Cuando cambiamos a una alimentación más consciente, al inicio hay platos que echamos de menos. Suelen ser platos tradicionales que llenan un vacío emocional o nostálgico, de fácil preparación, altos en carbohidratos y procesados, como panificables, harinas, lácteos, excitantes, azúcares y refinados, repostería clásica, fritos, snacks dulces y salados... Es lo que en inglés se conoce como comfort food, ya que requieren el mínimo esfuerzo de preparación y al consumirlos nos reconfortan.

¿Por qué te apetece tanto darte un capricho?

Estos platos "reconfortantes" se suelen consumir en respuesta a un estrés emocional. Son pequeños desahogos que calman y se convierten en un hábito difícil de cambiar.

Por eso se acaba abusando de ellos, aunque no nos sacian ni nos nutren y el hábito de consumirlos acaba generando condiciones de salud no deseables, como exceso de grasa abdominal, diabetes, colesterol, hipertensión arterial, problemas intestinales o un cuerpo sobrealimentado pero con carencias nutricionales.

Reconducir el deseo y elegir tentaciones saludables

Lo mejor en estos casos, más que escuchar al cuerpo, como se suele decir, sería intentar volver a sintonizar con tus sensaciones para comprender qué nos quiere decir el cuerpo. De este modo podremos ofrecerle alimentos que nutran y que nos calmen al mismo tiempo.

Se trata, por tanto, de reconducir el deseo: el cuerpo nos puede pedir patatas fritas y pizza con bebidas gaseosas azucaradas, pero eso no quiere decir que se lo debamos dar. Podemos reflexionar sobre qué otras opciones saludables cubren estos deseos y recurrir a ellas.

Por ejemplo, si el cuerpo pide fritos o lácteos, le podemos ofrecer alimentos ricos en grasas saludables como el aguacate, semillas y frutos secos o aceites vírgenes de primera presión en frío. Sustituimos así las grasas malas por grasas buenas.

Por qué pide el cuerpo lo que pide

En cualquier caso conviene tener en cuenta qué pueden querer decir realmente esos deseos de "comer mal" o, en otras palabras, qué significan tus antojos:

  • Si te apetece mucho salado: puede ser que el cuerpo esté diciendo que necesita minerales, en especial calcio. Piensa en alimentos ricos en estos nutrientes: hojas tiernas oscuras, algas, almendras, chía, sésamo.
  • Si deseas dulce o almidones. Puede que necesitemos glucosa, sodio, cromo o aumentar la serotonina o la dopamina. En ese caso son ideales las frutas dulces o deshidratadas, como plátano, dátiles, bayas goji o vegetales como el brócoli y el alga dulse.
  • Si anhelas algo cremoso y dulce. El cuerpo puede precisar magnesio, cromo, proteínas, fósforo, azufre y aumentar los niveles de serotonina y dopamina. Podemos pensar en incluir frutos secos y semillas, aguacate, cacao, semillas de cáñamo, algas u hojas verdes tiernas y oscuras.
  • Si tienes fijación con el café. Te ayudarán el hierro y los alimentos que contribuyan a aumentar la serotonina, como bayas goji, moras blancas, physalis, semillas de cáñamo, cacao y calabaza, hierba de trigo o algas nori.
  • Si hay ganas de chocolate. Puede ser que necesitemos magnesio, vitamina B6, antioxidantes y aumentar la producción de serotonina. En vez de chocolate refinado, el cacao puro sería ideal, pero también las nueces, las semillas de calabaza, chía y cáñamo, las algas, el açai y el arándano, la espirulina o la chlorella.