Cada vez más investigaciones demuestran que el buen estado de la flora intestinal –formada por más de dos mil tipos de microorganismos– influye en muchos aspectos de la salud. Se sabe que incluso algunos de estos microorganismos están involucrados en la prevención del cáncer de colon. Adoptar determinados hábitos de vida es básico para mantenerla en buen estado, y puede resultar crucial en determinados casos:

  • Si se están tomando fármacos. Si revisamos los medicamentos que lideran las ventas en la Seguridad Social española veremos, con o sin asombro, que entre los primeros se encuentran los protectores gástricos. Esto no se debe esencialmente a que los españoles comamos mal o tengamos problemas digestivos primarios, sino sobre todo a la necesidad de muchos pacientes de proteger su aparato digestivo de las acciones secundarias de otros medicamentos.

Junto a la prescripción de un protector gástrico se debería ofrecer una buena educación sanitaria sobre cómo cuidar y proteger el aparato digestivo.

  • Si no se está llevando una alimentación equilibrada. El doctor Mayr (1875-1965) equiparaba las funciones del intestino con las que las raíces desempeñan en los vegetales. Estas deben estar sanas para la que la planta sea capaz de establecer un buen contacto con el medio a fin de absorber y desarrollar nutrientes.

Desde el contexto de cuidar el intestino para mejorar la salud, estas son nuestras recomendaciones:

1. Adaptar la dieta

La alimentación es uno de los elementos más notables que repercute en la buena salud del intestino. Un problema intestinal puede depender de una intolerancia alimenticia. Esto es fácil de entender en el lactante en su proceso de maduración para adaptarse a otros alimentos que no sean la leche materna, pero también puede suceder en el adulto si en su adaptación al entorno hay alimentos o situaciones que no tolera.

  • En un caso así cabe moderar o suprimir los alimentos de difícil digestión: carnes, pescados, así como consumos excesivos de azúcar, harinas refinadas o grasas manipuladas industrialmente, lo que podría incluir la leche cuya grasa ha sido homogeneizada.
  • Para cuidar el intestino es preferible una dieta basada en cereales, legumbres, frutas y verduras. Conviene ser totalmente consciente del hecho de que estamos comiendo, de la importancia de la masticación, de la completa trituración y licuación del alimento.

Para cuidar el intestino es preferible una dieta basada en cereales, legumbres, frutas y verduras.

2. Prestar atención a cómo comemos

La alimentación es uno de los elementos más notables que repercute en nuestra salud: lo que comemos, lo que elegimos a través de la vista, el olfato y el tacto, cómo lo saboreamos, cómo lo masticamos y ensalivamos, cómo lo digerimos... Conviene ser totalmente consciente del hecho de que estamos comiendo, de la importancia de la masticación, de la completa trituración y licuación del alimento.

  • El movimiento de las mandíbulas estimula las glándulas salivares y la saliva predigiere los carbohidratos. Fritz Perls, creador de la terapia gestalt, opinaba que aprender a masticar significa aprender a enfrentarse a los problemas y a afianzarse en el mundo. Hay que intentar distinguir a fondo los olores y sabores para así disfrutarlos más intensamente.
  • No hay que llevarse un pedazo a la boca sin antes haber masticado y tragado el anterior. Al masticar bien se come menos y se percibe mejor cuándo uno está saciado. Es suficiente comer tres veces al día. El sistema gastrointestinal podrá hacer los descansos necesarios y, si se come a horas regulares, ayudará a que las funciones de la digestión se desarrollen de forma rítmica.
  • Comer cantidades pequeñas muchas veces al día solo tiene sentido en casos excepcionales (como enfermos graves). Cada uno ha de entender su propio ritmo, pero hace miles de años que la medicina china descubrió que el estómago trabaja mejor en la mayoría de personas durante la mañana. La digestión es óptima entre unos máximos y unos mínimos de temperatura.
  • A veces observamos cómo los animales esperan pacientemente a que su comida se enfríe o se caliente. Es importante beber más entre las comidas y menos durante ellas.

3. Ayunar alguna vez

Ayunar de vez en cuando es una buena práctica higiénica. En el ayuno solo se ingieren agua, infusiones, caldo vegetal y zumos naturales. Como no se come nada sólido, el sistema digestivo se reorganiza, como el cerebro durante el sueño.

Las toxinas, preparadas en el hígado para ser expulsadas, se evacuan a través de la mucosa intestinal, los pulmones, la piel y los riñones. La mucosa intestinal se desprende de sus incrustaciones e impurezas; poco a poco vuelve a participar ella misma en el proceso desintoxicador.

4. Realizar una limpieza intestinal

A los médicos naturistas se les llamó en algún tiempo los "médicos lavativa", ya que hicieron un uso profuso de ese recurso para tratar una gran variedad de patologías. Hoy día la lavativa tiene un uso restringido a situaciones muy concretas de obstrucción, aunque por otro lado se han desarrollado aparatos para realizar lavados intestinales a diferentes presiones, quizá con un uso algo abusivo, tanto en frecuencia como en patologías en las que podrían estar contraindicados.

