Detrás del perfeccionismo se esconde el temor a dejarse ir, a descontrolarse, a dejar de ser uno mismo. Pero la excesiva rigidez provoca justo lo contrario: nuestra personalidad se empequeñece y se ahoga. Recuperar nuestro yo nos liberará de esta ansiedad.

Generalmente, se confunde la voluntad de hacer las cosas bien y el ser personas organizadas con el control y la búsqueda de la perfección.

Ambas cosas no son en sí mismas negativas, ya que son características que se pueden relacionar con personas que se implican en lo que hacen.

No obstante, el ideal de la perfección puede convertirse en un problema si deviene el objetivo único y último de nuestra existencia, una adicción.

Las consecuencias del exceso de perfeccionismo

Los efectos que produce el afán perfeccionista, la adicción al orden exagerado, son básicamente dos.

  1. Tener que cerrar cada vez más el mundo, hacer parcelas más pequeñas para poder controlarlo todo.
  2. Compararse permanentemente con los demás. Para sentirse perfecta, la persona perfeccionista busca la comparación constante, necesita asegurarse de que es la mejor en todo lo que hace. Se puede llegar a situaciones delirantes como que esta persona compita sobre temas que, seguramente, ni siquiera le interesan.

El equívoco en el que están sumergidos los adictos a la perfección es creer que, si son y actúan de esta manera, defienden su personalidad.

Confunden el hecho de tener una identidad con comportarse siempre de la misma manera, con esquemas fijos y siguiendo reglas estrictas.

Sienten que, si se relajan, si se "dejan ir", fallarán y su persona se desvanecerá junto con el error. La angustia los invade al perder sus puntos de anclaje, situados en el lugar equivocado.

¿Cómo podemos desengancharnos de la adicción al orden?

Por ese motivo, la labor principal de muchas de las terapias que abordan este problema es ayudar a la persona a comprobar que sí tienen identidad, una esencia propia, que no es más que la singularidad existente en cada uno de nosotros y que tiene que ver con lo que nos apasiona, con un estilo realmente propio de ver y sentir las cosas.

No se trata, como cree el perfeccionista, de la oposición entre seguir lo estrictamente establecido o caer en la nada, sino de rescatar todo lo que la persona ha ido borrando de sí misma en aras de un ideal de perfección.

Ganar seguridad interior

Cuando la persona encuentra lo genuino que hay en ella, percibe su auténtica personalidad y seguridad, y gana en soltura y flexibilidad.

Ya no hay miedo a que cambien las condiciones externas o que otros hagan cosas diferentes, porque ya sabe esperar o buscar en cualquier circunstancia la fórmula para sentirse bien.

Si antes su principal referente estaba situado en el exterior y en cómo controlarlo, ahora está puesto en su interior, siempre estará allí.

Lo externo ya no es desestabilizador; ahora sirve de apoyo.