En una época de progreso social marcada por el activismo feminista, de concienciación, y de aparente cambio sin precedentes, los datos muestran que persiste un área de desigualdad de género: la desproporcionada cantidad de trabajo parental que recae en las mujeres, independientemente de su origen, clase o estatus profesional.

Las mujeres que trabajan fuera de casa asumen el 65% de las responsabilidades del cuidado de los hijos, y sus parejas masculinas, el 35% (según datos de Pew Research y la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos). La cifra no ha variado en dos décadas, y nadie discute el trabajo empírico que demuestra que, a pesar de su creciente poder económico, las mujeres siguen viviendo una situación de desigualdad en el hogar.

La psicóloga y periodista de Nueva York, Darcy Lockman, decidió escribir su último libro Toda la rabia (Ed. Capitán Swing) movida por la propia vivencia de su maternidad y de todas las historias reales que iba escuchando y observando a su alrededor. En su libro, la autora parte de su propio matrimonio como caso de estudio, y se desplaza hacia el exterior relatando experiencias de un amplio abanico de mujeres que crían a sus hijos con hombres, visitando grupos de madres primerizas y especialistas pioneras en coparentalidad.

La cultura de la paternidad

Partiendo de su idea de que las relaciones progresistas se convierten en tradicionales cuando entran niños en el hogar, hemos reflexionado sobre estos temas junto a Lockman.

-¿Por qué la desigualdad entre hombres y mujeres se hace más evidente con la llegada de un hijo?
-Cuando llega un niño al hogar hay mucho más trabajo, y aunque es probable que la división del trabajo haya sido desigual antes de los hijos, no es tan notable porque no hay tanto que hacer. Las mujeres no lo sienten tan intensamente hasta que el trabajo de cuidar a uno o más hijos se suma a la carga que ya tenían antes de ser madres.

-Escribes desde América y nosotros te leemos desde Europa. Parece que los problemas de las madres son los mismos estés donde estés... ¿Estamos ante un problema global?
-El patriarcado es prácticamente un sistema mundial. En el patriarcado, las prioridades y necesidades de los hombres son lo primero. Las mujeres son relegadas informalmente a una posición subordinada en relación con los hombres, lo que por supuesto significa estar más a cargo del cuidado. Cuanto más sexista es la sociedad, o cuanto menor apoyo hay para las familias por parte del gobierno, más recae sobre las mujeres el “coste” total, por así decirlo, de criar a los hijos.

-Tú hablas de la “cultura de la paternidad”, ¿qué es y cómo afecta al sistema parental? 
-A medida que las mujeres han ido logrando una mayor igualdad en el lugar de trabajo, a medida que han abrazado la ambición fuera del hogar más plenamente, se ha desarrollado más ansiedad en la sociedad en torno a lo que les sucedería a los niños que estaban criando. Esto resultó en mayores expectativas de participación de las madres con sus hijos. El término que finalmente se acuñó fue “maternidad intensiva”. Una madre siempre debe poner a sus hijos en primer lugar, sin importar sus otras prioridades. Ésta es la regla tácita que hemos interiorizado.

El cambio social proviene de la necesidad

-¿Estamos más cerca de tener una sociedad igualitaria en los cuidados o es un mundo ideal todavía para la mujer?
-Tenemos la idea de que los padres son o deberían ser participantes iguales. Pero nuestros ideales y nuestros comportamientos no coinciden. El cambio social se produce a raíz de acontecimientos mundiales imprevistos. Por ejemplo, la idea de que las mujeres de clase media ocuparan un lugar de trabajo se normalizó durante y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las mujeres tenían que hacer el trabajo del país porque los hombres estaban en guerra. Cuando las circunstancias cambian, nuestros comportamientos cambian. Así que todos los ideales igualitarios del mundo no significan mucho.

