La vida es cambio. Desde que nacemos hasta que morimos no dejamos de transformarnos, pero en los últimos tiempos nuestra capacidad de adaptación se ha puesto enormemente a prueba.
En poco tiempo nos hemos enfrentado a numerosos retos que nos han mostrado nuestra vulnerabilidad y que nos han obligado a realizar enormes cambios en nuestro estilo de vida. Nuestra seguridad se ha ido derrumbando y a su vez se ha ido resquebrajando la idea de futuro. Probablemente el mañana nunca había generado tanta inquietud, no solo a nivel individual sino también como especie.
Aprender a vivir con la incertidumbre
Lo cierto es que muchos de nosotros nos sentimos perdidos ante lo que vendrá. Admitirlo, abrirse a esta incomodidad y al vacío que comporta es el primer paso para facilitar el cambio. El mapa que habíamos confundido con el territorio ha quedado obsoleto y ha de actualizarse poco a poco. Las reglas de funcionamiento aprendidas ya no nos sirven, pero aún desconocemos las nuevas. El suelo que creíamos firme –nuestra zona de confort– se tambalea.
En esta situación, la mente humana, que sigue empeñada en mantener el control y en encontrar una respuesta a las incógnitas que plantea la incertidumbre, se llena de pensamientos repetitivos.
Seguramente nos ha pasado otras veces. Cuando dejamos un trabajo para iniciarnos en otro, o cuando nos trasladamos a vivir al extranjero, por ejemplo, se ha de transitar un tiempo en el que es necesario aprender a sostener el «no sé». Se trata de aceptar que estamos «en proceso de ser alguien nuevo», aunque aún no sepamos bien cómo será este nuevo ser o en qué se basará exactamente nuestro próximo estilo de vida. En cualquier caso, conviene recordar que la paciencia nos mantendrá más flexibles que las prisas y la sobreexigencia.
Recordar los momentos de cambio a lo largo de la vida
Para ganar confianza durante esta travesía «desértica», puede ser de ayuda recuperar una lista de logros que nos recuerden aquellas ocasiones en las que fuimos capaces de adaptarnos a lo nuevo, situaciones en las que pensamos que tal vez no sería posible alcanzar esa meta o ese sueño y, finalmente, así fue. Si entonces pudimos superarlo, ¿por qué esta nueva batalla habría de ser diferente? Podemos elegir «confiar».
Coge un papel y traza en él una línea horizontal. Esta representa tu vida desde el momento en que naciste hasta ahora. Marca en ella todos los momentos de cambio que has vivido. Observa cada uno y recuerda qué te decías a ti mismo al inicio del proceso. ¿Te imaginabas capaz de atravesarlo? ¿Qué te ayudó en ese momento? ¿Cuáles fueron tus mejores aliados? ¿Cuál fue tu peor enemigo durante el cambio?
Descarta los miedos anticipatorios
A menudo lo que más se resiste a cambiar y menos colabora en el proceso es nuestra mente. Le cuesta dejar las creencias que ha vivido como inmutables. Ante la incertidumbre, la mente busca respuestas inmediatas o imagina escenarios catastróficos hasta el punto de que, en lugar de convertirse en una buena aliada, se erige en una fuente de sufrimiento añadido. Por eso, es importante que pongas atención al contenido y al tono de tu diálogo interno –crítico, pesimista, equilibrado, amable, etc.– y que aprendas a distinguir qué pensamientos corresponden a la realidad y cuáles responden a miedos anticipatorios que genera tu imaginación.
¿De todos los miedos que has sentido en tu vida cuántos se han materializado en la realidad? En un estudio, se pidió a las personas que realizaran una lista de todo aquello que les generaba temor o que les preocupaba que podía pasar en el futuro. Al cabo de un año, a los mismos participantes se les enseñó lo que habían escrito y el 90% de sus preocupaciones ya no tenían sentido para ellos. Por tanto, sienta el miedo a tu lado y agradécele sus advertencias, pero no dejes que tome las riendas.
Cómo afrontar tus miedos
Puedes acallar la voz de tus miedos contemplándola como si fuera un fuego que arde, sin meterte en él. Para salir del bucle mental, el escritor Ekhart Tolle, autor de El poder del ahora, recomienda este gesto: cerrar los ojos y centrar nuestra atención en la energía y en el calor de nuestras manos mientras las mantenemos una frente a la otra a cierta distancia.
