El poeta Virgilio honró a los agricultores romanos por su vida sencilla y por producir los alimentos que las personas necesitaban. No había ocupación más sana ni decente.

En los tiempos actuales, la gente del campo no tiene un Virgilio que les cante, pero siguen trabajando con la misma dignidad que sus antepasados para que el resto de sus congéneres puedan comer.

"Para mí, la agricultura es la vida misma y me ha enseñado muchas cosas. Siembras la planta, contemplas cómo crece, la cuidas y luego te la comes. Tengo 45 años, soy hijo de payeses, payés desde siempre y no hay nada que me guste más". Así se presenta Jaume Panyella, bombero y agricultor, que trabaja tierras al sur de Barcelona.

Jaume ha vivido los cambios que ha experimentado la agricultura en las últimas décadas. Ha visto cómo llegaron los fertilizantes y los plaguicidas sintéticos y cómo se abandonaron los métodos que practicaron sus abuelos. "Los plaguicidas nos dieron soluciones sencillas. Cuando aparecía el pulgón, lo matábamos; pero con el tiempo cada vez era necesario utilizar más cantidad, porque los insectos se hacían más resistentes y surgían enfermedades nuevas", nos dice.

"Me di cuenta de que algo no funcionaba. Empecé a leer libros y me fijé en lo que estaban haciendo algunos amigos. Hace ocho años decidí trabajar con los métodos de la agricultura ecológica. En realidad es la misma que practicaba mi padre, aunque en su época no existía esa palabra".

La finca ecológica es como un jardín, hay que mimarla. Por eso el trabajo puede convertirse en un placer. "Tienes que preparar la tierra, cuidarla, estar atento y conocer bien las plantas. Unas alimentan a otras o las protegen. Significa más trabajo, pero lo asumo porque me gusta", explica Jaume.

La agricultura ecológica aparece como una posibilidad de futuro para el campesino, esa especie en vías de extinción.

España sumaba en 2019 un total de 2,35 millones de hectáreas de agricultura ecológica (17,1% del total de la UE), consolidando su posición entre los líderes comunitarios en cultivos ecológicos.

La agricultura ecológica, también en invernaderos

Los métodos de trabajo de los agricultores convencionales y los ecológicos van convergiendo en la buena dirección.

Hace unos años los pimientos o los tomates que se producían en los invernaderos de El Ejido (Almería) hacían saltar las alarmas con frecuencia en Alemania por la presencia excesiva de residuos. Actualmente más de la mitad de los cultivos intensivos bajo plástico se realizan con los métodos de la agricultura integrada, a medio camino entre la convencional y la ecológica.

Los nuevos métodos –explica Isabel Céspedes, técnica de la empresa almeriense Fitoal– "incluyen la utilización de insectos beneficiosos y de productos químicos adecuados, empleados en su justa medida".

El ingeniero técnico agrícola Raúl Ramos Sánchez, de la empresa certificadora andaluza Agrocolor, destaca el éxito de la agricultura ecológica en los invernaderos de Almería. Ya son más de 3.677 hectáreas que colocan plantas de albahaca entre los pimientos y los tomates porque repelen los insectos dañinos, o que siembran unas cuantas berenjenas para que atraigan a la mosca blanca.

El agricultor ecológico tiene prohibidos los plaguicidas sintéticos. Pero la ley permite, con ciertos límites, una serie de sustancias, entre las que destacan el azufre, el sulfato de cobre o el permanganato de potasio, que de hecho formaban parte de la horticultura tradicional.

También puede aplicar preparados de ciertas plantas, como ortiga, cola de caballo, ajo, cebolla, algas, aceites o extractos de neem o cuasia. En casos extremos, puede incluso recurrir a insecticidas obtenidos de vegetales, como la rotenona o el pelitre.

La diversidad es el camino

Josep Pasqual lleva 24 años trabajando la tierra en el área metropolitana de Barcelona y decidió lanzarse a la piscina de la agricultura ecológica.

El apoyo de Can Perol –una cooperativa de agricultores que distribuye a domicilio sus productos– y el asesoramiento de los técnicos de la Agrupación de Defensa Vegetal del Parc Agrari del Baix Llobregat, organismo dependiente de la Diputación de Barcelona, fueron determinantes.

Josep apuesta por la diversidad y planta una gran variedad de hortalizas: tomates, habas, coles, calabazas, alcachofas, cebollas, judías... Es uno de los recursos que tiene contra las plagas.

