La pandemia COVID-19 no solo se ha convertido en una nueva enfermedad que ha trastocado por completo nuestras vidas, sino que también ha provocado que nuestro entorno se inunde de un nuevo producto problemático para el medio ambiente: las mascarillas.

Por qué son poco ecológicas las mascarillas

Se calcula que en el mundo se usan unos 129.000 millones de mascarillas desechables al mes. En España, llevamos unos 700 millones desde marzo de 2020. Y son un gran problema porque las desechables no se reciclan, acaban saturando aún más los vertederos (eso cuando se depositan correctamente al contenedor de residuos) y, lo que es peor, si no se tiran a papeleras o contenedores grises, acaban contaminando los mares, porque el 80% de los residuos que llegan a los océanos provienen de tierra firme y son arrastrados por la lluvia hasta los ríos, según la ONG Opération Mer Propre (Operación Mar Limpio).

Según un cálculo de la organización Oceans Asia, al menos 1.560 millones de mascarillas pueden haber acabado en el 2020 en los océanos. Eso es el 3% de los 52.000 millones de unidades que se han fabricado en un año. Y son conscientes de que esa cifra seguramente es mucho más baja de la real.

Grupos activistas antiplásticos como Break Free From Plastic han realizado otro cálculo que pone la piel de gallina: si todo el mundo usara una mascarilla desechable todos los días durante un año, se acumularían 3 billones de mascarillas sucias sin saber qué hacer con esa ingente cantidad de basura porque están hechas de termoplásticos densos que no se pueden reciclar y no se biodegradan completamente (tardan unos 450 años en desaparecer).

Además, las micro y nanopartículas de polipropileno de sus materiales también son una amenaza para la vida silvestre, pues los animales pueden ingerirlas.

Mascarillas reutilizables más adecuadas

La mejor alternativa y más sostenible para la población son las mascarillas reutilizables con homologación UNE 0065:2021. Las desechables quirúrgicas y tipo FFP2 o FFP3 es mejor dejarlas para uso profesional en lugares de riesgo alto.

Las de tela fabricadas especialmente para prevenir la infección con el virus de la COVID-19 han sido recomendadas por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son adecuadas si se mantienen las distancias y se es riguroso con el lavado de manos.

Eso sí, tal y como recomienda la OMS, las mascarillas de tela deben ajustarse perfectamente a la cara con gomas, sin dejar resquicios por donde se cuele el aire y estar hechas de tres capas de tela:

  • Una capa interior de material absorbente, como algodón.
  • Una capa intermedia filtrante de material no absorbente, como polipropileno.
  • Una capa exterior de material no absorbente, como poliéster o mezcla de poliéster y algodón.

Estas mascarillas se pueden lavar con jabón y agua a 60 ºC una vez al día. Si esto no es posible, se lavan con jabón y se hierven en agua un minuto.

Con certificación de la CE es fácil encontrarlas de algodón 100% e incluso en algodón de producción ecológica con certificado GOTS.

Casi un año después del inicio de la pandemia, encontramos muchas propuestas realizadas aquí.

  • La empresa madrileña de inserción social Soulem las confecciona con tencel, una fibra vegetal que se obtiene de la pulpa de la madera del eucalipto y cuenta con certificado Oeko-Tex. Explican que su eficiencia de filtración de partículas es del 98,91% y que es lavable hasta seis veces (www.soulem.org).
  • La marca barcelonesa Sentinel fabrica mascarillas reutilizables en un tejido hidrofugado a doble capa que protege hasta los 90 lavados con normativa UNE 0065 (Organismo de Normalización en España), que cumple los criterios de eficacia de filtración bacteriana y de respirabilidad y que, según sus responsables, se pueden usar en ámbitos industriales y particulares. Su argumento va directo a la sostenibilidad: con solo cuatro mascarillas, una persona se protege durante un año (sentinelcat.com).