Apasionado de la bicicleta desde que tiene uso de razón, Juan Carlos Kreimer, periodista y escritor argentino, se dio cuenta pronto de que este ingenio de dos ruedas le permite vivir como nada en el aquí y en el ahora.

Por deformación profesional y por gusto, en los últimos 20 años ha ido anotando, desde el sillín de sus numerosas bicicletas, sus reflexiones acerca de ir en bici como medio de autoconocimiento.

Esas notas se han concretado ahora en un libro, Bici Zen; un tributo a la bicicleta como símbolo de simplicidad, ecología, crecimiento personal y herramienta zen.

Tuvimos el honor de entrevistarle durante su paso por Barcelona.

Bici zen: pedalear te conduce a la meditación

—¿En qué se parece algo como ir en bicicleta a meditar?
—Cuando te sientas en la bicicleta y empiezas a pedalear entras de inmediato en un estado diferente de conciencia.

No es un gran viaje, es muy sutil. El hecho de mover las piernas hace que tengas que guardar el equilibrio y que generes movimiento desde el centro energético de tu cuerpo.

Tu respiración es rítmica y te conduce… Tu visión cambia porque empiezas a ver con la parte periférica de la mirada, incluso ves cosas que normalmente no ves.

Además, la bicicleta te obliga a estar presente. Eso, más la vibración del rodado, hace que en la conciencia comience a producirse un fenómeno parecido al de la meditación, porque los pensamientos pasan.

Cuando vas con la bicicleta no te pones a criticarlos, los dejas pasar y llega un momento en el que se produce un efecto "colador", en el cual se desarrolla la conciencia testigo de los pensamientos.

—¿Qué ocurre en esos momentos?
—Cuando observas la mente y no te enganchas con los pensamientos, surge el vacío.

Eso produce una apertura del hemisferio no dominante. Emergen sensaciones de placer, de presencia plena, de bienestar. Además aparecen ideas, muchas.

"En la bicicleta surge un estado de conciencia parecido al de la meditación"

—¿Qué le empujó a escribir un libro tan profundo sobre la bici?
—Hace más de 20 años que salgo con la bici y no puedo dejar de observar lo que me pasa, de sacar conclusiones.

Tomo notas, por el hecho de anotar, sin pensar si me servirán para escribir después, sino centrado en el proceso, como en la práctica zen.

Con el tiempo me he dado cuenta de que esas anotaciones se agrupaban naturalmente por temas. No quería hacer un libro de autoayuda, ni un manual técnico, tampoco soy un maestro de ciclismo urbano.

Pero hace cuatro años algo cambió…

—¿Qué ocurrió?
—Me prohibieron ir en bici por un cáncer de próstata.

¡No sabes lo que era tener que tomar el transporte público para todo y estar esperando el turno en la sala de radioterapia entre tanto sufrimiento!

Sentía que tenía que contrarrestar esa sensación con algo que me diera felicidad, placer. O sea que me tomé tres meses de licencia para hacer cosas que me hicieran sentir bien.

Comencé una dieta macrobiótica que me ayudaba a aportar energía a mi cuerpo y a disolver los efectos de la radio. Como actividad pensé en juntar lo que más me gustaba hacer: la bicicleta, escribir y el zen.

Y empecé a escribir a la manera zen, pero no con la idea de hacer un libro.

—El placer como terapia…
—Me permití escribir sobre los temas que tenía anotados.

Lo hacía en una cafetería con unas vistas maravillosas y me ocurría que al evocar esos momentos en la bicicleta revivía ese estado.

Al cabo de tres meses había escrito un libro que luego reordené por temas y depuré.

La bici tiene beneficios para todos

—En las ciudades hay cada vez más carriles-bici, y los beneficios son enormes para el medio ambiente y para la persona…
—Hay gente que lleva la bici en el metro, lleva a los niños al colegio en bici…

La bicicleta ya es parte del paisaje urbano. Y cada vez se le dedican más kilómetros de redes viales.

También forma parte del inconsciente colectivo de personas que cultivamos actitudes muy cercanas al zen, como el concepto de que tenemos que vivir el presente, vivir mejor, que no podemos estar tan tensionados, que tantos objetivos materiales no garantizan la felicidad...

"La bicicleta te conecta con las primeras sensaciones de libertad"

Como resistencia política a esa realidad mental de correr contra el tiempo y la información, en la era de internet, meditar, ir en bici o cultivar un huerto en la terraza crea un estado de conciencia que sirve para compensar esta locura de mundo en el que vivimos.

