Eva Julián es música, compositora y etnomusicóloga especializada en bioacústica, la ciencia que se ocupa de investigar los efectos de los sonidos en el cuerpo humano y sus aplicaciones terapéuticas.
Lleva investigando los sonidos de la naturaleza desde 1985 y realizando grabaciones por variados lugares naturales del planeta para diseñar y personalizar ambientes sonoros terapéuticos para hospitales, centros médicos, personas con necesidades específicas o en procesos vitales de cambio.

Recoge y difunde su trabajo en su proyecto Sound and Life, donde sostiene que esos sonidos que ha recopilado ayudan a los seres vivos a desarrollar estados de conciencia más en armonía con la tierra y con el cosmos.

Todos sus sonidos naturales son grabados en lugares para ella sagrados, en estado de meditación y de agradecimiento. No tienen recortes, ni añadidos ni, como ella misma afirma, “mensajes subliminales”.

La música sanadora de la naturaleza

Hablamos con Eva Julián sobre su trayectoria y sobre el poder de la naturaleza para reconocernos y responder a nuestra presencia.

–¿Qué te llevó a interesarte por el poder terapéutico de los sonidos naturales?
– Nací en las llanuras de Lérida, pero a los 7 años me ingresaron en un internado religioso situado en las montañas de Andorra, y en este internado permanecí como única interna, sola, ¡durante 7 años! En aquellos bosques no viví grandes hazañas, solo me acurrucaba junto a los robles o entre las piedras y sintiéndome en paz escuchaba lo que para mí era la más hermosa de las voces, el viento jugando con las hojas de los árboles. En esa ensoñación podía conectar con un propósito de vida más allá de la frialdad del internado.

A los 14 años, cuando salí al mundo, y al descubrir la vida “normal”, enseguida comprendí que no podía compartir mis experiencias, porque nuestro mundo se rige por otra mirada, una mirada de separación, donde el bosque es un espacio hermoso, pero sin alma, sin voz, y sin capacidad de interactuar inteligentemente con cada uno de nosotros. Intenté silenciar mi mundo, pero cuando me plantaba delante de una montaña, la podía sentir y escuchar viva dentro de mi corazón. Aquello marcó mi camino.

Sonidos naturales terapéuticos - Eva Julián
Eva Julián

–Propones que nos comuniquemos más con la naturaleza. ¿Por qué?
–Cada vez que visitas un espacio natural y abres tu corazón hay una canción muy especial que suena para ti. Una canción que tiene que ver con tu historia personal, con tu proceso y con tu propósito. Una canción que, si te paras a escucharla, a sentirla, con los ojos y el corazón de un niño, sin juzgar, sin analizar, solo entregándote, te va a permitir conectar con una sabiduría interna altamente coherente y conectada con el todo.

"La música de la naturaleza te permite conectar con una sabiduría interna altamente coherente y conectada con el todo"

–¿Cómo podemos las personas comunicarnos con la naturaleza?
–Hay muchas maneras de relacionarse con la naturaleza, posiblemente tantas como personas, pero hay algunas que te permiten conectar con la ancestral mirada desde la cual nuestros antepasados fueron capaces de comunicarse con los seres de la naturaleza y reconocer la existencia de una gran mente que ordena el mundo natural.

Esta mirada les permitió estar en contacto con un gran universo de posibilidades donde el conocimiento, la intuición y la visión interna podían fluir con facilidad.

–¿Qué personas pueden enseñarnos esa mirada?
–Quizás te parezca que me estoy refiriendo a la antigüedad, pero no es así. Nuestra cultura nativa en Europa, permaneció viva hasta finales de los años 30. Pero, a partir de esa época límite, cientos de ancianos ya no pudieron transmitir el conocimiento recibido de sus ancestros a las nuevas generaciones que marcharon del rural para asentarse en las ciudades y no regresar.

–Tú pudiste conocer a personas que llegaron a transmitirte parte de ese conocimiento…
–Sí, en 1989 dirigí un trabajo de investigación de etnomusicología en el Pirineo andorrano que me permitió convivir con ancianos que vivían prácticamente aislados en las montañas.

