El insecticida DDT y otros pesticidas organoclorados, muy persistentes en el medio ambiente, se prohibieron en 1972. Más de cuarenta años después, se siguen encontrando restos de DDT en la leche materna y en el cordón umbilical de los recién nacidos, y las hijas de las mujeres que fueron directamente expuestas a estos productos, concebidos para acabar con plagas y malas hierbas, tienen mayores probabilidades de padecer cáncer de mama.

Sin embargo, el problema de los pesticidas no acabó con la prohibición del DDT. La industria agroquímica introdujo nuevas moléculas (organofosforados, piretroides y neonicotinoides) que supuestamente se degradaban rápidamente y eran seguras para la salud. Pero las investigaciones científicas lo desmienten.

El 45% de las frutas y hortalizas analizadas en la UE contienen residuos de uno o varios pesticidas, algunos cancerígenos o tóxicos para la reproducción humana y de la fauna salvaje. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los pesticidas causan unas 300.000 muertes al año y millones de envenenamientos de diversa gravedad. Son especialmente sensibles los agricultores y jardineros, pero también las mujeres embarazadas, los fetos y los niños.

Cinco mitos cuestionados

1. Está todo controlado

Es lo que dicen las autoridades. Sin embargo, la lista de problemas de salud relacionados con los pesticidas sigue creciendo: retraso en el desarrollo cognitivo de niños expuestos, alteraciones de conducta, defectos de nacimiento, mayor incidencia de ciertos tipos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas, alteraciones del sistema reproductor y del sistema inmunitario...

Y problemas «menores», como dermatitis, arritmias, daños en el esperma masculino, asma, desórdenes menstruales...

2. No se superan los límites

Según la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA), en el 97% de los alimentos analizados hay residuos no mesurables o por debajo de lo permitido.

¿Podemos sentirnos seguros? No, porque no se tiene en cuenta el efecto cóctel, el impacto de ingerir decenas de pesticidas juntos, y se desestiman las consecuencias de la acumulación en el organismo. También habría que analizar la mezcla con otros compuestos que una persona consume a lo largo del día: aditivos, adyuvantes, disolventes...

3. Son cantidades inofensivas

Una persona ingiere una media de 0,4 mg de pesticidas por cada kilogramo de frutas u hortalizas. No parece una cifra desdeñable en absoluto. Y aunque algunos productos químicos pueden no suponer un daño aparente, en concentraciones extremadamente bajas ya comienzan a causar perturbaciones en el sistema hormonal.

En el útero, las señales hormonales que desencadenan el desarrollo del bebé son infinitamente pequeñas. Por otro lado, esas dosis se establecen para adultos, pero no para niños, bebés o fetos, todos ellos muy sensibles a las sustancias químicas.

4. Los nuevos son seguros

Los productos modernos, dicen, son seguros porque se biodegradan fácilmente y se descomponen. Entonces, ¿por qué se hallan niveles residuales en los alimentos, el suelo, el agua o el cuerpo humano? De hecho, según algunos expertos, cuando se descomponen son peores: determinados subproductos que se crean pueden ser de 100 a 300 veces más tóxicos.

5. Su efecto es local

La fauna y vegetación que se encuentra en los campos fumigados es la única afectada, dicen. Sin embargo hay evidencias de la diseminación del riesgo a través de aguas superficiales y subterráneas, del aire o incluso de la cadena trófica.

La atrazina convierte a los renacuajos en hermafroditas y los machos pierden testosterona; en las rapaces afectadas por el DDT la cáscara de sus huevos se debilita y pierden a sus polluelos; en la flora, los herbicidas reducen la biodiversidad; en la UE se ha perdido el 20% de media de poblaciones de abejas, pero en algunos países la cifra alcanza el 53%.

Cómo evitarlos

Alimentos ecológicos

Una forma sencilla de evitar el envenenamiento masivo es optar por los alimentos orgánicos. Otra opción es el cultivo doméstico en pequeños huertos. La idea de que la agricultura ecológica es menos eficiente y no es capaz de alimentar a la población es otro mito, según Claude Aubert, experto en agricultura ecológica.

Alternativas naturales

Para combatir las plagas, se usan sustancias más seguras (azufre, sulfato de cobre, neem, aceites esenciales o jabón de potasa) y extractos de plantas con ajo, guindilla... También se recupera la sabiduría de la agricultura tradicional de cultivos asociados para frenar malas hierbas, los insectos y para regenerar el suelo.

La idea de que la agricultura ecológica es menos eficiente y no es capaz de alimentar a la población es otro mito

Lavar o pelar la fruta sirve de poco

Lavar los productos de la huerta durante más de un minuto, a ser posible con agua templada y añadiendo un poco de bicarbonato sódico, es mejor. También pelar la fruta a costa de perder fibra, minerales y vitaminas. Estos hábitos pueden rebajar la dosis química ingerida, pero lo cierto es que los pesticidas persisten en las frutas y verduras incluso después de lavarlas o pelarlas, como aseguran los análisis del Departamento de Agricultura del gobierno de los Estados Unidos.

Desintoxicación en cuatro días

Los alimentos ecológicos deben ser la base de la nutrición, especialmente de los niños, las mujeres embarazadas y parejas que deseen concebir. Algunos estudios han atestiguado que, cuando los niños comen solo alimentos orgánicos, los metabolitos de los pesticidas presentes en la orina caen a cero en unos cuatro días.

No usar insecticidas o herbicidas en casa, el jardín o el huerto

Servicios de jardinería de algunas ciudades denuncian el uso masivo de glifosato en parques y jardines municipales, un pesticida comercializado con la marca Roundup (Monsanto), que está considerado por la OMS como «probablemente carcinógeno para humanos».

Pregunta a tu ayuntamiento por los productos que utilizan en guarderías, colegios y lugares de trabajo. Las plagas en estos centros suelen combatirse con potentes insecticidas. En todos los casos hay alternativas ecológicas.