Cada día se mandan cincuenta millones de wasaps en todo el mundo. La aplicación de telefonía móvil que hace posible este intercambio de mensajes ha modificado en pocos años nuestra forma de relacionarnos.

Tecleamos unas palabras en la pantalla de nuestro móvil y, en unos segundos, una persona las puede leer aunque esté muy lejos.

Nos decimos más cosas. Las parejas se pueden comunicar mejor (es un decir, pues se trata de una comunicación limitadísima) y de forma inmediata. Pero genera más malentendidos, con lo cual, los celosos tienen más y mejores excusas para justificar sus miedos y recelos.

Las personas controladoras pueden intuir qué está haciendo el otro. O, al menos, saber si está conectado o no. A partir de ahí pueden imaginar si chatea con alguien que ellas no conocen. O pensar que, cuando son las dos de madrugada y dice que va al baño, quizá está enviando mensajes a no se sabe quién.

¿Qué fue antes, WhatsApp o los celos?

WhatsApp no es la causa de los celos, evidentemente. Las personas celosas lo serían igual sin esta aplicación, pero ahora tienen más justificaciones para dar rienda suelta a su afán de control.

La psicóloga Monia Presta cuenta que en su consulta vivió hace poco el caso de una mujer muy insegura que necesitaba que su novio le respondiese a sus wasaps y él no solo no contestaba cuando ella quería, sino que pasaba mucho tiempo escribiéndose con otras personas. Al tener ella una conducta de control, el novio cada vez se alejaba más. Hasta que rompieron la relación.

“WhatsApp alimenta la sensación de control involuntario de las personas”, sostiene Mati Segura, psicóloga.

Respetar los espacios, indispensable

La solución no consiste en dejar de usar la aplicación, sino en reforzar los espacios propios de los dos miembros de la pareja; ser conscientes de que no tienen por qué decírselo todo ni hacer una retransmisión en directo de su vida.

No son medias naranjas, dos mitades de un todo, sino dos seres que comparten un espacio común, pero que tienen su propia vida y han de preservarla.

Por cierto: nada de revelar contraseñas con la excusa del enamoramiento.

Y un mensaje positivo para los lectores celosos: si saben que su conducta –querer controlar a la pareja a través de WhatsApp– es irracional, ya tienen mucho ganado. A partir de aquí, se recomienda visitar al psicólogo y hacer un trabajo personal.

Un reto: aprender a esperar

A los no tan celosos, y a todo el mundo en general, las dos psicólogas aconsejan hacer un buen uso de esta aplicación. Saber que nuestra pareja no tiene por qué contestarnos de inmediato. Quizá tiene otras prioridades en aquel momento y eso no significa que nosotros pasemos a ser secundarios ni mucho menos que ya no nos quiera.

Monia Presta recomienda ver estos mensajes como antes veíamos los SMS (que ahora nos parecen prehistóricos). Un mensaje que el otro respondía cuando podía. No tenía por qué contestar al instante y tampoco se terminaba el mundo si no lo hacía.

Lo mismo que pasaba con las cartas en un pasado que también parece remoto: no ocurría nada si tardaba unos días o incluso semanas en llegar a casa. ¡Qué tiempos aquellos!

La diferencia es que con WhatsApp puede aparecer “la carta” en cualquier momento inesperado, con lo cual nos pasamos el día consultando ansiosamente el teléfono, a ver si por fin llega la felicidad.

Si necesitas controlar las emociones que te genera esta espera, te recomendamos la lectura de Emociones. Libres del miedo, los celos y la ira. Edaf Osho nos propone ir a la raíz de las emociones, entenderlas y aprender a calmar nuestro interior cuando vivimos situaciones que nos desbordan.