La fiesta hace la comida, así como la comida hace la fiesta. Esta estrecha relación entre lo que comemos y lo que celebramos alcanza su punto culminante en Navidad, aunque todas las comidas festivas presentan características comunes.

En lo nutricional se trata de comidas que priorizan la presencia de grasas, proteínas y azúcares que le proporcionan los toques de densidad y dulzor. Se eligen alimentos que, bien sea por su escasez, su coste o su sabor gozan de elevado prestigio, elaborándose con ellos platos que no se encuentran en las mesas cotidianamente.

Y aún hay otro elemento que certifica la fiesta: la copiosidad, la generosidad en las cantidades, que marca diferencias entre lo extraordinario y lo ordinario.

¿Es conveniente adoptar un plan estratégico para evitar que la Navidad nos ponga kilos de más? Si nuestra dieta ya es saludable, no resulta necesario ningún plan previo o posterior a la Navidad. Pero, si  no llevamos igualmente una dieta totalmente saludable, conviene hacer modificaciones, pero no sólo porque se encuentre la Navidad de por medio, sino para corregir los desequilibrios nutricionales.

1. deja los excesos de navidad para navidad

A cada fiesta o celebración se le pone su acento según cada influencia cultural. En nuestro país en Navidad no falta el turrón en la mesa. Otros platos característicos son los asados, así como platos a base de col lombarda o cardo.

En Cataluña están los canelones o la escudella. Todos tienen en común el anunciar la Navidad. Sin embargo, es necesario no perder de vista que estos homenajes a la cultura, a las tradiciones y al paladar tienen que ser digeridos y asimilados por el organismo. Y, a diferencia de nuestros antepasados, el problema es que hoy en día estos excesos dietéticos son la norma y no la excepción.

Por ejemplo, el turrón se empieza a comer ya un mes antes de que empiece la Navidad y a veces se sigue comiendo uno o dos meses después.

Antes la dieta habitual era más rica en hidratos de carbono y pobre en productos animales. Hoy los productos animales están presentes de forma habitual en muchas mesas.

En efecto, el estómago como primer receptáculo y nuestro medio interno como destinario final, tienen que hacerse cargo de todo lo que les viene encima, que no es poco. Les obligamos a adaptarse a unas condiciones que tienen afortunadamente para ellos aires de excepcionalidad.

Y, qué duda cabe, nos conviene tener muy en cuenta cuáles son sus capacidades y limitaciones, puesto que rebasarlas puede a acarrear problemas.

Se plantea pues la necesidad de lograr una armonía entre el cuerpo y la mente, la salud y el placer, entre el comer bien y el comer bueno, cuestiones éstas que demasiado a menudo vivimos de manera disociada, incompatible.

Para algunos, que se toman la vida en blanco o negro, les resulta muy fácil posicionarse, pues o bien se abonan a los excesos sin valorar sus consecuencias o bien levantan altares al ascetismo profetizando en aras, dicen, de la salud, la renuncia y la abstinencia.

Pero la riqueza de la vida son los matices, y entre estos dos extremos hay una infinidad de puntos intermedios. Tenemos la responsabilidad cada uno de nosotros de situarnos en aquél donde se integren el máximo número de satisfacciones de distintas modalidades.

Desde un punto de vista nutricional se puede dar luz verde a las celebraciones, pero siempre que se vivan como situaciones puntuales en el marco de una dieta saludable y estén presididas por el sentido común.

Afortunadamente, nuestro estado nutricional no está a merced de tomas ocasionales, sino que en general es el resultado de nuestro comportamiento alimentario global.

Desde esta perspectiva, y al margen de criterios éticos o ideológicos, resulta más problemático desayunar mal cada día que comer más de la cuenta en Navidad.

¿Es más sano "dejarse ir" en las fiestas y ponerse "a régimen" después? No, Ninguno de estos dos choques, el de la abstinencia o el del exceso, resultan convenientes, y menos aún cuando se van alternando.

Tanto el peso corporal como la salud se benefician más de la moderación constante que de la dinámica de tomar medidas heroicas para compensar culpas y excesos.

2. planifica bien tus menús festivos

Con buen criterio Paracelso ya decía: "Cualquier sustancia puede ser medicina o veneno sólo depende de la dosis".

Aunque ello no obsta para seguir las prescripciones individuales que resultan de obligado cumplimiento para muchas personas,como no comer alimentos con gluten si se es celiaco o vigilar la ingestión de azúcares en el caso de diabetes.

Sin duda una de los más importantes es estar en contacto con nuestro organismo.

Masticando y paladeando bien los alimentos percibiremos más sensaciones agradables comiendo menos, también haciendo caso a las señales de saciedad.

Por otro lado,es conveniente apostar por alimentos vegetales para compensar la preponderancia de carnes, pescados y mariscos típicos de estas fechas.

Unos entrantes ligeros que tengan las verduras y hortalizas como protagonistas facilitarán la digestión. Tomar un poco de piña al final de la comida facilita la digestión de las proteínas.

Aquí tienes ideas para planificar un menú delicioso sin caer en excesos:

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3. no te pases comprando alcohol

Ten en cuenta que una copa de vino o de cava de 100 ml aporta unos 9 g de alcohol y cada gramo de alcohol aporta 7 calorías. Es decir, una copita de cava suma 63 calorías a tu organismo.

Conviene recordar que, en la actualidad, se considera recomendable no superar la toma de 25-30 g diarios de alcohol, y ello, por supuesto, cuando no existe contraindicación.