Junto con Frederick Leboyer, autor de la obra Por un nacimiento sin violencia, Michel Odent es sin duda el investigador y divulgador que más ha luchado por un parto humanizado y no traumático para el bebé y la madre.
Nacido en Francia hace 80 años, se graduó en cirugía y pronto comenzó a ejercer la obstetricia. Fue el primer médico que introdujo en un hospital público (la conocida maternidad de Pithiviers, al sur de París), el llamado parto en el agua, utilizando piscinas inflables llenas de agua tibia a fin de facilitar el trabajo del parto a la madre.
También fue el ideólogo de las home-like birthing rooms (habitaciones con ambiente hogareño y acogedor) para un parto más íntimo.
Después de más de medio siglo atendiendo nacimientos tanto en hospitales como en hogares de Francia e Inglaterra, en la actualidad Michel Odent vive en Londres y junto a Liliana Lammers forma a doulas.
Dirige el Primal Health Research Center (Centro de Investigación en Salud Primal), cuyo objetivo es estudiar las primeras experiencias de vida, desde la concepción al primer año, y su incidencia en la salud y en comportamientos posteriores.
Michel Odent ha publicado una cincuentena de artículos científicos y es autor de once libros, traducidos a 21 idiomas, entre ellos: El bebé es un mamífero, Las funciones de los orgasmos, La vida fetal, el nacimiento y el futuro de la humanidad (todos ellos en Ed. Ob Stare), o La cesárea, ¿problema o solución? (Ed. Liebre de Marzo).
Intimidad y seguridad: las mejores condiciones de parto
–Después de haber trabajado como obstetra durante más de medio siglo, ¿cuáles diría que son las mejores condiciones para el parto?
–Sin duda los nacimientos más fáciles y rápidos suelen darse cuando no hay nadie alrededor de la mujer que va a dar a luz, solamente una comadrona o una doula –una figura femenina con experiencia que se queda con ella en silencio–, aportándole seguridad, asistiéndola solo cuando es preciso. Esta es una situación que las comadronas de hoy en día no conocen porque cuando vemos vídeos de nacimiento natural lo que observamos es a una mujer que está de parto rodeada de tres o cuatro personas que la miran: el padre del bebé, que puede ser o no el cámara, la comadrona, el ginecólogo… Lo que hay que redescubrir es que la primera necesidad de la mujer de parto es no sentirse observada, pero sí segura.
–¿Por qué ocurre esto?
–Estas necesidades no son particulares de la especie humana. Si un mamífero a punto de dar a luz ve que hay un peligro cercano detiene el parto. Las hormonas de la adrenalina que le permitirán defenderse o salir corriendo pararán momentáneamente el parto y luego lo podrá seguir cuando se sienta seguro.
"Los nacimientos más fáciles y rápidos suelen darse cuando no hay nadie en torno a la mujer que va a dar a luz."
–Está creciendo el número de partos en casa y de hospitales que realizan parto natural o en el agua. ¿Qué le parece?
–Hay que esperar que esta toma de conciencia no se limite a un pequeño grupo, que es lo que ocurre hoy. ¿Qué puede hacer este grupo que ha llegado a una cierta toma de conciencia para transmitirlo a la totalidad de la población? Creo que si queremos ser útiles y hacer a los demás partícipes nos debemos hacer "bilingües" mediante una combinación de lenguajes: el lenguaje de la intuición o del corazón y el lenguaje científico. Hoy se sabe por ejemplo que cuando una mujer da el pecho a su hijo libera un cóctel de hormonas del amor y se ha demostrado que eso tiene un efecto importante sobre el comportamiento del bebé. Hace treinta años era difícil transmitir estos conocimientos a los demás porque eran pura intuición y no nos acababan de creer, pero ahora es más fácil si ofrecemos una explicación científica.
Los interrogantes de la oxitocina
–Se recurre de forma bastante habitual a la anestesia epidural durante el parto para aliviar el dolor. ¿Cómo afecta esto al niño y a la madre?
