Ana Ibáñez es una de las pioneras en la aplicación de la tecnología de neurociencia al entrenamiento de la mente. Desde 2011 esta ingeniería superior química y ex nadadora de alto rendimiento, está ligada a su pasión, la neurociencia, investigando los avances en este campo para lograr la optimización cerebral y entrenando el cerebro de altos directivos, deportistas de élite, niños o adultos con necesidades distintas, etc. en su centro de Madrid. 

En su libro Sorprende a tu mente repasa los problemas a los que se enfrenta más a menudo nuestro cerebro y que condicionan nuestra vida y salud mental: el estrés, la ansiedad, la inseguridad, el insomnio o la falta de concentración… y simplifica las complejidades de la neurociencia para que todos podamos entenderla. 

–Dices que para que nuestro cerebro cambie y mejore hay que ilusionarlo y convencerlo. ¿Cómo podemos hacerlo?

Ilusionar al cerebro significa ponerle metas alcanzables donde ocurra algo positivo. Tenemos que ser capaces de “transportarle” a una situación que queramos lograr, imaginándonos a nosotros mismos dentro de esa situación, cumplida y con buenas sensaciones. Como si fuera algo que ya ha pasado. Es la manera de hacer ver a nuestro cerebro que es algo factible, y que por ende, pueda ponerse a trabajar para conseguirlo en vez de perderse en la incertidumbre o miedo de una situación que no puede imaginar.

Le convencemos si somos capaces de sentir esa situación como posible y además imaginarnos de manera muy vívida, incorporando todos nuestros sentidos dentro de esa situación como si ya hubiera pasado.

–¿Cómo fabrica energía vital nuestro cerebro?

–En realidad lo que nuestro cerebro puede lograr es no malgastar energía y, por tanto, hacernos ahorrar energía y hacernos sentir con más energía por la activación de áreas más sofisticadas de nuestro cerebro. Lo logramos cuando conseguimos bajar la activación del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA), es decir cuando reducimos el estrés cerebral y provocamos más activación de nuestro córtex prefrontal. Explicado de manera simple, logramos reservar y vivir con más energía cuando nuestro cerebro no siente que estamos amenazados, con lo cual no activa sus circuitos de estrés sino que activa áreas cerebrales más sofisticadas que nos permiten vivir con más serenidad, perspectiva y capacidad de reflexión.

–De hecho, una de las emociones más poderosas, de la que hablas en tu libro, es el amor. ¿Cómo podemos utilizarlo para ganar energía?

El amor reduce mucho el miedo que siente nuestro cerebro. Cuando sentimos amor nuestro cerebro reduce mucho la necesidad de trabajar para defenderse de peligros, se siente más seguro y analiza el mundo como un lugar más amable. Es capaz de reducir la activación del circuito cerebral del miedo y activar más el circuito de la motivación. De nuevo poniendo en funcionamiento áreas cerebrales que nos hacen sentir bien, con buena energía, buen ánimo, pudiendo descansar, etc.

Hay numerosos estudios donde se aprecia por resonancia magnética funcional (IRMf) cómo el cerebro funciona de una manera mucho más eficiente cuando se le pide a la persona conectar con emoción de amor pensando en seres queridos o en sus mascotas.

–Por contrapartida, la segunda gran emoción es el miedo. ¿Cómo podemos lograr frenar todos esos pensamientos negativos y el miedo? 

En realidad, el miedo es la emoción que tiene más capacidad de activar nuestro cerebro porque nuestro cerebro tiene como principal misión nuestra supervivencia y, por ello, está muy alerta frente a las amenazas. Es decir, el cerebro está más diseñado para asustarse que para ilusionarse.

Una manera muy efectiva de frenar los pensamientos negativos es hacer el esfuerzo consciente de imaginarnos la situación que nos asusta como ya superada y con final feliz. Si somos capaces de imaginarnos con las situaciones que nos alertan superadas con éxito, estamos “engañando” a nuestro cerebro y llevándolo a un lugar de más calma. Con ello lograremos frenar mucho los pensamientos negativos.

Es importante saber también que nuestro cerebro necesita más energía para generar pensamientos positivos, ya que para ello necesita activar áreas de nuestros córtex frontal y prefrontal mientras que los pensamientos negativos aparecen rápidamente por activación de la amígdala. Por ello, si estamos cansados y con poca energía es lógico tener pensamientos más negativos que positivos. 

