[Este artículo es un avance del libro Guía para cambiar de vida (Ed.RBA), en el que encontrarás todas las instrucciones para hacer un cambio de rumbo].

Viajar por el mundo sin billete de vuelta, despertarse cuando uno quiera, emprender con propósito, formar una familia y disfrutarla con más tiempo, no sufrir para llegar a fin de mes, sentir más vitalidad, vivir en el campo con gallinas…

Todas las personas tenemos sueños o anhelos de una vida distinta a la actual o de mejorar algunos aspectos, pero no todos conocen los pasos y estrategia para conseguirlos.

Admiramos, o incluso envidiamos, a quienes tienen aquello por lo que suspiramos, y achacamos a la suerte la causa de su éxito, sin percatarnos y asumir que la clave está en las decisiones que se toman en el día a día y en nuestro compromiso para llevarlas a cabo.

Muchos piensan que eso de las metas o las aspiraciones es para personas ambiciosas o apegadas al dinero, pero, como explicaba el filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger, los lujos del futuro ya no consistirán en el acopio de objetos materiales y su exhibición como ha sido la norma histórica.

En la actualidad, se ha producido un cambio de prioridades y los nuevos privilegios consisten en disfrutar de bienes aparentemente muy básicos, pero poco accesibles, como el tiempo, el espacio, la tranquilidad, un entorno saludable y la libertad de escoger a qué prestamos atención.

Y todo eso lo podríamos definir como "buena vida", un término escurridizo que se adapta a cada persona y sus circunstancias y que es continuamente cambiante y adaptativo.

Aunque el proceso para conseguir esa buena vida es todo un arte, podríamos establecer siete claves para tu travesía.

1. DIBUJA TU MAPA

La primera clave es plantearse una hoja de ruta, pues está claro que "no hay viento favorable para quien no sabe dónde va", como decía Séneca.

El estilo de vida actual, la aceleración, la sensación de estar apagando fuegos continuamente y el no plantearnos el romper o cambiar esa dinámica nos conduce a una existencia en piloto automático, más cercana al sobrevivir que al vivir con mayúsculas; y llega un momento en que eso no es suficiente y puede desembocar en las famosas crisis existenciales de mediana edad.

La solución es retomar la responsabilidad de nuestra propia vida, coger el timón y plantearnos seria y profundamente cómo queremos vivir y a qué horizontes queremos llegar para ajustar la brújula y las velas.

2. PLAN DE ACCIÓN

Definir propósitos y establecerun buen plan de acción para conseguirlos es el segundo paso.

Aunque esto despierte muchos miedos y active nuestras creencias limitantes de "yo no puedo conseguir una vida mejor", la realidad es que, cuando se trata de temas banales, somos realmente expertos en planificar al más mínimo detalle todo tipo de saraos y objetivos: despedidas de solteras, recorrer miles de kilómetros para asistir a la final de tu equipo deportivo favorito...

Desplazamos nuestro talento, energía, tiempo y neuronas con mucha eficacia a temas más intrascendentes que dan un placer pasajero, pero nos olvidamos de lo realmente importante.

Un buen ejercicio al respecto es que cada uno realice, con honestidad, una auditoría de su propia vida revisando todas las áreas, desde los ingresos hasta el hogar para después, tomar decisiones.

Audita tu plan de vida, para que sea totalmente a tu medida.

3. SILENCIO Y CALMA

Para escuchar nuestro interior necesitamos quietud y, especialmente, descubrir alternativas y salvavidas para nuestra situación.

De la misma forma que las aguas agitadas deben serenarse para volver a ser cristalinas, nosotros también necesitamos detox de ruido e hiperactividad para acceder a reflexiones y prioridades sabias.

Algunos tendrán suficiente con fines de semana, pero otros necesitarán una excedencia o pausa prolongada porque hay que lamer y cerrar muchas heridas previas.

