Cuando practicas una asana para aliviar una determinada tensión puede ser que no te funcione o incluso puede empeorar el problema. En muchos casos el problema es que no dedicamos suficiente tiempo antes de realizar el movimiento a observar nuestro cuerpo.

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¿Por qué a veces el yoga no funciona?

Si te gusta la cocina te habrá pasado que con la misma receta un día te quedó un bizcocho esponjoso y húmedo y otro día apenas subió un centímetro. Y cuando consigues que te quede siempre delicioso es porque has aprendido a ajustar las temperaturas, las cantidades de líquido y los tiempos de reposo en función de la estación del año, del tamaño de los huevos o del molde que utilices. Hay miles de detalles que la receta no abarca, que no puedes controlar y que nunca serán iguales.

Con las recetas en cuanto al trabajo corporal pasa exactamente lo mismo. Pretender que una asana, o un conjunto de ellas, reordene las tensiones corporales de la misma forma para todo el mundo y en todo momento implica aceptar dos cosas que son falsas: que todos los cuerpos son iguales y que el propio cuerpo se encuentra siempre en las mismas condiciones.

Por excelente que sea la asana como propuesta para aliviar tal o cual tensión, si la realizamos aceptando estas dos suposiciones falsas, hay muchas probabilidades de que la práctica no dé el resultado esperado. O incluso puede provocarnos el efecto contrario, añadir una tensión sobre otra.

  • Si tengo que hacer un esfuerzo para estar sentado, las beneficiosas torsiones de cabeza serán una tortura que aumentará la tensión lumbar que ya estoy haciendo sin ni siquiera haber movido un dedo.
  • Si tengo que soportar un dolor en la rodilla para sentarme como se espera que lo haga, las excelentes flexiones de columna serán otra tortura que aumentará mi tensión en ingles y bajo vientre. Y así podríamos seguir.

La postura o movimiento que no forma parte de nuestro repertorio cotidiano nos permite hacer evidentes las molestias o las tensiones que hemos conseguido silenciar en nuestro día a día.

Por ello, si queremos usar la técnica corporal como medio de autoconocimiento es importante estar atentos a no caer en el automatismo que suele aparecer cuando se va alcanzando el perfeccionamiento técnico.

Cómo conseguir que la postura sea más beneficiosa

Igual que para conseguir un buen bizcocho tenemos que comprender la receta y conocer las condiciones de todos los ingredientes para introducir los ajustes que sean necesarios.

La comprensión de la receta la irás adquiriendo a medida que la hagas y observando sus efectos: durante la ejecución de la asana y al terminarla. Pero para conocer las condiciones de todos los ingredientes es indispensable que aproveches el tiempo antes de empezar.

El tiempo que dediques a encontrar tu postura de estabilidad para iniciar cualquier movimiento será la clave para obtener los beneficios que la asana te puede ofrecer. Y la postura de estabilidad dependerá de cómo esté el cuerpo en ese momento y del entorno en el que practiques.

Tus tejidos no estarán igual un día de frío que en pleno verano. La postura que necesitarán adoptar tus pies para mantenerte en equilibrio no será la misma si practicas en una sala que en la playa. No te sentarás igual el día que hayas descansado que el día que no puedas con tu alma.

Qué hacer antes de empezar la sesión de yoga

En una sesión de yoga tan importante es el tiempo de ejecución de una asana como el tiempo intermedio entre ellas. Pero el tiempo sagrado es el del inicio.

Lo que diferencia un ejercicio físico cualquiera de una práctica de yoga es que el yoga busca ejercitar al mismo tiempo el cuerpo y la conciencia que tenemos de él y sus vínculos con el entorno.

Cuando la sesión de yoga a la que asistas esté centrada en esto último, te darás cuentas de que los comentarios de quien la facilita buscan llamar tu atención sobre diferentes aspectos de tu movimiento, postura y respiración. Y los escucharás no solo durante la ejecución de la asana y al cambiar de una posición a otra, también te invitarán a observarte antes del inicio de la misma.

Y comentábamos el otro día en clase, que este hábito trasladado a nuestra vida cotidiana marca una diferencia. ¡Cuántos pinzamientos podríamos evitar si antes de levantar un peso nos aseguráramos de tener los pies bien firmes sobre el suelo y nuestro abdomen disponible para el movimiento!

  • No tengas prisa en iniciar la ejecución de la asana.
  • Haz los reajustes que necesites para sentirte bien apoyada sobre el suelo y sostenida sin esfuerzo en la postura de partida.
  • Espera a que tu respiración sea calmada y amplia antes de iniciar el movimiento.