En tiempos de gran inestabilidad, a veces podemos sentirnos como un trapecista obligado a hacer acrobacias en el aire, ya que nos han quitado el suelo bajo los pies. Si, por algún error de cálculo, acabamos cayendo, haber cultivado buenas amistades será nuestra red de protección.
Todo momento de crisis pone a prueba nuestra red de amigos, ya que necesitaremos soporte emocional –en ocasiones, incluso económico– para superar las dificultades y salir adelante.
En mi caso, puedo comparar dos épocas distintas en las que hice frente a adversidades, con y sin ese círculo protector.
- Durante mi adolescencia, yo era un chico tímido y retraído, con poca habilidad para estrechar lazos con los demás. Cuando las cosas no me salían bien o pasaba por una época de bajón, las emociones negativas se amplificaban dentro de mí como un eco dentro de un auditorio vacío. No contaba con personas a las que confiarme, y ese papel lo hacían los libros y el parloteo de mis propios pensamientos.
- A partir de los 19, viajar por mi cuenta me enseñó a sociabilizar con toda clase de personas. En los trenes conocía a otros viajeros que me daban conversación y me recomendaban lugares donde estar, incluso me anotaban casas de amigos donde sería acogido. A su vez, yo invitaba a estos compañeros itinerantes a visitarme, les mostraba la ciudad.
Sin darme cuenta, había creado una red de protección en diferentes lugares del mundo. No solo tenía dónde dormir o tomar una comida caliente, sino que también podía compartir con estas personas –aunque fuera por carta– mis preocupaciones y planes. Esto me aportó un importante sentimiento de pertenencia.
Me daba cuenta de que, allí donde fuera, si creaba buenos vínculos estaría siempre en casa.
¿Tienes los amigos que realmente necesitas?
Sin embargo, no basta con tener una red de amigos para sentirte a salvo en medio de la tormenta. Lo más importante es que esta red esté formada por personas que tengan los valores humanos que tú necesitas.
El empresario y motivador norteamericano Jim Rohn se hizo famoso con una conferencia donde afirmaba: “Eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo”.
¿Qué quería decir con eso? Básicamente que, por contagio emocional, nos acabamos pareciendo a las personas que frecuentamos. Si nos fijamos, la gente creativa suele rodearse de perfiles con esa misma cualidad, del mismo modo que los emprendedores de éxito evitan el contacto con espíritus quejumbrosos o negativos.
El viejo proverbio español “Dime con quién andas y te diré quién eres” es aquí especialmente cierto. Nuestro círculo nos acaba definiendo.
El valor de la amistad, ¿se puede calcular?
En el libro Alegría, que escribí juntamente con Álex Rovira, proponíamos un ejercicio a través de cinco preguntas para evaluar a cada una de estas personas de nuestro entorno inmediato:
- ¿Se ha realizado en su vida?
- ¿Es feliz y optimista?
- ¿Se alegra de tus éxitos y desea que las cosas te vayan bien?
- ¿Te anima cuando le explicas nuevas ideas o hace todo lo contrario?
- ¿Se esfuerza en alcanzar sus propios sueños? (Si no lo hace, es posible que no le guste que tú llegues a cumplir los tuyos).
Este análisis nos permitirá puntuar del 1 al 10 el grado de positividad de cada persona. Después, solo quedará hacer la media entre las cinco y obtendremos una radiografía de nuestro propio valor.
Si nos sale un promedio bajo, Jim Rohn recomendaba no tener reparos en quedarnos solo con un par de personas de la lista, las que más aporten a nuestra vida, y remplazar el resto por otras que nos “suban nota”.
Para ello, no se trata de despedir a nadie, sino de empezar a reducir el tiempo que pasamos con la parte baja de la tabla, dando así oportunidad para que personas más nutritivas ganen relevancia en nuestro día a día.
Es un ejercicio radical para mejorar nuestra red de protección, ya que requiere el coraje de alejarnos de personas que no aportan valor a nuestra vida, pero, al elevarnos humanamente, también nos permite ser más útiles a quienes nos rodean.
La importancia del networking
También en el entorno profesional es importante tener una red compuesta por personas admirables que nos ayuden a ser mejores, a seguir adelante y alcanzar juntos nuevas metas. En el mundo de los negocios, el proceso de cuidar este tejido de relaciones que va creciendo se llama networking.
Jordi Collell explica así el proceso en su libro Tu start-up personal: “La actitud de networking se apoya primeramente en ir al encuentro de los demás para ofrecerles nuestra ayuda, explicándoles cuál es nuestra propuesta de valor, y después en establecer algún tipo de vínculo personal que nos permita ser recordados: damos tarjetas de visita, contactamos en redes sociales o quedamos para tomar un café y seguir comentando. Finalmente, trabajamos para mantener viva la relación por el tiempo más largo posible, enviando señales y recordatorios de nuestra existencia”.
Esta red de contactos es el mayor patrimonio del que dispone un profesional. Especialmente en tiempos de crisis, estas personas serán los raíles que conducirán nuestro tren hacia nuevos destinos cuando sea necesario.