–Es difícil contestar a esta pregunta con precisión porque la epidural casi siempre está asociada a otras intervenciones, la más frecuente es la perfusión de oxitocina sintética. Para dar a luz al bebé una mujer debe liberar una mezcla de hormonas. La principal es la oxitocina, que es muy importante porque contrae el útero para facilitar el nacimiento del bebé y la expulsión de la placenta; además es la hormona del amor, que interviene en la lactancia y en el apego emocional entre madre e hijo. Cuando una mujer recibe una perfusión de oxitocina en gotero se está reemplazando la oxitocina que la glándula hipofisaria debe liberar de forma natural, mientras que la epidural reemplaza las endorfinas, es decir, la morfina que la mujer libera por sí misma para soportar el dolor. Como estos sustitutos farmacológicos están asociados es muy difícil saber cuáles son los efectos secundarios de una intervención o de otra.
–Pero hay estudios que demuestran, por ejemplo, que la epidural dificulta la rotación del bebé…
–Sí, es cierto, y también que acorta el periodo de amamantamiento y la calidad de ese amamantamiento. Pero volviendo al tema de la perfusión de oxitocina: fíjese que me pregunta por los efectos de la epidural y también se habla en la estadística de los efectos de fórceps, de cesáreas, de ventosas, pero no de esta práctica en sí misma, como si fuese un detalle menor, sin importancia. No nos preguntamos si en una madre expuesta durante largas horas a esta perfusión de oxitocina sintética, en un parto inducido –algo muy común en nuestros días–, esta no atraviesa la placenta; o si la circulación sanguínea del bebé está inundada por esa oxitocina sintética; o si puede alcanzar el cerebro del niño; o si los niveles altos de dicha oxitocina en la madre pueden ejercer unos efectos concretos sobre células receptoras en los pechos de la mujer que van a desempeñar un papel importante en la lactancia, porque el reflejo de eyección de leche depende del sistema de la oxitocina... Hoy todo esto no se tiene en cuenta y creo que es de enorme importancia.
–En la sociedad del bienestar a las mujeres se nos ha hecho creer que no podemos parir por nosotras mismas y el miedo a no poder soportar el dolor nos lleva a solicitar una mayor intervención. ¿Cómo podemos retomar la confianza en el parto que tenían nuestras abuelas?
–Nuestras abuelas también tenían miedo. Desde tiempos inmemoriales se ha socializado y ritualizado el parto, se ha hecho creer a la mujer que no podía parir por sí misma si no había un experto que la pudiera ayudar. Un ejemplo muy sutil es que a través de los siglos se ha transmitido la idea de que cuando un niño nace hay que cortar el cordón y, claro, eso significa que tiene que haber alguien más para hacer eso. Hoy en día sabemos que no existe ninguna necesidad fisiológica de cortar el cordón.
–¿Debemos entonces remontarnos muy atrás en el tiempo para encontrar una idea diferente de nacimiento?
–Sí. Hay documentos que nos dicen que en sociedades que aún no conocían la escritura las mujeres se aislaban para parir, se iban al bosque o a una cabaña especial. Hasta que los partos se empezaron a socializar y fueron cada vez más difíciles. Y como eran más difíciles eran dolorosos, y porque eran dolorosos buscamos medicamentos para reemplazar hormonas naturales que las mujeres no pueden liberar en esas circunstancias.
Tres tipos de cesárea y sus consecuencias
–Las mujeres que trabajan cada vez quieren tener un mayor control de su vida, incluso del parto. ¿Un reflejo de eso puede ser el aumento de las cesáreas programadas, sobre todo en clínicas privadas?
–Es cierto que existe una tendencia a industrializar el nacimiento, al igual que hemos hecho con la agricultura, estandarizándolo. En cuanto a la cesárea, hay que subrayar que hay varias clases de cesárea y que los efectos sobre el niño y la madre son diferentes según las circunstancias. Hay una diferencia entre la cesárea antes del inicio del parto, que es la cesárea programada, la cesárea que se realiza cuando el parto se ha iniciado pero no avanza en un punto, y la cesárea de urgencia.
–¿Qué diferencias son esas?
