En mayor o menor medida, la mayoría de quienes habitan en las grandes ciudades están cansados de los ruidos, los humos y el estrés.

Se supone que las viviendas y los edificios están pensados para habitar en ellos, para disfrutarlos, para que proporcionen serenidad y bienestar a sus habitantes. Sin embargo, la inmensa mayoría de la gente no tiene más opción que utilizar unos habitáculos construidos pensando exclusivamente en el coste por metro cuadrado, con lo que eso implica para la calidad de la infancia de los niños.

Irse a vivir al campo o fomentar el contacto con la naturaleza en la infancia aporta numerosas ventajas para los niños y, sobre todo, les ofrece experiencias únicas, difíciles d obtener en un medio urbano.   

Por qué es esencial que los disfruten del contacto con la naturaleza

En el campo todo resulta sencillo, auténtico y fácil, lejos de lo complicado que es vivir en la ciudad. Para realizar una actividad divertida con los niños tan solo hay que salir fuera y estar con mente abierta.

La sensación de libertad y de espacio abierto es, tal vez, lo primero que se experimenta en el campo, facilitado enormemente por el mínimo riesgo de accidentes de tránsito. Esto ayuda, como veremos, a que los adultos aflojen el control y los niños crezcan con más confianza. 

Además, en contacto con la naturaleza, los niños despiertan su receptividad y aprenden a abrir su mente. Un animal, una flor, un sonido o un olor pueden hacer aflorar los sentimientos más escondidos. El contacto con los animales estimula el intelecto y los sentimientos.  

Los beneficios que todo esto aporta a los niños son muchos y nos dan muchas razones para hacer porque los niños, si no pueden crecer en un medio rural, tengan al menos la oportunidad de pasar más tiempo en entornos naturales:

1. Recuperar el tiempo y el silencio

Entrar en el ritmo de las estaciones, sentir el calor de la leña y el suave aroma de las flores, descubrir una tercera cabecita en los nidos de cigüeñas, montar en burro, respirar aire limpio, distinguir los pájaros de una zona, perder el miedo a las vacas, beber agua del pozo... todas son experiencias interactivas, se contemplan en "3D", no aumentan el colesterol y parecen "nuevas" aunque sean milenarias. 

Las luciérnagas añaden el contrapunto a las noches estrelladas en las cenas de verano al aire libre. La amistad con los ancianos, sabios en conocimientos, abre a los niños nuevos horizontes. Y la elaboración de pan con leña, en un horno de piedra, sustituye con creces a la coloreada plastelina.

Desde luego, muchas de estas experiencias pueden tenerse en la ciudad. Se pueden cultivar rosales, plantear temas apasionantes a los abuelos y observar a los gorriones. La gran diferencia es que el medio natural dispone de dos grandes tesoros: tiempo y silencio. 

Si se vive en el medio rural o se pasa suficiente tiempo en él, podemos preparar unas semillas para sembrar en cuarto menguante… Disponemos de todo el tiempo del mundo y, por lo tanto, de concentración. Ningún estímulo estridente nos interrumpe. 

 

2. El contacto con animales de carne y hueso

En la ciudad los primeros regalos que reciben los pequeños son seres de peluche, pues los animales resultan imprescindibles en la realidad de los niños.

Sin embargo, resulta triste ver que para muchos niños hoy la naturaleza es más un objeto de estudio que una fuente de vivencias. En la asignatura "Conocimiento del Medio" aprenden a distinguir diferentes pájaros, por ejemplo. Pero al salir a la calle, faltan esos pájaros, mientras que en el medio rural lo difícil es no verlos y escucharlos.

Yo nací y crecí en una ciudad, viví entre edificios y cientos de miles de personas, y soporté estoicamente la tensión de los horarios y las agresiones a los sentidos. Hasta que sentí que mis pobres células, mi psique y mi familia no tenían culpa de eso. De manera que con mi mujer, nuestros dos hijos y cuatro gatos decidimos venirnos al campo, a un hermoso pueblecito de los Arribes zamoranos (Fornillos de Fermoselle), de unos 80 habitantes y bastantes más animales.

Un día, pudimos observar a nuestros hijos agachados mirando hacia el suelo. "¿Qué estarán haciendo?", nos preguntamos. "¿Habrán visto una piedra que les ha llamado la atención?; ¿se les habrá caído un juguete y lo estarán buscando?" 

Nada de eso: estaban contemplando una culebra, para sorpresa mía y terror de su madre. Ahí estaban los tres departiendo y mirándose entre sí, con total naturalidad, hasta que se levantaron y siguieron cada cual por su camino, unos a jugar y la otra a tomar el sol.

En otra ocasión encontramos una tortuga de río de unos 20 cm de largo que se había perdido. Al devolverla a un arroyo cercano al pueblo, su hábitat natural, dio unas cuantas vueltas en el agua, y volvió a sacar la nariz alegremente para mirarlos a ellos, antes de sumergirse definitivamente.

3. Aflojar el control y afrontar los retos

Olvidadlo. A los niños les encanta ir descalzos y saltar en el aire. ¿O es que no te acuerdas de cuando eras niño?

Yo prefiero que anden descalzos a darles la tabarra con las zapatillas. Descalzos reciben al agradable masaje de la madre tierra con todas sus vibraciones, la energia yin, el magnetismo, los minerales y las cosquillas de las briznas de hierba.

"Cuidado que te puedes caer" es otro de los mantras favoritos de los padres. Si un niño crece con libertad y confianza , tendrá mayor seguridad bajo sus pies.

Tal vez sería mejor no introducir el miedo como posible elección, sino un reto: "¡A ver hasta dónde eres capaz de llegar!". Esta simple frase hace que el niño se abra porque no ve una oposición cerrada a sus propósitos, y le aporta la seguridad que le evitará la caída.

