Cada vez se habla más en nuestra sociedad de “disforia de género”, un fenómeno residual que acapara el debate político e ideológico y donde los profesionales se preguntan por qué aparecen de repente tantos niños y niñas y sobre todo adolescentes que dicen tenerlo. En España se ha contabilizado un incremento de solicitudes de un 500% en el periodo comprendido entre el 2017 y el 2019, pero hay regiones como Cataluña y Valencia donde se han disparado aún más después de la pandemia.

 ¿Qué le sucede realmente a quien padece malestar y angustia por disforia de género? ¿Cuáles son los criterios diagnósticos que se aplican en la actualidad? ¿Se trata de una moda inflamada al calor de las redes sociales o pueden estar influyendo aspectos psicológicos y vulnerabilidades previas que impactan con fuerza en las poderosas transformaciones del cuerpo adolescente y que hacen que estos no se sientan preparados para acoger los retos a los que esta nueva etapa vital les somete? O, simplemente, ¿debemos interpretar este incremento como debido a la reducción del estigma social y la posibilidad de visibilizarse? 

El debate en torno a la disforia de género

España no es el único país donde se produce este acusado incremento. Así, en el Reino Unido, por ejemplo, los casos aumentaron entre el 2009 y el 2018 hasta en un 4.000%. 
Sin embargo, la realidad es que, frente a este marcado incremento, un 80% de los casos diagnosticados como “disforia de género” de inicio tardío se desvanece al finalizar la pubertad y sólo un pequeño porcentaje transiciona. Entonces ¿por qué no procurar tomar este importante asunto con más calma?

El debate público se encendió cuando la Ley Trans abrió la posibilidad de resolver el malestar psicológico y emocional de los adolescentes con disforia de género dando la opción al empleo de intervenciones médicos-quirúrgicas a partir de los 16 años y sin consentimiento familiarMuchas familias se quejaron abiertamente de que la Ley no ha ayudado a dar espacio para pensar y tomar medidas sosegadas sobre el cuerpo de sus hijos.

Los expertos llaman a la calma para abordar cada situación particular y dar tiempo al adolescente para comprenderse, plantear alternativas y tomar decisiones informadas si quiere llevarlas a cabo, dado que algunas son de carácter irreversible y deben entender bien las implicaciones reales del tratamiento. 

¿Qué es la disforia de género?

La disforia de género fue un término acuñado por Fisk en 1974 que puede aparecer a edades tempranas en el niño/a, o bien en adolescentes o en adultos y que se manifiesta a través de expresiones de malestar y angustia por el desajuste entre la identidad de género, cómo una persona se siente y piensa acerca de sí misma, y el sexo asignado en el momento del nacimiento. 

Lo que se observa es que este sentimiento de malestar se incrementa al verse obligados a adoptar expresiones de roles de género tradicionales o bien ante la visión de los propios caracteres sexuales primarios o ya de adolescentes cuando desarrollan los caracteres sexuales secundarios (senos y menstruación en el caso de las chicas, vello facial y cambio de voz, en el cuerpo de los chicos, etc.), pues no se identifican con ellos. 

Con la certeza de pertenecer al otro sexo y de percibirse “encarcelados en un cuerpo equivocado”, asumen -socialmente hablando- roles y patrones que corresponden al género opuesto (por ejemplo, vistiéndose o llamándose con nombres pertenecientes al otro sexo). 

Un gran sufrimiento emocional

Pues bien, si bien el grado de malestar que cada persona experimenta difiere de una a otra, en algunas alcanza cotas de tal intensidad que puede abocar a desarrollar síntomas de depresión, ansiedad o riesgo suicida, y tener un impacto perjudicial en su vida diaria. 

