La práctica deportiva tiene efectos beneficiosos tanto para la salud física como para el desarrollo emocional y la socialización de los niños y adolescentes, ya que mejora su destreza psicomotriz y les fortalece, al mismo tiempo que se divierten, interaccionan con otros niños y aumenta su autoestima.
Algunas veces los padres otorgan mucho valor al aprendizaje de conocimientos y a las actividades de repaso que refuercen las tareas escolares, sin tener en cuenta que un buen desarrollo motriz y una buena habilidad física forman parte del desarrollo global del niño.
El deporte debe considerarse pues como una actividad que alienta la maduración física y la mejora de la salud integral del niño, aparte de contribuir a su diversión y a compartir momentos agradables con sus amigos.
El abanico de actividades deportivas que pueden realizar actualmente los pequeños es tan amplio que los padres tienen muchas dudas para decidir cuál es la más adecuada. En ocasiones el propio niño siente una preferencia clara por un deporte concreto, pero no siempre es así.
¿Cómo elegir un deporte acertado?
Lo que no hay que tener en cuenta de antemano es el sexo, ya que hoy día existen equipos para ambos sexos y muchos de ellos, sobre todo en el caso de los más pequeños, son compartidos.
Es más importante pensar en la edad de los niños, en su personalidad y en sus habilidades, y tomar una decisión entre todos que respete el interés de los niños. Que los padres sientan interés por un deporte determinado no debería condicionar la elección.
También conviene hacer un análisis de las posibilidades de los padres, tanto en lo que se refiere a su disposición de horarios como a la economía familiar, ya que algunos deportes pueden sobrepasar el presupuesto previsto.
A nivel orientativo pueden establecerse tres grandes grupos de deportes:
- De competición. Exigen cumplir un horario, una disciplina y un entrenamiento. Muchos, como el fútbol, el baloncesto o el balonmano, suelen iniciarse en los colegios como una actividad extraescolar más y ayudan a fomentar el vínculo entre compañeros. Si a los niños les gusta, pueden seguirse en clubs externos, pero entonces el nivel de competitividad y exigencia se multiplica. Otros deportes de esta índole son el tenis, el yudo, el atletismo o la gimnasia rítmica.
- Lúdicos. No siempre hay que pensar en el deporte como una actividad reglada y exclusiva de los niños. También se puede hacer de manera familiar, disfrutando de una práctica sana que fomente las relaciones entre padres e hijos. Algunos ejemplos son: salir regularmente en bicicleta por el campo o la ciudad, hacer excursionismo, ir a la piscina... En estos casos, como la interacción es lo más importante, los padres no deben convertirse en entrenadores de sus hijos sino en compañeros de juego y diversión.
- Educativos. Aunque todo deporte debe tener una vertiente educativa, los hay que tienen como misión fundamental favorecer el desarrollo físico de los pequeños, ayudando al mismo tiempo a que adquieran buenos hábitos de salud e higiene. Nos referimos sobre todo a la educación física y a las actividades psicomotrices que se imparten en la escuela. El papel de los padres es importante en estas actividades, pues a veces se corre el riesgo de restarles importancia y de excusar la presencia de los niños a la hora de la gimnasia o de la piscina, cuando debería fomentarse su participación, sobre todo en aquellos niños que no realizan ninguna actividad deportiva fuera de la escuela.
Un deporte para cada edad y personalidad
A un niño pequeño no se le puede exigir realizar determinadas prácticas para las que su cuerpo no está preparado. Por ello será preciso tener en cuenta su edad al escoger una actividad física.
Durante los primeros años
Los masajes son excelentes para el bebé, pues le relajan, le hacen sentirse más tranquilo y le brindan las primeras sensaciones corporales.
La actividad más aconsejable es la natación, que al principio practican con los padres en piscinas especializadas y posteriormente con monitores.
Entre los 5 y 8 años
Durante esta etapa es aconsejable que los niños puedan iniciarse en alguna escuela deportiva que les facilite la práctica de diferentes deportes a lo largo del curso, combinando incluso deportes de grupo como fútbol, voleibol, baloncesto, etc. con otros individuales como diversas artes marciales, tenis, etc.
Esta iniciación les servirá tanto para practicar una actividad física como para ir decantándose más adelante hacia un deporte determinado, pero partiendo de la base de que tienen práctica y conocen más de uno.
A partir de los 8 años
En estas edades debe elegirse qué tipo de deporte realizar y si se hará como una mera diversión o como una actividad más competitiva, con las implicaciones que eso comporta.
Ninguna elección tiene por qué ser definitiva, aunque una vez realizada los padres tienen que exigir un mínimo de compromiso a sus hijos.
En todo caso, es aconsejable tener en cuenta el carácter y personalidad del niño a la hora de hacer cualquier elección de este tipo.
Los deportes de equipo generan menos tensión ya que el juego es responsabilidad de todos los integrantes, además inculcan valores como el compañerismo y la amistad y, por tanto, son más aconsejables para niños inseguros y con alguna dificultad en las relaciones.
De todos modos, no puede considerarse el deporte como una terapia, ya que, si a un niño le cuesta integrarse en un grupo, el nivel de competitividad a ciertas edades es tal que puede perjudicar su autoestima.
En niños con un gran autocontrol, seguridad en sí mismos y facilidad para soportar la frustración pueden ser adecuados los deportes individuales en los que toda la responsabilidad recae sobre sí mismos y hay muchas expectativas depositadas en ellos.