–¿Cómo fabrica miedo nuestro cerebro? 

–Cuando tenemos miedo, lo que ocurre es que nuestro funcionamiento cerebral normal se altera: los núcleos amigdalinos bloquean el hipocampo y los lóbulos frontales. De alguna manera, podríamos decir que se “olvida” de ellos. Y esto es terrible, porque son precisamente estas estructuras, las que nos pueden sacar de la parálisis del miedo.

El hipocampo podría combatir esa sensación de miedo, dándonos de recuerdos y emociones guardadas que nos pueden dar seguridad y los lóbulos prefrontales, entregándonos la sabiduría necesaria para la reflexión, el análisis de la situación y las acciones a realizar para hacerle frente.

Los descubrimientos más recientes de neurociencia nos demuestran que una buena activación del prefrontal izquierdo te permite enfrentarte al miedo con recursos, más seguridad y determinación. Hace que tengas pensamientos más positivos y optimistas, y que seas capaz de reconocer en ti las herramientas y talentos que ya has usado en el pasado para hacer frente a situaciones inquietantes. En definitiva, en vez de asustarte, te da una palmadita y te dice: “confía en ti, tú puedes”. Es la manera de sentirse cómodo con la incomodidad del miedo.

En nuestros entrenamientos de frecuencias cerebrales en MINDSTUDIO activamos este prefrontal izquierdo para enseñar al cerebro a combatir el miedo a la vez que le calmamos en la zona prefrontal derecha para que perciba el entorno de manera más “amable” y menos amenazante.

–Háblanos de los dos grandes miedos que se alojan en nuestro cerebro inconsciente. ¿Cómo podemos hacerles frente?

– Nuestro cerebro tiene dos grandes miedos que se relacionan con dos grandes necesidades vitales: la necesidad de que nos acepten (y nos quieran) y la necesidad de ser lo suficientemente buenos para formar parte del grupo.

Son necesidades primitivas de supervivencia humana, que aún llevamos dentro de nuestra base cerebral. De no satisfacer estas dos necesidades nuestro cerebro identifica que hay una amenaza para nuestra supervivencia: que no nos quieran (y por tanto que nos abandonen y no podamos sobrevivir, algo que tenemos innato desde que nacemos porque necesitamos que otros nos cuiden) y que no nos acepten en el grupo, por no ser lo suficientemente buenos o útiles.

En el capítulo sobre el miedo de mi libro Sorprende a tu mente enseño ejercicios para poder “engañar” a nuestro cerebro y reducir estos miedos.

–¿Nos podrías poner algún ejemplo?

–Sí, lo que se ha descubierto con neuroimagen, a través de resonancias funcionales magnéticas, es que cuando imaginamos algo de forma muy nítida, utilizando todos nuestros sentidos, engañamos a nuestro cerebro y este cree que esa situación está ocurriendo de verdad. Lo que se ve es que la mente activa las áreas cerebrales asociadas a lo que está visualizando, aunque no ocurra de verdad.

Nuestro cerebro es capaz de activar sus áreas motoras cuando imaginamos con detalle que estamos tocando un instrumento o realizando un deporte, por ejemplo. Esto se utiliza mucho en el deporte de alto rendimiento. Ahora los atletas y deportistas de élite trabajan con visualizaciones de movimientos para reducir el desgaste físico y, a la vez, perfeccionar la técnica. Su cerebro simplemente no sabe si el movimiento del brazo en el saque de un partido de tenis que estás visualizando está ocurriendo de verdad o no.

Ocurre lo mismo con sentirse seguro. Si te trasladas de forma mental a una situación en la que sentías seguridad y recreas en ti esas sensaciones, tu cerebro calma la actividad de la amígdala y “fabrica” seguridad.

–El miedo nos lleva a la ansiedad. ¿Cómo podemos plantarle cara?

El miedo nos lleva a la ansiedad porque se cronifica, entonces lo que tenemos que evitar es que el miedo se vuelva crónico, es decir, que cuando empezamos a ver que estamos en situaciones incómodas donde notamos que estamos empezando a dormir mal o tener pensamientos recurrentes, ofensivos o nos vemos que estamos como muy exigidos por alguna situación es porque estamos sintiendo miedo y entonces tenemos que hacer algo para rebajar ese nivel de miedo.