Ante el miedo al futuro ayuda regresar al cuerpo, el mejor anclaje al momento presente, que es sobre lo único que verdaderamente podemos incidir. No pierdas de vista tus sensaciones corporales para saber dosificarte; hacer paradas si es necesario, ya que te permitirán ganar perspectiva; priorizar y reajustar tu brújula. Preguntarse «¿qué necesito ahora?» es la forma de acompañarse bien. Realizar actividades físicas –bailar, correr o hacer yoga– o actividades manuales –cerámica, punto, dibujar, etc.– es una forma efectiva de parar la cabeza y de encontrar la seguridad en el cuerpo.
Abrirse a los cambios y a la vida
Cuando nacemos nos entregamos al mundo llenos de vulnerabilidad, dependemos para todo de los demás, y aquí estamos.
Decir «sí» a la vida tal como es en cada momento suele generar serenidad, lo que facilita el proceso de adaptación a los cambios con menos resistencia y dolor.
Cuando dejamos de pelearnos con la realidad y bajamos la cabeza ante lo que ocurre, podemos abrir los ojos a las posibilidades que se abren ante nosotros. Hemos dejado el conflicto atrás, ya no ocupa todo el espacio. Empezamos a fluir con lo que viene y conectamos con nuestros recursos, porque en cada uno de nosotros existe un sabio interno que podemos desarrollar en medio de la tempestad.
No podemos olvidar que el camino de transformación estará lleno de altibajos y que, probablemente, no seguirá una línea recta ideal. El estado de ánimo variará, pero conviene no excluir ninguna de las emociones que nos asalten. «Es aquí donde se encuentra el buen sentido de la positividad», recuerda Damas Basté en su libro Sawubona. El poder de ser apreciativo. Convendrá también crear espacio para lo que nos retiene a la hora de avanzar.
Abandonar la resistencia al cambio
Sin ser conscientes de ello, es frecuente que nos resistamos al cambio por el miedo a perder eso que nos retiene. Puede tratarse de cosas materiales, de relaciones o de valores. Identificar estos elementos, conocer lo que para nosotros es prioritario conservar durante el camino de transformación, paradójicamente facilitará nuestra apertura al proceso. Nos ayudará a ganar flexibilidad, porque no sentiremos que perdemos: lo esencial ha sido protegido o tenido en cuenta.
Vivir, sin duda, implica una adaptación constante a nuevas circunstancias, nuevos trabajos, nuevas aptitudes físicas y psicológicas, lo que implica pérdidas, renuncias y dolor. Pero, ¿deberíamos por ello dejar de apreciar la belleza de la vida? «El devenir es mucho más sabio que nuestras ideas o planes», escribe Pablo d’Ors. Cuando soltamos las expectativas, nos abrimos a la vida y expandimos nuestra capacidad para ser, y durante el proceso surge un aprendizaje. Facilitar la adaptación a lo nuevo implica, sobre todo, amar las pequeñas cosas.
Claves para mejorar la capacidad de adaptación al cambio
Estos hábitos te ayudarán a desarrollar la adaptación al cambio y alejar los miedos.
- Sana las heridas del pasado para evitar patrones repetitivos que puedan interferir en tu capacidad de adaptación. La confianza en la vida y en uno mismo se desarrolla sobre todo en la infancia, según la teoría del apego de John Bowlby.
- Procura mantener un ritmo lento que te permita vivir desde la calma. Acelerarse es uno de los primeros signos del miedo. Para mantener la serenidad, puedes practicar la meditación o las técnicas de respiración consciente.
- Crea tu comunidad, no te quedes solo durante el proceso de cambio. Acércate a las personas que pueden apoyarte –especialistas, grupos de apoyo, un coach– y que te quieren. Busca enriquecerte con sus distintas perspectivas y posicionamientos.
- Da voz a tu lado soñador. Recuerda que salir de tu zona de confort es crecer. A pesar de la incomodidad que crea el cambio, implica también que se abre un mundo de nuevas posibilidades ante nosotros. Intenta que tu parte soñadora vaya de la mano con tu voz crítica.
- Agradece cada día. Dar gracias nos conecta con la abundancia y aleja las carencias. Apunta en un papel todas las cosas bonitas por pequeñas que sean que te han sucedido. Esto ayuda a generar confianza ante el miedo y a ver la belleza y la generosidad de la vida.
- No te compares con los demás. Cada persona es única y ha de encontrar su propia dirección. Traza tu plan según las prioridades de este momento y recuerda que tan importante es fijarse un objetivo como reajustarlo si así lo necesitas más adelante.