Entre vivir con corazón –abierto a la vida y comprometido con ella– y hacerlo solo a base de cerebro, receloso e intentando controlarlo todo, media un abismo.

El doctor Dietrich Grönemeyer, conocido en Alemania por sus investigaciones en el campo de la medicina natural y por su defensa del medio ambiente, tiene bastante que decir al respecto. En su libro Vive con corazón y alma sintetiza sus propuestas en siete puntos.

1. Vive conscientemente

Es decir, vive ahora, aprovecha tu tiempo. Por larga que sea una vida, no hemos hecho más que llegar desde algún lugar desconocido cuando volvemos a desaparecer en otra realidad infinita. Lo que enseñan las personas que asumen el hecho de que tienen los días contados –por ejemplo, al recibir un diagnóstico grave– es que es necesario buscar la máxima intensidad y coherencia.

Eso significa saber priorizar en las experiencias cotidianas: atender a quien lo necesita, cuidar el cuerpo, disfrutar de la mirada de un niño… Si el comportamiento obedece a reflexiones y decisiones propias, el tiempo no se escapa, o al menos deja un poso más rico. La sensación de que los meses y los años se pierden tiene que ver con el dejarse arrastrar por necesidades que no son vitales.

En nuestros días, la adicción a las tecnologías es también una causa de pérdida de tiempo. Desde luego, se puede estar conectado sin perder el tiempo, a condición de que sintamos profundamente que estamos haciendo lo que queremos y toca hacer en cada momento.

Relajarse, centrarse, meditar son palabras que aluden al valor de retornar a uno mismo y hallar el propio ritmo o modo de relacionarse con el tiempo.

2. Responsabilízate de ti mismo y sirve a los demás

La frialdad y la desconfianza parecen crecer. Antes era normal celebrar un encuentro, hoy puede bastar un apretón rápido de manos mientras se desvía la mirada. Las principales causas del enfriamiento parecen ser el temor y la ruptura de las relaciones de apoyo mutuo entre las personas.

Se tiende a sustituir las ayudas de familiares, amigos y vecinos por los contratos con compañías aseguradoras o los servicios del Estado. Cuando estas alternativas fallan, la sensación de desamparo es total. Por eso es preciso recuperar las relaciones cercanas basadas en el afecto. Necesitamos estar rodeados de personas que nos escuchen, sonrían y aprecien.

Si se espera este trato afectuoso,se debe empezar por dárselo a los demás. La competitividad y el egoísmo se contrarrestan con generosidad y amor fraternal. Para ser capaces de comportarse de esta manera, hay que empezar por desterrar el miedo de uno mismo. Toda persona debiera sentir que es capaz de cuidar de sí misma, si es preciso recurriendo a una psicoterapia. El ambiente familiar, la escuela y el entorno social no deberían inhibir ese potencial.

Implicarse en el mundo

Conviene implicarse en los retos de la sociedad a niveles local y global:

  • Ayuda mutua. No podemos dejar nuestra seguridad y bienestar en manos del estado o los bancos. debemos recuperar los lazos de ayuda mutua en el entorno más próximo.
  • Solos y en grupo. los grupos donde las personas se ayudan potencian la autoestima de cada uno. los individuos reconocen en ellos sus capacidades, así como la fuerza del grupo.
  • Valores globales. La espiritualidad proporciona valores universales que se aplican tanto sobre las personas que nos rodean como sobre la humanidad entera.

3. Disfruta de la vida y supera el sufrimiento

A veces se interpretan el esfuerzo y el dolor como contrarios al bienestar y se intenta eludirlos por todos los medios. Pero de esta manera se renuncia a experimentar la alegría que supone lograr un objetivo, o el sentimiento de haber superado e integrado experiencias dolorosas que, por cierto, son inevitables.

Saber que se puede hacer frente a una dificultad y que más tarde vendrá una alegría permite mantener constantemente una actitud positiva, en vez de ser arrastrado por la corriente de frustraciones y euforias pasajeras. La felicidad no es un estado banal de alegría momentánea, sino una experiencia de fondo, fruto de un arte de vivir. Sobre la posibilidad de ser feliz influyen factores como la satisfacción con el trabajo, la familia y los amigos.