No se lo juega todo a una carta y las cosechas sucesivas de plantas diferentes permiten que la tierra se regenere. Además favorecen la diversidad de especies y que las cestas de la compra de los clientes de la cooperativa sean más variadas.

Producción ecológica a gran escala

No obstante, la ecología también permite producir a lo grande y con destino a la exportación.

Manuel Valls, fundador de Cal Valls, una empresa de referencia del sector ecológico, fue el primero en conseguir la certificación en España. Actualmente la familia Valls trabaja más de 70 hectáreas en Vilanova de Bellpuig (Lérida), donde produce toneladas de maíz, trigo, cebollas, pimientos, tomates y frutas que se convierten en buena parte en zumos y conservas que se venden en España, Alemania y otros diez países.

Mueve por tanto un negocio importante, pero continúa tomando decisiones a partir de las sensaciones que le produce la tierra y las plantas. "Para mí, lo importante es que haya un equilibrio y eso se aprecia en la sensación que da el campo, en los colores de las hortalizas, en su aspecto saludable", afirma.

Pero la eficacia se multiplica si la intuición se combina con los conocimientos. Valls abona con un compost elaborado con restos vegetales y estiércoles de oveja, vaca, conejo y gallina. Tal como aprendió de la agricultura biodinámica –que tiene en cuenta la influencia de factores astronómicos y viene avalada por el sello Demeter– es importante que el de gallina no supere el 10% para que no se disparen los niveles de nitrógeno en la tierra, cuyo exceso provoca la aparición del pulgón.

Otros secretos para prevenir enfermedades son regar lo justo y sembrar especies bien adaptadas a las características del terreno y el clima.

Mil hectáreas de cítricos ecológicos

Bajo la denominación Cítricos del Andaratx se agrupan más de mil agricultores que cultivan hectáreas de naranjas, limones y mandarinas, distribuidas en decenas de municipios de Almería y Granada.

Los frutales de Andaratx se han convertido en un laboratorio para la comparación entre el método ecológico y el convencional. Tras analizar pros, contras y resultados, los socios de Andaratx han decidido convertir todas sus hectáreas a la agricultura ecológica, explica Juan Torres, gerente de la cooperativa.

Pura matemática: el rendimiento de los árboles ecológicos no es menor y las naranjas se exportan a mejor precio a Gran Bretaña, Holanda y Alemania. También las venden al Grupo García Carrión, para su gama de zumos ecológicos Don Simón.

¿Son los productos ecológicos asequibles?

Una crítica frecuente a la agricultura ecológica es que no sería capaz de ofrecer todos los alimentos que necesita la humanidad, porque es menos productiva y más cara.

Los alimentos ecológicos son un lujo, según esta opinión. Pero las naranjas de Andaratx muestran que pueden satisfacer demandas masivas.

También lo indican estudios como el realizado por Ivette Perfecto, de la Universidad de Michigan (Estados Unidos). Según Perfecto, "si toda la agricultura del mundo siguiera el método ecológico no se reduciría el abastecimiento mundial de alimentos". Para realizar esta afirmación ha revisado 293 investigaciones sobre la productividad de las agriculturas convencional y ecológica.

La realidad es que los alimentos ecológicos resultan todavía caros, "aunque los últimos estudios demuestran que no siempre es así, depende de dónde compres y cómo", indica José Román, director de Producción Ecológica de la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía. La escasez de la demanda en España y las ganancias de los distribuidores y vendedores explican los precios altos.

No obstante, si se compra mediante cooperativas que ponen en contacto directo agricultores y consumidores –cada vez más fácil gracias a Internet– el precio se equipara casi al convencional.

Un centenar de bodegas ecológicas

Una prueba de que la agricultura ecológica es productiva es que pueda desarrollarse en tierras que fueron pobres.

Las viñas y olivares de Viña Ijalba, en Logroño, crecen en antiguas canteras de gravas y aglomerados que ahora ofrecen seis variedades de uva, entre ellas dos –Maturana tinta y blanca– que se habían perdido. Juan Carlos Sancha, ingeniero agrónomo y gerente de Ijalba, explica que la recuperación de la tierra se realizó mediante un sistema de riego por goteo que inyectó agua con un pH ácido y materia orgánica.

