buscarla y hallar el modo de encenderla para que ilumine a los demás», escribe.

Sobre la vida, sobre los demás, sobre lo que puedes o no lograr... Los peores prejuicios son aquellos que tienes sobre ti mismo, ya que limitan sin razón tus posibilidades y renuncias antes, incluso, de haberlo intentado. Por eso, cada vez que rompes tus barreras mentales, tu mundo se ensancha.

No se trata de imitar a nadie ni de renunciar a tu identidad, pero cuando veas en otra persona algo que te gusta y no has desarrollado, puedes tomarla como inspiración. Pregúntate: ¿Qué es lo que él/ella hace y yo no? ¿De qué manera puedo introducir este hábito o valor en mi vida cotidiana?

Así como cada noche es una pequeña muerte, pues nadie puede asegurar que volverá a abrir los ojos, cada mañana renacemos.

«No importa lo que fuiste ayer, ni lo que hiciste o trataste de hacer en el pasado. Lo importante es que te ha sido dado un nuevo día. La pregunta es: ¿qué clase de vida quieres llevar a partir de hoy?», apunta el protagonista de Mazal en su cuaderno.