Muchas veces me pregunto si soy capaz de controlar mis pensamientos o si mis pensamientos me controlan a mí, y… quién dice si lo que percibo sobre mis circunstancias me controla o controlo yo las circunstancias.

Son preguntas que nos hacemos en los momentos de sufrimiento, de enfermedad o de conflicto, cuando nos avisan de que vamos a perder el trabajo por una decisión del jefe y sobre la que no tenemos ningún poder de decisión.

Ante esta situación han sido muchos los pensadores que nos han indicado que a pesar de todo se puede elegir la felicidad, pero esta afirmación no se puede transmitir porque lo digan ellos o lo comente yo en este escrito.

Ser feliz es una vivencia basada en el trabajo y en el entrenamiento diario, y que se pierde con toda la facilidad del mundo, como el músculo que deja de entrenarse.

Matthieu Ricard, desde la perspectiva del budismo, plantea que la felicidad está dentro de nosotros, y que ésta puede aprenderse y entrenarse, sabiendo dónde mirar y hacia dónde dirigirse.

Mediante técnicas sencillas propone entrenamiento, que exige una disciplina y una práctica diaria, y principalmente la elección por encima de todo, saber que tú personalmente tienes el poder de decisión.

No puedes controlar lo que sucede, pero sí cómo lo percibes

Según la Constitución de los Estados Unidos, todo el mundo tiene derecho a la felicidad, parece que nos ofrece un derecho imposible pero la verdad es que se basa en una gran realidad a veces difícil de entender.

Sentir que somos libres de poder elegir y tomar tus decisiones es fundamental para la motivación y el logro de objetivos. Ser dueños de nuestras decisiones y saber pasar página de preocupaciones, miedos y agobios, concentrándonos únicamente en hacer aquello que hacemos con coraje, entusiasmo y valentía, se convierte en una experiencia de extraordinaria plenitud interior.

Hemos de aprender a elegir una perspectiva de la realidad que sea la más positiva. No son los hechos en sí la causa de nuestros problemas, sino la forma en que los percibimos. Debemos tener bien claro que siempre tenemos la opción de controlar cualquier hecho o situación eligiendo una perspectiva de esa tremenda realidad que sea positiva, gratificante y enriquecedora.

Aceptar lo que nos pasa y cómo nos sentimos

Viktor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido afirma que vivir es aceptar con dignidad el desafío que plantea la vida, con su carga de adversidad, y sobrevivir es hallar el sentido de ese sufrimiento.

Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino, y nos lo transmite desde su vivencia y supervivencia de los campos de concentración.

Inevitablemente estamos afectados por el entorno. Sin embargo, tenemos capacidad de elección, ya que se puede conservar un vestigio de libertad espiritual, de independencia mental, incluso cuando se encuentra en circunstancias terribles de tensión psíquica y física.

A veces las circunstancias provocan preocupación o miedo. Uno puede quedarse con esas sensaciones o hacerse cargo de ellas, preguntarse por qué y para qué se tienen. De cada uno de nosotros y de las elecciones que hagamos depende que nuestras experiencias sean estimulantes y agradables.

¿Por qué escoger molestarse si algo o alguien no funciona como se quisiera? Utilicemos la cabeza a nuestro favor.

Esta propuesta moldea nuestro cerebro y lo somete a reacciones reflejas para una mejor adaptación al medio y para superar situaciones adversas o trabajos o tareas pesadas, aumenta la resilencia, la capacidad de responder a esas condiciones difíciles y a las experiencias más dolorosas.

Es una aplicación que puede mejorar nuestro trabajo corporal y psicológico, pero para ello debemos entrenar física y psicológicamente nuestro cuerpo eligiendo siempre la posibilidad de ser feliz.