En 1998 crearon el primer vino ecológico con denominación de origen de La Rioja. Actualmente son ya más de cien las bodegas españolas que trabajan con métodos ecológicos. Sancha, como otros viticultores ecológicos, ha comprobado que basta con los insecticidas naturales como el azufre o el sulfato de cobre.

Las prácticas ecológicas no solo son eficaces, sino que han descubierto efectos secundarios positivos imprevistos, como que los vinos ecológicos contienen más resveratrol y quercetina, dos sustancias que previenen el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y las alergias.

La razón es que estos compuestos forman parte del sistema defensivo de la vid –estimulado por los métodos ecológicos– para hacer frente a los hongos.

Las frecuentes visitas inesperadas

El agricultor ecológico debe afrontar un montón de papeleo burocrático. "La certificación es necesaria para que el cliente esté tranquilo y evitar fraudes, pero a nosotros nos obliga a consignar en un libro lo que hacemos cada día. También tenemos que guardar todas las facturas y anotar el origen de todo lo que aplicamos. Los inspectores nos visitan por lo menos una vez al año. También hay que pagar una serie de cuotas. Curiosamente, cuando practicaba la agricultura convencional nadie me controlaba", alega Jaume Panyella.

Cuando las tomateras son pequeñas suelen protegerse de los hongos aplicando azufre o cobre, pero a veces las amenazan plagas nuevas.

Josep Pasqual recuerda al respecto el problema de la Tuta absoluta, un lepidóptero que llegó a través de unos tomates argentinos y que está arrasando las tomateras de cultivo convencional. Los expertos han advertido que los insecticidas comunes no sirven de prácticamente nada ante esta polilla. Es más, su uso la hace cada vez más resistente.

Mientras los laboratorios buscaban un veneno específico, los técnicos recomendaban a los agricultores que utilizaran métodos ecológicos, como cuidar la presencia de insectos auxiliares beneficiosos y utilizar trampas con feromonas sexuales.

Antes de que los fabricantes de insecticidas encontraran una solución, la cooperativa francesa Invivo halló un insectoTricchogramma achaeae– que está resolviendo el problema donde más estragos estaba causando: en los invernaderos intensivos andaluces.

¿Hay residuos tóxicos en los cultivos ecológicos?

Un informe publicado por la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) refleja un claro descenso de la exposición de los consumidores a restos de plaguicidas a través de la dieta.

El 96% de las 74.000 muestras analizadas de 350 tipos diferentes de alimentos no están completamente libres de residuos tóxicos, pero cumplen con los límites máximos legales para las sustancias químicas permitidas.

El mismo estudio certifica que solo el 1,4% de las muestras de origen ecológico contienen algún residuo como consecuencia de las fumigaciones incontroladas sobre terrenos vecinos o de las contaminaciones mínimas durante el transporte. Para reducir estas contaminaciones, los agricultores ecológicos a menudo se ven obligados a levantar vallas o plantar setos en las lindes con los terrenos sometidos a tratamientos con plaguicidas.

Hace no mucho se aprobó una norma europea que retiró del mercado 22 plaguicidas y que prohíbe la fumigación aérea indiscriminada, así como su uso cerca de zonas habitadas, carreteras, vías de tren, ríos, lagos y cauces de agua potable. Pero todavía son más de 800 los compuestos permitidos.

La certificación ecológica es la única garantía de que no se han utilizado productos peligrosos en la producción de alimentos, pero no es perfecta.

"Para mí –señala Jaume Panyella– también es importante que el alimento sea cercano. Unas zanahorias oficialmente ecológicas que vienen de Italia no lo son realmente, porque el transporte conlleva un gasto de energía y unas emisiones contaminantes excesivas".

Las palabras de Jaume apuntan el fenómeno creciente de la venta directa desde el árbol a la mesa, sin pasar por distribuidores y almacenes, y utilizando a menudo internet como herramienta de comunicación y pago.

¿Por qué crece lo ecológico en tiempo de crisis?

La cercanía del origen del alimento debe tenerse en cuenta cuando se están buscando maneras de ahorrar energía y combatir el cambio climático.

A raíz de la epidemia de coronavirus y los cierres de fronteras, se han demostrado más razones a favor de la agricultura ecológica y local.

"La crisis puede cambiar los hábitos –piensa Jaume– y tengo esperanza de que las cosas mejoren, también en la agricultura. Aunque es un trabajo arriesgado, físicamente exigente, con pocos días libres, me gustaría que mis hijos pudieran dedicarse a él, si les gustase esta forma de vivir".