Mi investigación duró 7 años, y a lo largo de ese tiempo esos hombres y mujeres sabias me abrieron las puertas de sus casas y las de su corazón, y me ayudaron a descubrir que su sabiduría no solo procedía de la observación de las leyes naturales de su entorno, sino que una gran parte de su cosmovisión era el resultado de su relación consciente con los seres de la naturaleza y con el gran espíritu que la habita.

"La sabiduría de aquellos ancianos era en gran parte fruto de su relación consciente con los seres de la naturaleza y con el gran espíritu que la habita"

–¿Cómo recuerdas aquella experiencia?
–Fue precioso acompañarlos en sus tareas y descubrir de qué forma reconocían el alma de cada uno de los árboles de un bosque, cómo descifraban los mensajes que les traía el viento y cómo acompañaban y bendecían el agua. Para mí, verlos actuar era como estar entre magos.

En las noches de invierno me cantaron sus canciones mágicas, sus secretas oraciones de sanación, me enseñaron las virtudes de algunas de sus plantas preferidas y los rituales para tratar con ellas. Me hablaron del especialísimo comportamiento del agua en fechas señaladas, y sobre todo me hablaron con gran devoción del poder del gran espíritu del bosque, y de las reglas y normas de conducta que el hombre tiene que respetar para no crear desorden y poder recibir los dones del gran espíritu.

–¿Cuáles son esos dones?
–Desde modular la climatología, incidir sobre las cosechas y la fertilidad de los animales, las mujeres y los hombres del poblado, sanar enfermedades de difícil cura y algo sumamente importante: el de saber recibir el consejo apropiado cuando se necesita.

Tengo que confesar que al principio pensé que eran preciosos cuentos y supersticiones derivadas de ancestrales costumbres animistas depositadas ancestralmente en la memoria colectiva, y con el mayor respeto y amor recopilé y guardé su legado sin ser verdaderamente consciente de la importancia que se escondía tras las formas…

–¿Qué cambió? ¿En qué momento comprendiste que ahí había algo más?
–Con el paso de los años, y al empezar a estudiar la complejidad de la tonalidad de algunas de las canciones que me habían cantado, y la sorprendente similitud que estas tenían con las frecuencias naturales que se producían en cada uno de los valles del territorio estudiado, me empecé a preguntar si no había algo más, algo que mi mente racional no me estaba permitiendo comprender.

"Algunas de las canciones que me cantaron tenían una sorprendente similitud con las frecuencias naturales que se producían en los valles de su entorno."

Así que el material que resultó de la investigación consiguió ser una documentación de alto valor para los habitantes del Pirineo, pero en mi interior me fui dando cuenta de que había muchos temas que no me había permitido incluir en el estudio, por la presión del entorno académico y por miedo a no respetar las creencias de la época.

Afortunadamente, aquel pequeño grupo de hombres y mujeres libres consiguieron sembrar en mi corazón la semilla de su mirada a pesar de las limitaciones de mi mente.

Sonidos naturales que curan - Eva Julián
Eva Julián

–¿Cuáles fueron los resultados de aquella investigación? ¿Hasta dónde te llevó?
–Bueno, siguieron años de intenso trabajo e investigación, donde se pudo medir y constatar de forma analítica y empírica que realmente se produce una respuesta del mundo natural ante nuestra presencia, y que esta respuesta se manifiesta y se puede observar en la modulación de las frecuencias que emana el ecosistema y obviamente en nuestra respuesta emocional y biológica cuando nos exponemos a ellas.

"Pude constatar de forma analítica y empírica que se produce una respuesta del mundo natural ante nuestra presencia."

–¿La naturaleza sería como una gran mente que todo lo ordena?
–Podríamos decirlo así. Después de pasar varios años de atenta escucha en los ecosistemas de muchos lugares de este planeta, me siento capaz de hablar abiertamente de una gran mente. Una gran mente con la capacidad de orquestar a las especies y a los elementos para que produzcan una sorprendente amalgama de frecuencias que unidas entre sí actúan como estabilizador biológico de los ciclos vitales de todas las especies, aportando a su vez equilibrio emocional y armonizando sus estados de conciencia.