Lo ideal es imaginar la situación que nos está asustando por lo que sentimos miedo como ya terminada, y terminada con éxito, porque de esa manera vamos a rebajar la intensidad del malestar, y vamos a evitar que nuestro sistema se quede secuestrado por ese miedo que luego se convertiría en ansiedad.

–La ansiedad y el estrés no son lo mismo, ¿verdad? 

–No, no son lo mismo aunque se tienden a confundir porque ambos nos hacen sentir mal, nos aceleran y nos invaden de miedo. Sin embargo, hay una gran diferencia. Antes de un examen sientes estrés: te transpiran las manos y se te cierra el estómago. Sin embargo, ansiedad es estar en tu casa, en un ambiente tranquilo y en teoría seguro, y tener tu cabeza llena de preocupaciones con pensamientos negativos que te acechan constantemente.

Mientras que el estrés ocurre en un tiempo limitado, cuando estamos frente a algo que nos estresa, la ansiedad no necesita que esté presente en ese momento ningún elemento estresante. Cuando hablamos de ansiedad, es como si nuestro cerebro estuviera viendo “visiones” de una situación estresante, aunque ahora no exista ningún estrés o peligro real. Es decir, es un producto de nuestra mente, de nuestra imaginación, y puede durar mucho tiempo, incluso años.

–Dices que una de las pautas para frenar el estrés es poner fechas a determinados proyectos o situaciones. 

–Sí, podemos calmar mucho nuestro cerebro cuando acotamos a un periodo de tiempo esta “incomodidad” que supone el estrés. Al poner fechas o visualizar cuándo puede terminar esta situación estresante, nuestro cerebro se calma porque ve que no es una situación que vaya a perdurar por toda la vida. Si no ponemos fechas, nuestro cerebro “se asusta”, piensa que esa es una situación que se va a mantener por tiempo indefinido y eso le asusta y estresa aún más.

Concretar fechas, establecer periodos de descanso y visualizarse sintiéndose bien fuera de la situación estresante, calma a nuestro cerebro y frena el estrés.

–¿Y el estrés crónico? ¿Qué consecuencias tiene en nuestro cerebro?

–El estrés crónico tiene múltiples consecuencias en el cerebro: reduce el tamaño del hipocampo, afecta la estructura cerebral, altera el sistema de respuesta al estrés, aumenta el riesgo de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, produce dificultades cognitivas (aprendizaje, memoria) y puede incrementar la probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas. 

–Cambiando de tema. Es muy interesante el capítulo que dedicas a la diferencia entre emociones y estados emocionales. ¿Cómo trabaja nuestro cerebro en ambos casos? 

Emociones y estados de ánimo no son lo mismo y tendemos a confundirlos. No podemos evitar que nos  invadan distintas emociones, de hecho, a lo largo del día somos una verdadera “montaña rusa” de emociones y podemos sentir alegría, tristeza, rabia y asco en el transcurso de muy pocas horas. Sin embargo los estados emocionales son emociones que “anidan” en nosotros durante un tiempo y sobre ellos sí que podemos influir.

Es decir, no podemos controlar sentir tristeza o angustia, pero sí podemos evitar que se alojen en nosotros y se conviertan en un estado emocional que nos conduzca a la depresión o a la desesperanza. Por eso, es muy importante hacer la distinción. 

Podemos utilizar nuestros pensamientos y cuerpo para cambiar nuestros estados de ánimo. Podemos “engañar” una vez más a nuestro cerebro para que no deje que determinadas emociones hagan “cuerpo” en nosotros para evitar sumergirnos en estados de ánimo que no queramos. Y por supuesto, funciona también en el otro sentido. Podemos utilizar nuestros pensamientos y cuerpo para conseguir estados de ánimo mejores.

–¿Cómo podemos mejorar nuestro estado de ánimo cuando estamos anclados en la tristeza, el agobio…? 

–Mediante una combinación de pensamientos positivos, visualización de experiencias ya pasadas donde estábamos bien, movimiento corporal (sirve andar, hacer deporte, bailar), escuchar música que nos traiga buenos recuerdos y, sin duda, a través del entrenamiento en frecuencias cerebrales que ejercitan al cerebro para que pueda salir por sí mismo de estos estados emocionales más incómodos.

En el libro dedico un capítulo en el que explico cómo podemos utilizar nuestros pensamientos y movimientos corporales para pasar de un estado de ánimo a otro más favorable.