Sin embargo, para construir y mantener una buena red de contactos hay que ser generoso y aportar valor a los demás. A mediados del siglo pasado, Dale Carnegie ya afirmaba que “la persona que no se interesa por sus semejantes es la que tiene mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas en los demás. De esos individuos surgen todos los fracasos humanos.”
No basta con crear una relación: lo difícil es mantenerla
Tanto si se trata de contactos profesionales como si se trata de nuestro círculo íntimo de amistades, una vez se establece un vínculo, el desafío está en que se mantenga fuerte, ya que en caso contrario este se irá debilitando hasta romperse.
¿Cuántas amistades y alianzas se han perdido por un malentendido o por una discusión intrascendente que no se ha sabido resolver? Hay relaciones muy bellas que se rompen porque alguien no actuó como el otro esperaba, porque surgió un conflicto y no se tuvo la valentía para hablarlo, o porque los episodios negativos tienen más peso que los positivos.
Sobre esto, un cuento árabe narra que dos amigos viajaban por el desierto cuando, en un determinado punto del camino, empezaron a pelearse. La discusión fue subiendo de tono hasta que uno de ellos dio un bofetón al otro.
Este último no pronunció palabra, pero acto seguido escribió en la arena: “Hoy mi mejor amigo me ha pegado una dolorosa bofetada”.
Ambos siguieron su camino hasta llegar a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado, que apenas sabía nadar, se hundió y empezó a ahogarse, con lo que su amigo se lanzó al agua para asistirle.
Una vez sano y salvo en la orilla, el rescatado tomó un fino estilete y grabó en una piedra: “Hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida.”
–Necesito que me expliques algo –le dijo entonces su amigo–. ¿Por qué cuando te di una bofetada lo escribiste en la arena y ahora has escrito esto en una piedra?
Con una sonrisa en los labios, el otro contestó: –Cuando un buen amigo nos ofende, hay que escribir lo sucedido en la arena para que el viento del olvido y el perdón se encarguen de borrarlo. En cambio, cuando nos suceda algo grandioso, deberemos grabarlo en la memoria del corazón para que nada ni nadie pueda jamás borrarlo.
Cómo hacer amigos... y mantenerlos
Como cualquier otra habilidad humana, estrechar vínculos y mantenerlos fuertes puede entrenarse.
Veamos algunas recomendaciones:
1. Evalúate
Dicen que la mejor manera de tener amigos es serlo, así que antes de evaluar a tu círculo de protección, examina qué clase de amigo eres tú.
¿Prestas atención a lo que te cuentan o estás siempre centrado en lo tuyo? ¿Estás dispuesto a ayudar o necesitas tener siempre una contrapartida? ¿Perdonas con facilidad los errores ajenos o eres rencoroso?
Muestra en todo momento las virtudes que buscas. Como decía Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
2. Pregunta... y escucha la respuesta
Una de las cualidades más apreciadas en un ser humano es la escucha activa.
Cuando alguien te cuente un problema o un proyecto, presta atención y hazle preguntas para profundizar en el tema, escuchando plenamente lo que te explica.
Muchas veces nos preguntan: ¿Qué tal estás? Pero, cuando empezamos a responder, notamos que el otro está pensando ya en otra cosa. Esto resulta altamente desmotivador y no ayuda a cosechar amistades.
3. Sé indulgente
Si quieres hilar fino, al final te quedarás solo, ya que todos somos imperfectos y necesitamos de la tolerancia de los demás.
Hay que evitar, especialmente, los razonamientos que empiezan por “Yo en su lugar habría…”, ya que nadie está en el lugar de nadie porque cada cual es un ser humano único, con experiencias y prioridades distintas. Evita juzgar y aparta las expectativas que solo llevan a la decepción.
Mostrarse con los demás como quieres que se muestren contigo, escucharles o alegrarse de sus éxitos, son claves para tejer ese círculo protector de personas que serán nuestro mejor soporte emocional.
4. Elige tus temas de conversación
Todo el mundo tiene derecho a desahogarse de vez en cuando; pero cuando nuestro mensaje es siempre de lamento y negatividad, acabamos resultando una compañía poco estimulante.
Si quieres ser apreciado, trata de contar cosas divertidas o interesantes. Eso hará que los demás te busquen de nuevo.
5. Celebra sus éxitos
Una de las mayores muestras de generosidad es alegrarse sinceramente de que al otro las cosas le vayan bien. Oscar Wilde decía, al respecto, que simpatizar con los éxitos de un amigo requiere un alma delicadísima.
Para crear una red de protección de calidad, esa es una virtud altamente valiosa, ya que atraerá a tu vida a personas optimistas y proactivas.
6. Practica el win-win
Este concepto, acuñado por Stephen Covey en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, es una buena filosofía para lograr vínculos fuertes y duraderos. Cuando compartimos lo mejor de nuestra vida con los otros, nuestro bienestar se multiplica, suma felicidad y genera abundancia.