Todos pasamos por momentos en los que pretendemos realizar algún cambio significativo en nuestra vida de mayor o menor envergadura: hacer una dieta para perder peso, aprender un idioma, dejar de fumar, cambiar de trabajo, conocer más gente...

En ese deseo de cambiar, a veces nos proponemos metas demasiado osadas, muy complejas o por encima de nuestras capacidades. Como, finalmente, no logramos nuestro objetivo, nuestra autoestima se ve mermada, lo que devalúa el concepto que tenemos de nosotros o nosotras mismas. Entonces, sin casi darnos cuenta, ponemos en marcha un diálogo de autocrítica que nos debilita. Entramos en una situación de desesperanza que nos daña: “Total, para qué lo intento, si no voy a poder”.

cambios

LECTURA RECOMENDADA

¡Si tu cambias, todo cambia!

Nadie lo puede todo de golpe. La manera de avanzar, de cambiar, de ganar terreno a nuestros problemas o carencias, es dar pasos cortos y decididos. Pasos que contribuyan a aumentar una maltrecha autoestima, mermada por expectativas infladas. Los pequeños objetivos reducen los miedos ante grandes desafíos, dan sensación de seguridad por el progreso. Lo nimio rompe bloqueos. Así, a la larga, el éxito es el resultado de acumular hábitos sencillos y modestos.

Se hace camino al andar

En esta época histórica que vivimos se nos vende el éxito rápido y sin esfuerzo por todas partes: “Pierda peso rápido”, “Gane clientes de forma fácil”, “Aprenda inglés en pocas semanas”…Queremos llegar al objetivo desde cero, y ya. Pero el acceso más rápido al fracaso es la impaciencia. Es como querer llegar a la cima de una montaña al día siguiente de proponérnoslo y sin preparación ni equipo adecuados. Eso garantiza el fracaso, lo que reduce nuestra fuerza y nos empequeñece.

En mi práctica psicoterapéutica, cuando una persona acude a consulta, siempre –antes o después– acabamos trabajando el aspecto del poder de las pequeñas acciones para conseguir los logros u objetivos que nos vamos planteando. Ocurre en todos los casos: cuando una persona se siente triste y sin recursos para dejar de estarlo; cuando no consigue perder peso o se siente sola e incapaz de entablar nuevas relaciones; cuando tiene agorafobia y siente miedo a salir de casa; si sus miedos le hacen sentirse incapaz de presentarse a un examen porque ha empezado a tener ataques de pánico…

Todas las personas comienzan en una posición de “no puedo”. Se sienten incapaces de realizar ningún cambio, con la sensación de que no hay solución posible. El objetivo saludable lo ven tan imposible, inalcanzable o inabarcable, que sienten que no lo van a lograr jamás. Sin embargo, reconocer sus limitaciones a la larga les hace más fuertes: se ven capaces.

¿Qué paso vas a dar hoy?

Nuestra capacidad de aprender poco a poco resulta un arma muy poderosa. El truco está en invertir con breves prácticas el tiempo suficiente hasta que, a medio plazo, se convierta en un hábito. No hace falta hacer mucho de golpe, pero sí algo cada día.

  • Calcula bien hacia dónde dar tu primer paso. El deseo de cambio a veces es una quimera sobredimensionada. Debemos partir de una planificación de pequeños pasos, donde cada uno de ellos, sobre todo el primero, se dé siempre desde el punto en el que se encuentra cada uno, no desde donde parten otros. Pregúntate: “¿Cuál es el primer paso que puedo dar en este momento para acercarme a mi objetivo?”. Por ejemplo, para una persona que se encuentra sumida en una depresión grave, su primer paso puede ser, simplemente, levantar un poco la persiana de su habitación.
  • Procura dosificar tu energía. Dar un gran salto o hacer un sprint nos acabará agotando y quizá eso impida que lleguemos a nuestro destino. Para avanzar, debemos medir nuestras fuerzas y graduar lo que podemos hacer cada día.
  • A veces hay que retroceder. La evolución se suele dar a modo de picos de sierra. Hay momentos de ajuste y desajuste, de subida y de bajada. Esto, lejos de ser negativo, es una oportunidad para reflexionar y aprender de los errores. Nos ayuda a no bajar la guardia y a recordarnos que hay que seguir haciendo leves modificaciones o afianzando las ya acometidas.

Avanzar dos pasos para retroceder uno no es un fracaso: es experiencia que crea confianza y autonomía.

  • Ten clara la dirección, no la meta. Los errores nos ayudan a tener más clara la dirección a seguir que el objetivo concreto. El situarnos en nuestra realidad en cada momento nos libera del peso de la meta, nos ayuda a redefinir esos pasos y a adecuarlos hacia una línea elegida.
  • Es mejor ser tortuga que liebre. Como en la fábula, si somos la tortuga descubriremos al final que al éxito se llega con los pequeños actos cotidianos que se van acumulando, grano a grano o paso a paso, hasta que, sin darnos cuenta, conseguimos subir la montaña. No debemos dejarnos llevar por la fantasía de lo que podremos lograr. No seamos como una liebre confiada. Cualquier proceso de cambio es una carrera de fondo, no de velocidad. La impulsividad suele conducir a la decepción. La constancia y la paciencia son nuestras aliadas más valiosas. Cuando menos te lo esperes, mirarás atrás y te darás cuenta de todo lo logrado.