4. Descubrir el verdadero sabor de los alimentos

La comida es otro punto de interés e incomparable belleza. Cómo podríamos explicar el aroma de las ciruelas maduradas en el árbol, recién cogidas; de qué manera comunicar el sabor de la lechuga recién sacada del huerto, como definir el gusto de las patatas (abonadas con estiércol de animales libres) que duran todo un año sin estropearse.

La recuperación de los sabores y el consumo de plantas silvestres de la zona (como los berros de agua) es otro de gran placer desconocido por muchos niños.

5. Aprender a parar y el despertar de la curiosidad

Cuando vienen familiares y amigos a visitarnos tienen la necesidad de hacer cosas. Ir aquí o allá, visitar una fuente, fotografiar un valle... Al cabo de unos días, van entrando en el ritmo de la naturaleza y se les puede sorprender observando caer las hojas de un chopo, o sentados en una piedra mirando la unidad del paisaje en la diversidad de sus formas.

Sin embargo, de lo que la gente está más desconectada en las ciudades es de la noche. Observar el cielo en el campo, con la misteriosa música de los sonidos nocturnos, no tiene precio (ies gratis!). Sin necesidad de conocer estrellas, entretenerse un rato tratando de concebir la magnitud de la Vía Láctea ya nos maravilla. El sistema nervioso simpático se relaja y la mirada se posa en el infinito.

De esta manera, el niño empieza a formular preguntas algo especiales: "Cuando volvamos a nacer, ¿naceremos aquí?" "¿Por qué existen las estrellas?" "¿La Luna funciona con pilas?" "¿Por qué dormimos por la noche?".

6. Conectar con lo esencial

Hasta que puedan ir a la universidad queremos que aprendan a llegar a lo esencial, prescindiendo de lo superfluo de la civilización. Que puedan ir en busca de la desnudez de la cultura, como describió Juan Ramón Jiménez.

Por supuesto, la esencia de la existencia está en la vida misma, más allá de la ciudad o el campo. Y si no alcanzamos la paz dentro, los fantasmas particulares reaparecen, vayamos donde vayamos. Pero el intento y el esfuerzo están ahí.

Volver a conectar con la autenticidad, por ejemplo realizando el trabajo a la manera como lo realizaron los antepasados, es una forma de acercarse al ritmo ancestral de la vida.

Huanchu Daoren, un poeta taoísta del siglo XVII lo expresó con estas palabras: "La compañía de los habitantes de la ciudad no es tan beneficiosa como la amistad de los viejos campesinos. Visitar las mansiones de los poderosos no es tan provechoso como conocer los hogares de los aldeanos. Escuchar la charla de las calles y avenidas no es tan saludable como oír los sonidos de los leñadores y de los pastores. Hablar de los fallos morales y de las insignificancias profesionales de la gente de hoy día no es tan provechoso como volver a contar los finos dichos y las nobles obras de la gente de antaño".

Ideas para disfrutar de la naturaleza con niños

Descubrir nuevos parajes es un estímulo para los más pequeños. He aquí algunas ideas para vuestras excursiones: 

  • Cuando vayáis a un pueblecito, contactar con un pastor y que enseñe a los niños a ordeñar las vacas, cabras u ovejas. Él estará encantado y los niños también.
  • Preguntad en el pueblo si os pueden facilitar algún alimento propio. Según la época, los niños podrán gozar del auténtico sabor de la fruta, los huevos o el pan hecho en casa.
  • Acudid a los rincones especiales de la zona. En todos los sitios hay espacios donde la naturaleza parece que se pone de acuerdo y se experimenta una sensación especial de paz y armonía.
  • De acuerdo con las estaciones, es fácil encontrar a alguna persona que tiene un animal que acaba de criar. Tanto si se trata de pollitos, como de burritos, los niños alucinan con los de su misma "edad" y sus ganas de jugar.

Cómo favorecer el contacto de los niños con la naturaleza en la ciudad

Te ofrecemos algunos consejos prácticos que pueden ayudarte si vives en una gran ciudad y quieres disfrutar igualmente de la naturaleza:

  • Ayuda a tus padres a trasplantar las flores. El contacto con la tierra te resultará muy agradable.
  • Entre los pájaros que viven cerca de tu casa, aprende a distinguir los machos de las hembras, sus cantos y sus costumbres (alguien podrá ayudarte).
  • Observa cuándo aparecen las nuevas hojitas en los árboles de tu calle, a qué familia botánica pertenecen, qué edad tienen y si poseen propiedades medicinales.
  • Aprende a jugar con los pequeños animales domésticos. Puedes sacar de su jaula al hámster, el periquito o la tortuguita; te lo agradecerán y podrás jugar con ellos en libertad.
  • Juega con tus amigos a adivinar animales imitando sus movimientos y sus sonidos.Cuanto más logres meterte en la piel ajena, más comprenderás el carácter y los sentimientos del animal elegido.
  • Si tu ciudad es pequeña tienes mucho a tu favor. Puedes acceder a la naturaleza con mayor facilidad. Si sabes ir en bicicleta puedes reunirte con tu grupo de amigos y hacer excursiones a las fuentes cercanas. Allí podrás observar un mundo desconocido: las costumbres de los tritones, la evolución de los renacuajos y la flora acuática propia del lugar.
  • Coge agua de una charca y observa una gota al microscopio. Dibuja los microorganismos que descubras.
  • Recuerda cuándo vienen las aves migratorias, investiga de dónde vienen y qué costumbres tienen.
  • Juega a la gallinita ciega con tus amigos. El conductor acerca a la gallinita objetos interesantes (de la naturaleza) como troncos, ramas, hojas, para que los reconozca con los ojos vendados.