En todos esos terrenos se pueden tomar decisiones adecuadas. Pero el arte de vivir supone ante todo capacidad para lidiar con el sufrimiento y con los aspectos más difíciles de la vida. Por ejemplo, entraña saber despedirse, perder a un ser querido y seguir viviendo a pesar de ello con esperanza.

También con aceptar las enfermedades e incapacidades. En el día a día, disfrutar significa percibir conscientemente las actividades básicas: comer, moverse, reír, bailar... Muchos bienes que se pueden comprar con dinero proporcionan un placer fugaz como un suspiro. Las cosas que producen más disfrute y placer tienen que ver con los afectos y el mundo interior, que puede compartirse a través del arte y la espiritualidad.

4. Sé como un niño, conserva el espíritu del principiante

Albert Schweitzer, médico y premio Nobel de la Paz, aconsejaba "sé como un niño", lo que para él significaba "sencillez y originalidad en el pensar, sentir y querer, que siempre tenemos que conservar, que tenemos que restablecer una y otra vez, para no dejar que nos pierda lo que nos llega desde el exterior".

Las experiencias infantiles nos moldean. Grönemeyer recuerda su infancia como una vida pegada a un balón, y no duda en calificarla como una época maravillosa en que su personalidad se forjó. Los adultos no debieran dejar de jugar, pues significa estar abierto a la sorpresa. De los niños resulta ejemplar su capacidad ilimitada para entusiasmarse y sobre todo para pensar y actuar sin dejar las emociones a un lado.

5. Sal al encuentro de la vejez y no huyas de ti mismo

El prestigio de la vejez está probablemente en las horas más bajas de la historia. Pero los ancianos tienen experiencias y conocimientos que nos enriquecen a todos. Enseñan, por ejemplo, a comportarse serenamente y sin precipitarse.

Ya lo escribió Cicerón: "No es la fuerza del cuerpo, ni la oportunidad o rapidez de los miembros lo que consigue grandes hazañas, sino el conocimiento, la experiencia y el juicio; y estos suelen enriquecerse con el paso de los años, no empobrecerse".

Aceptar las cualidades de la vejez resulta además imprescindible para madurar. A cierta edad comienza la liberación de preocupaciones y ataduras banales, relacionadas con falsas necesidades, sobre todo materiales. En la misma medida se aprecia más intensamente el contacto con lo esencial. El amor de muchos ancianos por los niños pequeños es una prueba enternecedora.

Si el proceso de envejecimiento va bien, nos acerca al conocimiento del sentido de la vida. Quizá un conocimiento completo requeriría varias vidas, pero muchas personas mayores tienen respuestas y sensación de que hay un orden, de que una parte de sí mismos continuará existiendo.

6. La vida es un regalo hasta el final

Grönemeyer no evita el tema de la muerte en su obra, al contrario. Le marcó la temprana muerte de un hermano, la de su querido padre y la de amigos y pacientes. Además, en una ocasión, una caída desde una altura de diez metros en la montaña provocó que su vida entera pasara delante de sus ojos en una fracción de segundo y solo ha podido definir la experiencia como maravillosa.

Lo mismo cuentan las personas que han vivido una experiencia cercana a la muerte. El mensaje de Grönemeyer es que no se puede vivir con miedo a la muerte. El temor agua la fiesta de la vida. Es un conocimiento que cada uno debe conquistar por sí mismo, pero Grönemeyer está convencido de que el mayor regalo de la vida es que en lo más profundo no estamos aislados porque todas las almas están unidas entre sí.

7. Comprométete con el entorno donde vives

Nos reconciliemos o no con la muerte, el reto inmediato es vivir la vida. Y la existencia se desarrolla en un entorno físico y social inmediato que conviene conocer y cuidar.

La vida en el pueblo o en el barrio, en la pequeña región, es donde podemos desarrollar nuestro potencial y satisfacer las necesidades auténticas, como formar parte de algo mayor, recibir y entregar afecto o ser útil a los demás. Es decir, es el lugar donde llevar una vida humana, donde devolver y agradecer lo que nos ha sido dado.