El sufrimiento emocional que este conflicto genera cuando alcanza ciertas intensidades puede adscribirse a los criterios para un diagnóstico formal de “disforia de género”, así nombrado en su última revisión del año 2022 en la biblia de los psicólogos y psiquiatras, el DSM-V-R, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales

El estigma social

Esta nueva nomenclatura frente a su antigua denominación “Trastorno de la identidad de género” emplea un lenguaje más sensible y menos estigmatizante, más alineado con la lucha de los diversos colectivos afectados por lograr la despatologización de la disforia de género. La clasificación de la Organización Mundial de la Salud, CIE-11, en la misma senda, la denomina “discordancia de género” en su clasificación internacional de las enfermedades. 

Pero debemos saber que este fenómeno, que se llegó a relacionar en distintos periodos históricos con la homosexualidad, el travestismo y la transexualidad, afecta a una minoría de varones (1 de cada 12.000) y de mujeres (1 de cada 30.000) y que tenemos que tener presente que no es algo nuevo, sino que ha existido en distintas culturas desde tiempos inmemoriales. En algunas sociedades se les idolatraba mientras que en otras se les perseguía o marginaba. 

Lo que se intenta en la actualidad es luchar contra el “estigma” asociado a la variabilidad de género que se expresa a través de prejuicios y actitudes discriminativas y produce el llamado “estrés de minoría”. De forma que los psicólogos se afanan en diferenciar si la emergencia de problemas de salud mental (ansiedad, depresión) se debe a las dificultades y prejuicios en las relaciones sociales y familiares que son inducidos socialmente; como algo inherente, a su condición trans o con variabilidad de género; o a otras causas que puedan concurrir.

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¿Qué es la identidad de género? 

Pero para entender este fenómeno es importante clarificar algunos conceptos importantes que entran en colisión y que a su vez están siendo cuestionados. 

  • Sexo biológico. El sexo biológico es aquel asignado por el médico al nacer y que tiene que ver con la observación de los órganos genitales destinados fisiológicamente a la reproducción con independencia de que la persona ya de adulta los emplee o no en tales fines. 
  • Identidad de género. Cuando hablamos de identidad de género nos referimos al sentido de quiénes somos y cómo nos vemos y describimos. Cuando hablamos de “identidad” nos referimos a lo que una persona “se vive” con todo lo que esto supone y no está determinada en exclusividad por lo que los demás le consideran o por las cosas que hace. La vivencia corresponde a la esfera más íntima. 

José María Erroteta, en su artículo “Algunas reflexiones sobre la disforia de género” (2021)1, explica que la comprensión actual sobre la identidad de género se entiende como un proceso que comienza en la infancia y se consolida en la adolescencia, pudiendo variar durante la vida de una persona condicionada por los distintos marcos de acción en los que se desenvuelve el sujeto, y más tarde, con el trabajo de reflexión que se produce dentro de un espacio y sociedad determinados. 

En general, la mayoría de las personas nos identificamos como “masculinas” o “femeninas”, lo que es ha denominado identidades binarias

Cuando el sexo biológico y la identidad de género no coinciden

Lo que Harry Benjamin describió en 1954, es que algunas personas sienten que su identidad de género no se corresponde con el sexo biológico asignado en el momento del nacimiento, teniendo en cambio sentimientos de pertenencia al sexo opuesto. 

Por ejemplo, puede suceder que una persona tenga genitales masculinos y que, cuando las hormonas sexuales actúan poderosas sobre el organismo (expresándose en las características sexuales secundarias como en el vello facial y corporal, en el aumento de tamaño de los genitales, que adquieran el aspecto y las funciones adultas, en el aumento de talla, peso, musculatura, la aparición de la primera eyaculación, etc.), esa persona no se identifique como “hombre” ni se sienta “masculina”.

A su vez, hay chicas que pueden tener genitales y senos femeninos, menstruación, etc., pero no se identifican como “mujeres” ni se sienten “femeninas”.

La orientación sexual es otra cosa

Por otro lado, conviene distinguir entre la identidad de género de la orientación sexual, porque si bien la variable género apela a cuestiones en torno a quién eres, la orientación sexual te interpela sobre quién te atrae. Algunas personas con disforia de género son parte de la comunidad LGTBI+, pero experimentar disforia de género no implica ser gay, lesbiana o bisexual.