Esto ha dado lugar a un sinfín de problemas secundarios que quizás no deberían atribuirse a la técnica sino al mal uso que se hace de ella. Mi opinión personal es que cuando hablemos de limpiar el intestino con agua pensemos más a menudo en introducirla por la boca en vez de por el ano, ya que no es su vía natural.

5. Dar dos buenos masajes

Hay dos tipos de masajes que pueden ayudar a mejorar la salud de nuestros intestinos:

  • Tratamiento del abdomen según Rosendorff. Por la noche o por la mañana, la persona se tumba de espaldas en la cama, relajada, y se pasa una mano suavemente por el vientre. Empieza por la parte externa, con movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj, para luego ir acercándose cada vez más al ombligo y volver a alejarse. El tratamiento se realiza lentamente y se repite algunas veces. Luego se pasa la mano de arriba a abajo por el vientre, empezando debajo del pecho, en el arco costal.

El brazo tiene que guiar a la mano durante todos los movimientos a fin de que el roce siga siendo suave y se adapte al perfil del cuerpo.

  • El masaje táctil del abdomen del doctor Mayr. Para realizarlo, el médico o el paciente palpan con mano cuidadosa el estado de cada segmento intestinal y lo tratan con movimientos en los que va ejerciendo pequeñas presiones, que aumentan y disminuyen en una serie rítmica la presión interior del abdomen. Con ello se aumenta la actividad específica del intestino, mejora la circulación de la cavidad abdominal, se estimulan las glándulas digestivas, se purifica la sangre y se mejora la respiración.

6. Apuntarse a los baños vitalizantes

Una finalidad indirecta de la hidroterapia es fortalecer el aparato digestivo y favorecer así los procesos de curación. Para ello pueden resultar útiles:

  • Duchas alternas matutinas. Se empieza con agua caliente y se va alternando con agua fría cuantas veces se desee, pero se acaba siempre con agua fría. Luego se seca el cuerpo con una toalla de lino, frotando con energía, para que la piel se caliente y revitalice.
  • Andar sobre el rocío. Si se tiene ocasión es tonificante andar descalzo sobre la hierba. Conviene tratar de sentir, durante cinco minutos, la tierra y el suelo frío. Hay que concentrarse en uno mismo, relajar los pies, darse cuenta de cómo se adaptan al suelo; por último, secarse los pies muy bien.
  • Compresa abdominal. Las compresas calientes Además facilitan la digestión y estabilizan los órganos digestivos.

7. Practicar ejercicio regular

Vale la pena reservarse tiempo cada día para realizar ejercicios de tonificación y movimiento de la musculatura abdominal, como los oblicuos girando, los rectos anteriores flexionando hacia delante y el transverso del abdomen metiendo y sacando la barriga.

Muchos ejercicios de yoga son beneficiosos para el tránsito intestinal. Lo más importante es que se realicen con lentitud, que el paciente se observe mientras los hace y que se dé perfecta cuenta de cuáles son sus límites.

Cuidar la flora intestinal

La calidad de un intestino depende de su flora y esta de lo que comemos. Se ha descubierto que existen distintas tipologías y que cada persona es un mundo al respecto. Comienzan a identificarse algunas familias cuya flora intestinal es muy parecida porque han heredado cepas de bacterias y formas de comer similares.

  • Química bacteriana: Mantenerse con buena salud dependerá tanto de las frutas y verduras que se ingieran como de las bacterias intestinales que se nutran a su vez de esas fibras. Puede haber más arteriosclerosis en personas que toman mucha carne porque esta hará que se desarrollen bacterias que a su vez generan productos que aumentan la arteriosclerosis.
  • La familia probiótica: En medicina hasta hace poco se declaraba la guerra a las bacterias; ahora estamos comenzando convivir con ellas y a elegir los grupos de bacterias que conviene alimentar para resolver uno u otro problema intestinal. Los probióticos no solo se utilizan para el síndrome de intestino irritable: la microbiota puede modificar la fisiología intestinal más allá del interior del colon, y se dispone de pruebas de la capacidad de los probióticos para modular las respuestas inmunes, modificar trastornos neuromusculares e incluso influir en el eje cerebrointestinal fuera del intestino. Los efectos de las distintas especies difieren. Hay que empezar a considerar la noción de los probióticos con sus nombres completos específicos.

Se ha comprobado que según qué cepas se utilicen puede mejorarse el dolor, las distensiones o la flatulencia mejor que con otras.

  • Alimentos con algo más: En el curado de las olivas, en los encurtidos, en la chucrut, en el desecado de las frutas, incluso en el agua mineral natural, aparecen estos probióticos naturales que mejoran el olor y sabor del alimento a la vez que ayudan al equilibrio de la flora intestinal.