-Si lo comparamos con la generación de nuestras madres y abuelas, es posible que sí, que podamos ver un cambio. ¿Cuánto tiempo crees que se necesita para ver un cambio real?  
-No creo que se trate de una cuestión de tiempo, sino más bien de una necesidad social, como en el ejemplo de las mujeres que trabajaron fuera del hogar en la Segunda Guerra Mundial. Durante el Covid, hubo un cambio social en un grupo de familias: familias en las que las madres eran trabajadoras esenciales fuera del hogar y los padres trabajaban desde casa. Cuando las madres no estaban disponibles, los padres intensificaron su participación, no por idealismo sino por practicidad. Este fue el caso en aproximadamente un 10% de las familias de los EE. UU.

Los científicos sociales se preguntaron si este era uno de los aspectos positivos de la pandemia, o si habría pequeños cambios en la igualdad de género en el hogar debido a esta necesidad. Recuerda: el cambio social proviene de la necesidad, no de los valores.

-En una época de activismo feminista, concienciación y cambio sin precedentes, los datos muestran que persiste la desigualdad de género ¿Qué estamos haciendo mal?
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No nos damos cuenta de cuánto internalizamos los valores sexistas al crecer en sociedades patriarcales. En el fondo, todos somos mucho más sexistas de lo que creemos. Si somos conscientes de ello, podremos tomar decisiones diferentes por nosotros mismos. Sin esta conciencia estamos destinados a vivir de una forma sexista, una forma que privilegia el bienestar y la felicidad de los hombres por encima del de las mujeres.

-La salud mental de las madres es un verdadero problema: carga mental, trabajo en casa y fuera, estrés, tensión entre las parejas… ¿Estamos las mujeres condenadas a no poder vivir bien cuando somos madres?
-No creo que estemos condenadas a ello, pero sin conciencia es probable que vivamos los valores de la sociedad de una forma incómoda. Es algo así como el dicho “quienes no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”, pero a nivel personal más que global.

El instinto maternal ¿existe?

-En tu libro hablas de temas controvertidos como el instinto maternal. ¿Por qué dices que no existe?
-La palabra “instinto” tiene un significado muy particular en biología. Significa algo que un miembro de una especie hace automáticamente sin aprender. Por ejemplo, un recién nacido buscará el pezón de la madre para alimentarse. Esto sucede sin ningún aprendizaje. Cuanto más grande es el cerebro de un mamífero, menos depende del instinto de supervivencia.

Los seres humanos apenas se basan en el instinto, salvo algunas excepciones. Todos los comportamientos que adoptamos cuando somos padres implican aprendizaje: cambiar un pañal, interpretar los llantos de angustia de un bebé, buscar cuidado infantil, preparar una bolsa de pañales... Decir que algo de esto es instintivo es un uso incorrecto de la palabra.

Todos los primates humanos, tanto hombres como mujeres, experimentan cambios hormonales que les permiten apegarse a sus hijos. No estoy diciendo que no estemos preparados para amar a nuestros hijos: ¡lo estamos, y los hombres también! Pero cualquier biólogo te dirá que usamos incorrectamente la palabra "instinto" cuando hablamos de “instinto maternal”, y yo agregaría que esto nos permite justificar el sometimiento de las mujeres bajo el pretexto de elevar su naturaleza amorosa.

-¿Por qué los hombres rechazan la responsabilidad en el hogar? 
-Porque, al igual que las mujeres, crecieron en sociedades patriarcales que privilegian los derechos de los hombres sobre los de las mujeres.

-¿Es suficiente con separar las tareas? ¿De qué manera una pareja puede conseguir ser más igual en el hogar?
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Las parejas deben comprender su propio sexismo internalizado y cómo eso afecta a su comportamiento. Una vez que una pareja acepta que ha internalizado los valores de una sociedad sexista, pueden luchar juntos contra esto, en lugar de estar en desacuerdo entre sí. Pueden tomar decisiones cuidadosas e informadas sobre cómo viven.

-Muchas parejas se organizan cuando ya se han divorciado. ¿Por qué se espera tanto?
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Es algo así como el ejemplo del Covid. Cuando las madres están fuera de casa por motivos de trabajo y los padres trabajan desde casa, los padres dan un paso al frente por necesidad. Si las parejas están divorciadas, la situación es similar. La necesidad genera cambios. Los valores no generan cambios.