–Hemos de tener en cuenta que durante el nacimiento el bebé está muy activo, que participa al inicio del parto y que durante el parto se protege con hormonas que terminan madurando sus pulmones. De igual forma, el cuerpo de la madre también libera hormonas que preparan la leche y que ejercen un efecto notable en el comportamiento. Pues bien, cuando programamos una cesárea antes de que comience el parto no hay ninguna segregación de hormonas ni en el bebé ni en la madre, y a priori podemos imaginar que eso puede dar lugar a una perturbación importante. En la cesárea que se realiza cuando el parto ha empezado pero llega un momento en que no avanza, el contexto es diferente: la madre y el bebé están en un estado hormonal muy especial. Mientras que la cesárea de urgencia es la que tiene lugar cuando nos damos cuenta de que hay un sufrimiento fetal y el parto se convierte en una carrera entre el cirujano y la vida del bebé.
"La cesárea programada antes del inicio del trabajo de parto aumenta los riesgos respiratorios del niño."
–Desde el Centro de Salud Primal que usted dirige se estudia cómo influyen esta y otras formas de nacer en la salud de la persona. ¿Se sabe qué problemas puede favorecer una cesárea, por ejemplo?
–Hay estudios hechos en Finlandia sobre el asma en niños de 7 y 8 años y en adultos de 31 y 32 años, y en los dos casos la cesárea aparece como factor de riesgo, pero no se hace referencia a qué tipo de cesárea. Y eso sería muy útil, porque es bien conocido que la cesárea programada antes del inicio del trabajo de parto aumenta los riesgos respiratorios. Hoy es fácil estudiar la interacción entre los genes y el ambiente. El banco de datos del Centro de Salud Primal indica que existe un periodo crítico para ciertas situaciones. Por ejemplo, para el autismo el periodo crítico es el nacimiento, pero todavía es difícil determinar la naturaleza de ese factor de riesgo.
Salud primal: ¿qué impacto tienen el embarazo o el parto en la salud futura?
–¿El trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad puede guardar alguna relación con complicaciones en la gestación o el parto?
–Según nuestro banco de datos, el periodo crítico de este problema no se sitúa en el nacimiento sino en la mitad del embarazo. Si la madre ha sido expuesta a corticoides en ese periodo es un factor de riesgo, así como soportar niveles de ansiedad muy grandes o fumar.
–¿Hasta qué punto la forma de nacer influye en el individuo adulto que seremos?
–Esta es una pregunta difícil de responder porque somos seres humanos y no podemos utilizar los modelos animales. Cuando perturbamos el nacimiento de otros mamíferos los efectos se ven de inmediato, pero en los humanos no. La mujer que está embarazada puede anticipar un comportamiento maternal; en cambio el animal mamífero debe esperar al día en que su cuerpo libere un cóctel de hormonas del amor para poder parir e interesarse por su cría. Sin ese cóctel de hormonas se despreocuparía del cachorro.
Otra cosa es: si seguimos reemplazando las hormonas del amor cuando la mujer está de parto, si esas hormonas se tornan inútiles, ¿qué implicará para la civilización? Cuando un niño ha nacido por cesárea quizá sigue vivo gracias a esta intervención. El medio acultural puede compensar ese nacimiento no ideal. Pero, más allá, la cuestión es: ¿qué puede pasar en términos de civilización si todos los bebés nacen por cesárea?
–Técnicas como el rebirthing o la respiración holotrópica pueden ayudarnos a comprender aspectos de nuestro propio nacimiento?
–Es posible… Me llama la atención que esa generación de terapias regresivas que permiten, al parecer, revivir situaciones del parto, se desarrolló a partir de los años 70, una época en la que el parto se medicalizó enormemente: se incorporaron las máquinas electrónicas, los obstetras se multiplicaron… Y precisamente en ese periodo en que complicamos especialmente el nacimiento, buscamos formas de dar a luz de manera más fácil, recurriendo al parto en el agua y a otras opciones alternativas. Así surgieron la terapia primal –con el libro de Janov, El grito primal–, el rebirthing… La pregunta que me asalta es: ¿por qué de golpe surge esa necesidad de volver a vivir el nacimiento? Quizá porque internamente ya sabíamos cuánto iba a condicionar nuestro futuro la manera en que iniciáramos la vida.