En su canción The Future, Leonard Cohen dice: “Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz”. Es una buena imagen para describir lo que sucede con las heridas del corazón. Si examinamos nuestro historial descubriremos que somos el resultado de todos los accidentes, decepciones y rupturas que hemos vivido.

Aprendiendo qué necesitamos

Cada una de estas experiencias dolorosas arroja claridad sobre qué buscamos y sobre si esa búsqueda se corresponde con lo que necesitamos en realidad. Del mismo modo que el arte japonés del kintsugi deja a la vista con oro por dónde se quebró la pieza, al rompernos emocionalmente descubrimos quiénes somos.

Una vez recompuestos de la ruptura, además de ser conscientes de nuestra historia, llegan lentamente las lecciones.

Una de ellas es que muchas veces buscamos fuera, en la pareja, algo que tenemos dentro de nosotros mismos. Cuando los fracasos son repetidos, esa luz que se cuela a través de las grietas del corazón nos muestra determinados patrones y nos obliga a hacernos preguntas: “¿Por qué elijo siempre este tipo de persona que no me conviene?”, “¿qué necesidad mía se oculta detrás de estas parejas disfuncionales?”.

Los motivos que generan las rupturas también suelen ser recurrentes y se repetirán hasta que aprendamos la lección.

  • Para algunas personas, su talón de Aquiles son los celos, la desconfianza y la consiguiente necesidad de control.
  • Para otras, la incapacidad de comprometerse de forma profunda con la pareja, lo cual se traduce en una relación superficial o en infidelidades.
  • La mala comunicación es otro gran generador de conflictos, quizás el más importante.

No vuelvas a caer en tus errores

Muchas parejas viven en la refriega constante de los reproches, señalando al otro lo que hace mal, sacando incluso los trapos sucios del pasado como arma. Tal como indica el coach Mario Reyes, la mejor manera de salir de esta dinámica destructiva es cambiar la queja por la expresión de la necesidad.

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Es como hablar con la pared

En lugar de decir, por ejemplo, “cada día llegas más tarde a casa, no te importo nada” –lo cual solo provoca que el otro se ponga a la defensiva–, deberíamos decir: “Últimamente te echo de menos, me gustaría que pasáramos más tiempo juntos”.

Muchas de estas lecciones se aprenden cuando ya está todo perdido. Tras el golpe inicial, la soledad nos permite revisar lo vivido con espíritu crítico para desvelar lo que falló.

En este sentido, la escuela del amor es como la rueda de la reencarnación del hinduismo. Así como el alma necesita renacer muchas veces hasta lograr la perfección, en el terreno sentimental estamos condenados a repetir una y otra vez los mismos errores hasta que tomamos conciencia de ellos y cambiamos.

A veces el amor verdadero necesita el momento adecuado

Después del amor se puede descubrir, incluso, dónde reside el verdadero amor, como fue el caso de la cantautora Suzanne Vega. Merece la pena conocer su historia.

En 1981 conoció al poeta Paul Mills en el entonces bohemio Greenwich Village de Nueva York. Enamorado de aquella artista frágil que hacía sus pinitos en los escenarios, le ayudaba a pulir sus letras mientras la acompañaba a todas sus actuaciones. Cuando, en 1983, Suzanne Vega firmó por una gran discográfica, Paul le había pedido matrimonio por carta.

Viendo las puertas del éxito abiertas, ella ni siquiera le respondió y cortó todo contacto con él. Gracias a canciones como Luka, empezó a vender millones de discos y a dar conciertos por todo el mundo, casándose finalmente con su productor. Herido en lo más profundo, Paul Mills escribió y recitó en público poemas ácidos sobre Suzanne, que llegaron a oídos de ella y la enfurecieron, aunque siguieron sin contacto alguno.

En el año 2000, cruzada la barrera de los cuarenta, la cantautora se divorció del productor y entró en una fase de desánimo y vacío. Cansada de la quimera del éxito, había perdido la ilusión de vivir.

Cinco años después, mientras paseaba un frío invierno por las calles de Manhattan, se topó con su antiguo amor, 22 años después de haberlo visto por última vez. Pese a las ofensas del pasado, se fueron a tomar un café para ponerse al día. En ese justo momento, mientras charlaba con él, Suzanne se dio cuenta de que Paul había sido el único amor verdadero de su vida.

El día de Navidad de aquel mismo año, Suzanne Vega respondía afirmativamente a una propuesta de matrimonio hecha 22 años atrás. La felicidad del amor maduro les ha acompañado desde entonces.