Cómo se diagnostica la disforia de género

Disforia de género en niños y niñas

Los niños y niñas comienzan a expresar su género entre los tres y cinco años de edad, tiempo durante el cual están social y culturalmente expuestos a los roles y responsabilidades de los géneros asignados. La American Psychological Association en 1994 ya certifica que pueden estar presentes dudas en diferentes momentos del ciclo vital, y se han llegado a observar en algunos niños/as en sus primeros 2-3 años de edad.

Así, pueden observarse una serie de síntomas indicadores de que existe una incongruencia de género en niños/as prepuberales, que se entiende como la característica principal del diagnóstico, pero esta debe estar presentes durante al menos seis meses, conllevar un malestar y angustia significativa que afecta a nivel social, escolar u otras áreas significativas de su vida y darse un mínimo de seis de estas características:

  • Un poderoso deseo de ser del otro sexo o insistencia en que son del sexo opuesto 
  • En los chicos (sexo asignado) una fuerte preferencia por el travestismo o por simular un atuendo femenino, en las chicas (sexo asignado) una fuerte preferencia por vestir ropas típicamente masculinas y una fuerte resistencia a vestir ropas típicamente femeninas. 
  • Preferencias marcadas y persistentes por el papel del otro sexo o fantasías de pertenecer al otro sexo.
  • Preferencias por juegos, juguetes o actividades del otro sexo.
  • Preferencias por compañeros de juegos del sexo opuesto
  • En los chicos (sexo asignado), un fuerte rechazo a los juguetes, juegos y actividades típicamente masculinos, así como marcada evitación de los juegos bruscos; en las chicas (sexo asignado, un fuerte rechazo a los juguetes, juegos y actividades típicamente femeninos. 
  • Marcado disgusto por la propia anatomía sexual.
  • Fuerte deseo por poseer los caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios, correspondientes al sexo que se siente. 

Disforia de género en adolescentes y adultos

La incongruencia entre el sexo sentido y el asignado debe darse durante un mínimo de seis meses y aparecer un mínimo de dos de las siguientes características:

  • Presencia de una marcada incongruencia entre el sexo que uno siente y expresa y sus características sexuales primarias o secundarias (o en adolescentes jóvenes, con las características sexuales secundarias previstas)
  • Un fuerte deseo por desprenderse de los caracteres sexuales primarios o secundarios, a causa de una marcada incongruencia con el sexo que se siente o se expresa (o en adolescentes jóvenes, el deseo de impedir el desarrollo de las características sexuales secundarios previstos)
  • Un fuerte deseo por poseer los caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios, correspondientes al sexo opuesto. 
  • Un fuerte deseo de ser del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto del que se le asigna)
  • Un fuerte deseo de ser tratado como del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto al que se le asigna)
  • Una fuerte convicción de que uno tiene los sentimientos y reacciones típicos del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto al que se le asigna)

Tratamiento médico y psicológico de la disforia de género 

El Dr. Antonio Becerra es coordinador en España de las 20 Unidades de Género distribuidas a lo largo y ancho del país. En su artículo “Disforia de género en la infancia, la adolescencia y la edad adulta: abordaje multidisciplinar”(2017)2 defiende la importancia del papel de los profesionales de la salud para abordar el tratamiento a través de equipos multidisciplinares compuesto por psicólogos y médicos que realicen un abordaje integral y altamente especializado. El objetivo es ayudar a las personas con disforia de género en afirmar su identidad de género, explorar las diferentes alternativas para la expresión de esa identidad y tomar decisiones sobre las opciones de tratamiento médicos para la aliviar la Disforia de Género. 

En estas unidades informan y exploran las diferentes opciones terapéuticas de forma individualizada sabiendo que pueden variar de una persona a otra tanto en el tipo como en el orden de las intervenciones. 