4. CON ESTRATEGIA

Sin loterías también hay paraíso, aunque no hay nada más cómodo que el victimismo y delegar nuestra vida en agentes externos, sean tus padres, los gobiernos de turno, la bonoloto o el azar.

Sin embargo, el secreto de una buena vida reside en la responsabilidad personal y la estrategia acertada.

En las últimas décadas, la fe en el Estado del bienestar ha anestesiado en gran medida la capacidad de tomar iniciativas y el coraje de muchos, pero su deterioro, junto con el florecimiento de un nuevo paradigma social, está despertando el espíritu de conquista de una buena vida.

Ya decía Krishnamurti que no es signo de inteligencia estar adaptado a una sociedad enferma.

5. ASUMIENDO PEAJES

Es importante distinguir entre fantasías y metas realistas, y asumir que cualquier viraje de timón en nuestra realidad implica un precio, sea personal, de tiempo, de esfuerzo, de asunción de riesgos, de vivir cierta incertidumbre, de renuncias o incluso económico.

Ir hacia el cambio conlleva aceptar los miedos al juicio externo, a decepcionar al entorno cercano y a salir del rebaño con lo que eso supone de señalamiento, descrédito y posible soledad.

También las falsas creencias o los fantasmas del pasado van a a necesitar un máster de miedos.

Desplegar las alas es el mayor trabajo de crecimiento personal que existe. Madurar y transitar nuestro destino es todo un ejercicio de superación que nos exigirá emulsionar ingredientes como un alto nivel de tolerancia a la frustración, y también conocer nuestros límites y los de las personas que nos rodean.

No hay nada que manche más que bajar al barro que implica caminar hacia tus sueños y construir una vida intencionada a tu medida.

Los planes teóricos son muy limpios, pero el camino está lleno de polvo… aunque la dicha que se siente al "estar donde debes estar" compensa las incomodidades.

6. SIN ESPERAR A JUBILARSE

Bajo la filosofía de aguantar con resignación con tu trabajo y vida actual y postergar tu plenitud y libertad, no esperes a la jubilación.

En la huerta y en la vida, solo se recogen las semillas que plantamos y no habrá fortuna futura sembrando malestar año tras año.

La investigación de la autora Bronnie Ware sobre los arrepentimientos de enfermos terminales demuestra que no merece la pena retrasar una vida con sentido.

Las personas moribundas lamentan no haber tenido el valor de hacer lo que querían, haber trabajado demasiado, no haber expresado suficientemente sus sentimientos, haber disfrutado menos de lo deseado con sus amigos y no haber sido más felices.

Ninguno de esos anhelos necesita ni una lotería ni una jubilación para que nos acompañen en nuestro devenir.

7. DARSE TIEMPO

Aunque para huir de situaciones dolorosas nos encantaría que los cambios fuesen rápidos, la naturaleza no suele funcionar así.

Dar un golpe de timón en algún aspecto, dimitir de un trabajo insatisfactorio, romper una relación o cerrar cualquier etapa puede ser inmediato, pero la reconstrucción de tu vida y, especialmente, la transformación llevan su tiempo, y la impaciencia y la inmadurez son malos consejeros.

Por eso hay que evitar mitificar el destino final, y recordar que el camino a la buena vida debe acompañarnos en el día a día.

Somos lo que hacemos: por eso, de nada sirve un buen proceso de autoindagación personal, un mapa con las coordenadas establecidas y un plan de acción de colorines, si no empezamos a andar y seguimos avanzando (como en cualquier otro peregrinaje), aunque llueva o las circuntancias no acompañen.

Las microdecisiones son las que configuran nuestro destino. Lo que comemos, la hora en que nos levantamos, qué información escuchamos, qué pensamientos positivos trabajamos, dónde nos inspiramos, cómo respiramos...

Como expresa el escritor Tony Robbins, si haces lo que siempre has hecho, llegarás donde siempre has llegado.