La importancia del papel de los padres
La actitud de los padres respecto a los deportes es muy importante y repercute notablemente en los hijos.
Cuando los padres no practican ningún deporte y no conceden valor a esa actividad, si el niño no tiene una buena condición física y habilidades psicomotrices difícilmente verá ese deporte como algo positivo.
Un caso opuesto es el del padre apasionado por un deporte que quiere inculcárselo a su hijo a toda costa, aunque este no sea de su agrado. Será fácil entonces que el niño aborrezca esa actividad, la abandone o no llegue ni a iniciarla.
El papel de los padres debe ser pues fomentar en sus hijos una actitud favorable hacia la actividad física en general, ayudándoles a que encuentren el deporte que más les guste sin presionarles.
Por otro lado, los padres deben ser conscientes del compromiso que adquiere toda la familia cuando un hijo decide realizar un deporte a nivel más o menos competitivo. Se trata de un compromiso de tiempo importante –entrenamientos, competiciones, desplazamientos– y económico, ya que generalmente deben hacerse cargo de unas cuotas y de la compra del vestuario y material.
Pero también deben hacer que sus hijos cumplan con esa responsabilidad haciendo que participen en todas las actividades del equipo y sin excusarlos por cualquier motivo.
Los padres deben entender que aunque sus hijos participen en alguna competición, se trata de deporte infantil. Esa prueba por tanto no es homologable al deporte adulto y menos al profesional.
Su misión debe limitarse pues a que sigan motivados, responsables y seguros de sí mismos, sin desear su victoria a cualquier precio. Por ello, si sus hijos compiten es conveniente que:
- Se limiten a ser sus padres y no a hacer de segundos entrenadores.
- Muestren siempre una actitud positiva, escuchando lo que cuentan de su práctica, apoyándoles y motivándoles.
- Eviten hacer críticas o juicios descalificativos delante de los hijos por el tipo de preparación, las decisiones del entrenador o los resultados, ya que, como en cualquier competición, hay tantos entrenadores como observadores.
- No convertirse en hinchas agresivos cuando presencien alguna competición de sus hijos; una cosa es animarles y otra llegar al insulto o a la falta de respeto a cualquier jugador, sea del equipo contrario o propio, o al árbitro.
- Comentar el comportamiento y la disciplina de los niños desde el punto de vista humano y no desde un enfoque estrictamente deportivo.
- Si se considera que la actuación de los responsables del equipo no es la conveniente para la educación de los niños, debe hablarse con ellos y, si es preciso, buscar otra alternativa.
Entre el juego y la competición
El ser humano es competitivo por naturaleza y los modelos sociales y deportivos que los niños ven tienen un alto grado de rivalidad. Por eso, desde que son pequeños tienden a querer destacar.
Si cuando los niños dibujan, aprenden a leer o simplemente se tiran de un tobogán quieren ser los mejores, no digamos cuando tienen un balón entre los pies y se sienten unos perfectos imitadores de sus ídolos deportivos.
Los padres deben considerar que esta rivalidad es natural en los niños y forma parte de su proceso evolutivo; y aunque no deben favorecerla tampoco se trata de reprimirla sistemáticamente.
El mensaje para reforzar en este caso es el del "espíritu olímpico", según el cual lo importante no es ganar sino participar.
El deporte es una manera constructiva de enfrentarse a lo imprevisto
En una competición siempre queda espacio para la sorpresa y es difícil conocer el resultado de antemano. Por eso los participantes deben ejercitar una serie de aptitudes psicofísicas y reaccionar de la forma más eficaz posible.
A lo largo de la infancia no se trata tanto de educar a los niños para el deporte como de procurar que el mismo deporte sirva como medio de educación. El objetivo es alcanzar una buena salud física y también experimentar y adquirir una serie de actitudes que se extienden más allá de la práctica deportiva.
Algunos de los valores más importantes que un niño puede adquirir con el deporte son:
- Reglas. Han de seguir una serie de reglas de juego en las que queda claro lo que pueden y lo que no pueden hacer. Esto resulta útil para los niños a los que les cuesta seguir las normas y los límites en casa o en la escuela, ya que se trata de un modo de ganar disciplina y de comprobar de forma práctica que sus actos tienen unas consecuencias.
- Respeto. Aprenden a sentir y mostrar respeto por los otros; dado que no siempre les saldrá bien su propia intervención en el juego, comprenden que sus compañeros también puedan fallar, lo que mejora su capacidad de empatía, es decir, de saber apreciar los sentimientos del otro.
- Educación emocional. A través del deporte el niño experimenta una amplia gama de emociones: el sabor de la victoria, la amargura de la derrota, la dureza de la frustración, el valor del esfuerzo...
- Hábitos. Aprenden hábitos saludables tanto alimentarios como higiénicos.
- Autocontrol. Aprenden a controlarse, ya que se encontrarán ante muchas situaciones adversas en las que será preciso mantener el control de sí mismos. Eso pueden extrapolarlo fuera del deporte.
- Trabajo en equipo. Aprenden a trabajar responsablemente y en colaboración con sus compañeros de equipo, dado que los logros son siempre fruto de ese trabajo colectivo y no solo de acciones individuales, lo cual ayuda a facilitar su integración social y las relaciones personales.
Libros para aprender a enseñar
- Juegos motores y creatividad; Eugenia de Trigo Aza, Ed. Paidotribo
- El niño y el deporte; Marc Durand, Ed. Paidós
- El deporte para el niño; Jacques Personne, Inde Publicaciones