El Dr. Ramón Escuriet, director del Plan de Salud Afectiva, Sexual y Reproductiva en Cataluña, una de las regiones junto con la Comunidad Valenciana donde más casos se dan, aboga frente al empleo de fármacos por actuar siempre desde la base de la prudencia, por orientar desde un primer momento al adolescente y acompañarle a lo largo de todo el proceso y en procurar a partir de los 16 años de edad que los tutores y la familia compartan su decisión.

Alternativas que existen en la Unidad del Género del Hospital Ramón y Cajal de Madrid:

  • Llevar a cabo cambios en la expresión y el rol de género (que puede implicar vivir durante un tiempo limitado o no en otro rol de género en consonancia con su identidad de género).
  • Aplicar una terapia hormonal para feminizar o masculinizar el cuerpo. Se pueden realizar intervenciones totalmente reversibles, parcialmente reversibles o irreversibles. 
  • Realizar cirugías de reasignación de sexo para cambiar las características sexuales primarias y/o secundarias.
  • Psicoterapia bien individual, de pareja, familiar o grupal para fines tales como explorar la identidad, rol y expresión de género, abordar el impacto negativo de la disforia de género y el estigma en la salud mental; abordar la transfobia internalizada, aumentar el apoyo social y entre pares, mejorar la imagen corporal o promover la resiliencia (capacidad o aptitud que poseen algunos individuos para recuperarse de una adversidad). 

El uso de bloqueadores de la pubertad en cuestión

En Gran Bretaña se acaban de producir importantes novedades y han vetado recientemente emplear bloqueadores de la pubertad en los menores y restringirlo solo al uso de ensayos clínicos, porque se estaba dispensando con demasiada alegría, según recogía muy recientemente el periódico ABC

En Suecia se prohíbe el uso de los bloqueadores de la pubertad a menores de 18 años por la afectación a nivel del desarrollo cerebral y la fertilidad y por el impacto en pacientes que no entienden bien sus implicaciones reales. 

¿Nacer en un cuerpo equivocado?

En España, Marino Pérez y José Errasti, profesores de Psicología Clínica y Psicología en la Universidad de Oviedo, plantean en su libro Nadie nace en un cuerpo equivocado (2022) la obligación de responder a preguntas como ¿por qué un fenómeno residual de repente está tan “de moda”? ¿Y por qué las alternativas de tratamientos médicos algunos irreversibles parecen “la única opción” para resolver el malestar?

Cuestionan también la narrativa de expresiones como la que evoca el título del libro.

¿De dónde viene la “experiencia sentida”?  ¿Viene de dentro del cuerpo o viene de dentro de la sociedad debido a una normatividad de género binaria demasiado rígida para los tiempos líquidos y fluidos que corren,  a la normativa biomédica (“atrapado en un cuerpo equivocado”) o a la normativa neoliberal de producción de subjetividades (“identidades sentidas”)?

Miquel Missé, sociólogo, persona transgénero y activista trans, plantea en Transexualidades (2013) y A la conquista del cuerpo equivocado (2018), dos de sus libros, que en la disforia de género se mezclan cuestiones como el paradigma médico, la narrativa de las personas trans, la respuesta del mercado y el imaginario popular.

El autor plantea también que sentir malestar con el propio cuerpo no es algo extraño. La cuestión es qué se hace con el malestar y defiende la libertad de considerar alternativas: “a veces se domestica, a veces se resignifica y a veces se gestiona como una transición de género”. 

Referencias bibliográficas

Erroteta, José Maria (2021). “Algunas reflexiones sobre la disforia de género”.  APERTURAS PSICOANALÍSTICAS: REVISTA DE PSICOANÁLISIS, Nº.  66. Puedes leer en el artículo en pdf aquí.

Becerra, Antonio (2017). "Disforia de género en la infancia, la adolescencia y la edad adulta: abordaje multidisciplinar”. ENDOCRINOLOGÍA Y NUTRICIÓN, VOL. 62, Nº. 8. Puedes leer el artículo en Elsevier aquí