Aunque "deseo" parece una palabra mágica, la verdad es que nuestra vida está hecha de deseos. Somos fruto de un deseo sexual, que hizo que nuestros padres se juntaran, expresando de forma natural lo que expresa un buen deseo, un impulso a disfrutar de la vida.

Pero este impulso comporta a la vez una total disponibilidad hacia el otro, una necesidad del otro junto con un darse al máximo. Así de fuerte es el deseo sexual que trasciende como gesto de amor y genera la vida.

Qué es el deseo

Subyace en nuestro cerebro más sencillo, el reptiliano. Es táctil, rápido, primordial, y nos sirve para sobrevivir, para saciar el hambre y la sed, para reproducirnos.

Actos y deseos sexuales como la gestación, el parto, el nacimiento, la lactancia, los abrazos o el deseo de alimentarnos y de disfrutar de la vida (la búsqueda de placer, en definitiva), están en la base de nuestra fisiología, pero también en la de nuestro más profundo desarrollo interior y espiritual, en la base de la convivencia y de las buenas relaciones con los demás.

Pero unidas íntimamente a este cerebro tenemos las emociones y la memoria, que se asientan y se completan con el deseo, la necesidad y la pasión.

Por qué el deseo es necesario

Mucha gente quiere borrar el deseo de su vida, tratándolo como un sentimiento animal, egoísta. Sin embargo, lleva implícita en sí la necesidad y la disponibilidad, el impulso de gozar y disfrutar de la vida que se nos ha concedido vivir en el inmenso espacio de eternidad.

Cuando nuestros deseos se combinan y conviven con los del otro se crea disponibilidad y se establecen relaciones y vínculos. La parte final del desarrollo cerebral aporta la inteligencia y con ella surge la confianza.

Todas estas relaciones y bases están estrechamente relacionadas en nuestro cerebro y si queremos cortarlas o prescindir de ellas aparecen las patologías. El psicópata se cuelga en el deseo, el depresivo en las culpas, el paranoico en la inteligencia sin emoción ni deseo.

Por ello es importante poder sentir y disfrutar de los deseos y aplicar la inteligencia en cultivar la confianza en los demás.

Desear lo que se quiere

Hace unos días revisaba un trabajo de la Universidad de Michigan que explicaba que en los hospitales, en situaciones graves, el paciente prefiere abstenerse sobre todo de realizar actos que conlleven peligro, como operaciones o vacunaciones. En cambio, las personas que asumen la responsabilidad sobre otros siempre toman la decisión de intervenir.

Mi consejo es que no dejes que nadie cambie tu deseo, ni en lo pequeño ni en lo importante. Haz lo que quieras hacer.

Pide y disfruta de los deseos, pero entiende que cada uno de ellos lleva implícita la necesidad, la disponibilidad y la confianza en ti mismo a todos los niveles (en lo físico, en lo emocional y en lo mental), y la confianza en los demás.

No dejes que nadie asuma por ti la capacidad y la responsabilidad de lo que deseas hacer.