—Tiene siete bicis... ¿cuál es su favorita?
—Una Raleigh de colección que tiene un andar muy especial, con ruedas antiguas y para distancias medias.

La uso cuando salgo de paseo con mi pareja. Ella va en otra similar de mujer.

Pero cuando voy a hacer alguna entrevista o trámite uso una bici muy simple con cambios, de ruedas anchas, una mountain bike con un asiento cómodo y buenas luces. Tiene 15 años, pero está impecable.

—Si saco la bici del trastero, la engraso y me propongo hacer unos kilómetros cada día, ¿qué cambiará en mi vida?
—Primero vas a tener ese espacio de diálogo interno para estar contigo misma que es diferente a estar sentada en el sillón o incluso meditando con las piernas cruzadas.

Te vas a reencontrar con una Gema de seis años, como cuando comenzaste a probar esa sensación; el aire en la cara te va a decir: "hoy es un día de sol o es un día bello".

Vas a apreciar cómo el paisaje de la ciudad va cambiando, a ver cosas que de otra forma no verías. Engrasando la bici o protegiéndola de la lluvia vas a cuidar de ti misma, porque lo que es afuera es dentro.

Retomando la bici uno comienza a apreciar más la vida.

—La bici enlaza con la memoria emocional, con el disfrute…
—La bicicleta es símbolo de la felicidad de la primera juventud y las primeras sensaciones de libertad.

Cuando tu padre te llevaba agarrada del sillín y te soltó tu sensación fue "ya está, ya puedo ir sola sin que me cuiden mis padres, soy yo" y después: "esta es mi bici, tengo mi bici".

Es hacerme responsable de lo que hago con mi bici, con mi andar.

—¿Cuál es su próximo proyecto en bicicleta?
—Ahora, cuando vuelva a Buenos Aires, tengo idea de montar una actividad grupal.

Salir cada 15 días con un grupo de personas haciendo una pedaleada de sensibilización. Ya lo hicimos algunas veces en un gran parque de la ciudad donde hay muchísimos árboles.

Empezamos a andar en bici por el césped, entre los árboles. Yo dirigía a las personas en un juego para que, a la vez que sorteaban los árboles, trataran de ver la mayor variedad de verdes posible.

Luego les hacía centrarse en los sonidos y dar una vuelta, luego en las sensaciones corporales… Es una meditación en movimiento que te mantiene alerta.

—Tiene 71 años y se encuentra en plena forma. ¿cuáles son sus percepciones a nivel físico?
—A veces, encima de la bici tengo una maravillosa sensación de nada.

A mí la bicicleta me reenergiza, me recarga no solo el cuerpo, sino también la mente y los afectos. Me hace volver a casa mucho más bueno, más cariñoso.

También desde hace tiempo salgo los sábados con mi compañera a remar en un bote de rieles. Es un ejercicio muy completo y que proporciona espacios mentales muy parecidos a la bicicleta y a la meditación, y también bailo.

—Caramba, no pierde el tiempo…
—Yo ya era una persona consciente antes de la enfermedad, pero ahora tengo más en cuenta aún el momento presente, el tiempo, la vulnerabilidad, los ciclos, que nada es para siempre…

Juan Carlos Kreimer
Cuando estaba exiliado en Londres, allá por el año 1977, a este periodista argentino le llamaron de la editorial Bruguera de Barcelona para que escribiera un libro sobre el fenómeno sociológico del punk, y así surgió su primera obra: Punk, la muerte joven. Entonces era periodista cultural.

Luego, su vida y profesión avanzarían paralelas a sus tres grandes pasiones: la escritura, el zen y la bici, y vendrían otros retos: dirigir la revista Uno Mismo y dar vida a obras relacionadas con la mística y el pensamiento, como Krishnamurti para principiantes o El río y el mar, y una decena de libros de investigación y de ficción. Bici Zen (Ed. Kairós) es su última obra.

Actualmente Juan Carlos Kreimer vive en Buenos Aires. Cuando pasea en bici se siente casi contracultural, porque aunque la sociedad ha cambiado y la bicicleta es parte de la ciudad, siente que está haciendo algo nuevo.

"Ir en bici es compartir una disciplina de cambio, ecológica y saludable que tiene que ver con el poder hacer cosas simples para mejorar la vida", afirma.