–¿Estaríamos hablando de una naturaleza que nos canta para sanarnos?
– Hablamos de los baños de bosque, del paseo meditativo, de las propiedades de los fitoaromas emitidos por los bosques ancianos, pero nos continuamos olvidando una vez más del alma de los seres del lugar y de la gran canción que el gran espíritu del bosque teje bajo nuestros pasos.

–¿Cómo ha continuado esa labor de investigación? ¿De qué modo puede aprovecharse ese potencial sanador de la “música” de la naturaleza?
–Durante más de 22 años realicé muchas grabaciones, y gracias a lo experimentado durante mi niñez, lo aprendido de los ancianos y mis experiencias en la naturaleza me he especializado en realizar grabaciones de campo en un estado de conciencia que me permite reconocer y resonar con el alma y la identidad de los seres del hábitat. Esas grabaciones son tan especiales que se han convertido en mi medicina, en mi medicina del alma y en mi medicina del cuerpo.

"Realizo grabaciones de campo en un estado de conciencia que me permite reconocer y resonar con el alma y la identidad de los seres del hábitat."

–¿Puedes hablarnos de alguna de esas grabaciones? ¿Darnos algún ejemplo para que podamos entenderlo?
–Durante los primeros 5 años trabaje en silencio, solo realizaba grabaciones para mí, solo grababa por amor al agua y al viento… Pero una de mis primeras grabaciones siguiendo ya la técnica de la resonancia con el entorno fue una banda sonora que he llamado La cueva del agua, en la que se recoge la respuesta vibratoria del mar ante una necesidad de amparo.

Esa grabación ha aportado bienestar y consuelo a muchos seres desde entonces. Algunas personas la utilizan incluso como música para meditar.

–Resulta difícil no preguntarse si esto es real. ¿Cómo hacemos para conseguir tener una experiencia así en la naturaleza?
–Quizás te esperes una respuesta compleja, cargada de misterio, o acompañada de un manual de rituales lleno de condicionantes…, y sin embargo nada más lejos de la realidad.

La capacidad de comunicar con la naturaleza es algo inherente a tu condición de humano. Naces con ella y permanece junto a ti durante toda tu vida. Lo único que necesita para desarrollarse es que te atrevas a mirarte con sinceridad, a analizar cuáles son tus creencias límite.

¿Dónde está tu límite de lo real y lo irreal? ¿Hasta donde tu conciencia o tu educación te va a permitir aceptar un suceso o una experiencia como real? ¿Qué te pide el corazón? Cuando estás en la naturaleza, ¿fluyes y te dejas guiar por tu sentir natural, o estás más preocupado en llegar a un destino o actuar de acuerdo a las normas del grupo?

"La capacidad de comunicar con la naturaleza es algo inherente a tu condición de humano."

–¿Y por dónde empiezo?
–Puedes empezar por algo fácil y natural: cuando entres en un bosque, en un parque de tu ciudad, o te acerques al mar o a un arroyo, párate unos momentos, respira y mira con detalle todo lo que hay a tu alrededor y desde una mirada de respeto gestiona un acto interno de reconocimiento hacia los seres vivos que hay a tu alrededor: “Te reconozco, gracias por estar, gracias por tu labor.”

Hazlo desde el respeto. Aunque solo sea una vez, pruébalo, y a continuación escucha qué es lo que sucede en tu interior, cómo responde tu cuerpo, cómo responde tu corazón.

–¿Así de fácil?
–Posiblemente las primeras veces te surjan muchas dudas, o te encuentres luchando con resistencias tipo ¿Le estoy hablando a un árbol?... Pero pon confianza y observa, porque cuando te sientes reconocido por un ser de la naturaleza te descubres parte del todo, y algo en tu vida cambia. Es algo grande. Es el destino de todos los seres humanos: volver a sentirse uno con la naturaleza.