Cada cierto tiempo, sale a la luz pública alguna nueva investigación sobre el efecto perjudicial de los móviles y las pantallas sobre el desarrollo infantil. En respuesta, también aparecen expertos en psicología, asociaciones de padres y legisladores abogando por la prohibición de los móviles hasta más allá de la adolescencia.

En este artículo veremos que, aunque es innegable el efecto perjudicial de las pantallas en el desarrollo de la mente infantil, la prohibición no es la solución más efectiva.

¿Las pantallas en los niños son un problema?

Hace unas semanas, una encuesta entre más de 100 guarderías catalanas (para niños de 0 a 3 años), reportaba que habían detectado alteraciones en la comunicación, aislamiento social y problemas para conciliar el sueño en los pequeños, como consecuencia del uso desmedido de pantallas. En algunos casos, llegaban incluso a sospechar de TEA (Trastorno de Espectro Autista).

La clave para detectar que estos problemas eran producidos por las pantallas fue que, cuando se aconsejaba a las familias reducir su exposición, los pequeños recuperaban el juego normal y la socialización que habían perdido.

Que los móviles afectan al retraso de ciertas habilidades en la primera infancia es un hecho innegable. Padres y educadores debemos reflexionar sobre su abuso en la crianza y la educación, pero la opción de prohibir, por ley, el acceso a las tecnologías tiene numerosos peligros.

La prohibición no funciona

Ya hemos visto, en otros artículos de mi blog sobre crianza en Cuerpomente, los motivos por los que creo que prohibir el acceso a los móviles y la tecnología no es una buena opción:

  • Es mejor que aprendan a utilizar la tecnología de forma segura. Los niños de hoy van a vivir en un mundo altamente tecnológico en el que todos los trabajos, en mayor o menor grado, van a depender de saber hacer uso adecuado de las herramientas tecnológicas. Si desconocen estas habilidades tecnológicas, serán analfabetos funcionales.
  • Aislamiento social. Todos los compañeros van a tener móvil. Si ellos son los que no tienen, serán los raros y se verán más aislados.
  • El peligro del efecto rebote. La prohibición provoca el efecto rebote de aumentar el deseo de lo prohibido y creará más adicciones cuando los niños o adolescentes accedan a las pantallas, con el agravante de que lo harán a escondidas, sabiendo que es algo que a sus padres no les gusta. Además, serán testigos de la contradicción que significa que les digan que para ellos está mal, pero que vean a sus padres y otros adultos utilizar con frecuencia los móviles.
  • La tecnología puede ser útil. Si les prohibimos drásticamente el acceso a la tecnología, verán restringido el acceso a fuentes de conocimiento y aprendizaje. Muchos adolescentes investigan, aprenden y encuentran información sobre sus temas favoritos gracias a las apps de los móviles. Un ejemplo bien claro lo encontramos en el aprendizaje de idiomas.

La prohibición es la respuesta fácil, sin embargo, la solución a los problemas que pueda causar el uso inadecuado de la tecnología resulta mucho más compleja, profunda, y requiere, además de su implicación directa, un gran esfuerzo por parte de padres y educadores.

cómo gestionar las pantallas en niños sin prohibir

He visto, durante estos días, opinar sobre este tema a numerosas personas, con más o menos formación en psicología. Algunos defendían la prohibición de las tecnologías haciendo la comparación con la conducción. Decían que, igual que no permitimos que un niño de 10 años conduzca un coche porque no está preparado para ello y podría ser peligroso, tampoco deberíamos permitirles el acceso a los móviles hasta que fueran mayores de edad.

Me parece un argumento extremadamente simplista que, de nuevo, quita del foco la verdadera solución del problema.

¿Cómo van a conocer los peligros de la tecnología si no tienen contacto con ella hasta que son mayores? ¿Cómo van a aprender a hacer un buen uso si nadie les enseña y les acompaña en el proceso?

Enseñarles a usar las pantallas igual que a montar en bicicleta

Siguiendo los ejemplos de medios de locomoción, yo veo el proceso de acompañamiento al uso de las pantallas más parecido a enseñarles a montar en bicicleta. Incluso, podemos dividirlo por etapas, según el crecimiento de los niños ya que el desarrollo madurativo de los pequeños es un factor clave a la hora de introducir y educar en un uso sano de la tecnología.

Bebés: nada de pantallas

Cuando son bebés, apenas saben hablar y no pueden mantenerse erguidos sobre el sillín, a ningún padre/madre se le ocurriría subirle a una bicicleta. Igualmente, en esta etapa primera de desarrollo, en el que su cerebro es muy maleable y está aprendiendo cómo funciona el mundo, el contacto con las pantallas debe ser mínimo. El bebé solo necesita pasar el tiempo con sus figuras de apego principales. Necesita que le hablen, le canten, le cojan en brazos, le mezan, le consuelen, le cuenten historias. Este contacto directo sensorial, emocional y físico es el que le permite desarrollarse e ir cruzando todos sus hitos evolutivos.

Infancia: uso acompañado

En una siguiente etapa de infancia, los niños pueden montar con ruedines laterales que les ayuden a mantener el equilibrio, siempre acompañados por sus padres que les dan seguridad. Con las pantallas, en esta etapa, se debe aplicar un uso acompañado. Son los padres los que deben cuidar qué contenidos ven sus hijos y enseñarles un buen uso de la tecnología.

Preadolescencia: más autonomia pero supervisada

En la tercera fase, ya no necesitan las ruedas complementarias, pero les da confianza si los padres van sujetando levemente el sillín, mientras ellos aprenden a mantener el equilibrio por sí mismos. En la preadolescencia, se les puede dar más autonomía en el uso de los móviles, pero con acompañamiento y supervisión para ayudarles a detectar los peligros de las redes y el mal uso que otros pueden hacer.

Adolescencia: acompañar si hay dudas

Finalmente, han aprendido de forma segura a mantener el equilibrio son capaces de pedalear ellos solos. Si han tenido este acompañamiento progresivo durante su infancia, en la adolescencia serán capaces de hacer un buen uso de las tecnologías. Habrán aprendido a diferenciar el buen uso de las pantallas y sabrán que pueden recurrir a sus padres si tienen alguna duda o algún problema que no saben afrontar. Les podemos ir recordando que así es y que ahí estamos para darles soporte.

Sé que esta segunda opción es mucho más costosa, en cuanto a tiempo y atención, que la tentación de prohibir, pero créeme, es mucho más sana y le da a los niños las herramientas para ser autónomos en el uso de las tecnologías.