La investigadora del MIT Candace Pert, a la que se podría considerar la fundadora de la psiconeuroinmunología, descubrió en el año 1973 la relación química que existe entre las emociones y el sistema inmunitario.

La historia de este importante hallazgo comenzó tres años antes. Después de tener un bebé, Pert se fracturó una vértebra al caerse de un caballo. Estaba en el hospital muy preocupada y angustiada por qué sería de su marido y su hijo sin sus cuidados. Como el dolor era intenso, los médicos decidieron darle morfina. El dolor pasó, pero lo más llamativo para ella fue que sus emociones desaparecieron de raíz. Ya le daba igual cómo estarían su hijo y su marido y dejó de angustiarse por la imposibilidad de procurarles cuidados.

Investigando este curioso efecto de los opiáceos sobre las emociones, mientras preparaba su doctorado en la Universidad Johns Hopkins, descubrió que los linfocitos (células inmunitarias) tienen receptores para los opiáceos endógenos y así entendió la gran influencia de las emociones sobre la inmunidad, es decir, sobre la salud y la enfermedad.

¿Cómo influyen las emociones en la salud?

Todas las enfermedades físicas están mediadas por el sistema inmunitario, que es sensible a las emociones. No se puede acabar con la angustia, que es una emoción básica y que actualmente denominamos estrés. Hay que aprender a gestionarlo.

Cada uno de nosotros somos guionistas, actores y directores de nuestras propias vidas, pero tendemos a hacer responsables de todo lo que nos sucede a causas externas. Esto nos hace sentirnos incapaces de modificar las cosas.

Asumir que somos gestores y constructores de la situación a la que hemos llegado, nos permite la maravilla de poder transformarla. Lo más importante es la actitud ante la vida, no los hechos en sí mismos, sino la reacción que tenemos frente a ellos.

La salud física y la salud psíquicas son inseparables y se pueden construir. No importa tanto de dónde vengo (el pasado) como adónde voy (el futuro que quiero construir). Esto es muy importante, porque la mayoría del tiempo nos torturamos por el pasado que nos hirió, cuando lo más interesante es que podemos modificar el presente.

Claves para usar las emociones para curarnos

De la misma manera que las emociones nos pueden enfermar, también pueden curarnos o ayudarnos a construir un futuro de plenitud. Solo hacen falta habilidades para gestionar el estrés.

1. Adaptarse a los cambios

La resiliencia es la capacidad de recuperación tras un evento estresante. Lo contrario es la rigidez mental, que hace difícil esta adaptación a lo nuevo e inesperado. Esta falta de flexibilidad tiene que ver con las fantasías sobre cómo debería ser la realidad. Cuántas personas viven torturadas por un ideal de amor que su pareja nunca alcanza, en vez de disfrutar de esa relación tan diferente a lo que esperaban.

Cuando se planea algo, siempre sale diferente a lo que uno previó. Puede ser mejor o peor de lo que se esperaba, pero el pensamiento y la realidad no coinciden jamás. Asumir esto nos lleva a no frustrarnos cuando las cosas no salen exactamente como habíamos planeado. Así que, frente a una problemática, pongamos el peso en hallar una solución, nunca en el problema y en la queja.

Muchos creen que anticipar mentalmente los problemas futuros sirve para estar más preparado para las situaciones catastróficas si llegan, pero no es cierto. Pensarlo no nos prepara y lo más importante es que mientras lo pensamos con angustia nos encargamos de estropear el presente.

2. Vivir el presente

Salid a la cancha y ¡disfrutad!”. Esta es la frase que Joan Cruyff dijo a sus futbolistas antes de jugar una final de la Copa de Europa de fútbol. Gozar de las cosas que uno hace. Estar presente, aquí y ahora, en cada cosa que emprendemos.

Aquí, en la capacidad de Gozar, con mayúsculas, del momento, ha habido una diferencia entre los sexos: él (el hombre) tiende a convertir todo en una obligación, también el goce; ella (la mujer) goza con todo, hasta con las obligaciones. Esto no quiere decir, por supuesto, que la mujer no pueda tener dificultades para gozar y que el hombre no sea capaz de hacerlo. El hecho es que cada vez que transformo el goce en una obligación, lo pierdo. Convertir nuestro deseo en una obligación es la mejor manera de estresarse.

3. La responsabilidad tiene un límite

Uno puede hacerse responsable de las cosas que están en su mano, pero no se puede hacer responsable de las cosas que competen a los otros o que son imponderables.

Si llueve el día de la boda, no es responsabilidad de los novios.

4. Que no te importe el qué dirán

Lo que digan los demás no puede ser un criterio para hacer la vida de uno. Es una fuente más de estrés querer contentar a todos y seguir las indicaciones de todas las voces. Si nos critican, recordemos la máxima: «Ladran, Sancho, señal que cabalgamos».

Todo el mundo opina de todo, pero tener un criterio es otra cosa; procura formarte el tuyo y, sobre todo: no te traiciones a ti mismo.

5. Aprender a delegar

No somos el centro del Universo, ni los únicos que sabemos hacer las cosas. Probablemente tampoco somos los que mejor las hacemos. En este sentido, para reducir el estrés, es muy necesario limitar el narcisismo y dejarse ayudar.

El estrés es una sobrecarga: estoy haciendo de más y, seguramente, cosas que no me corresponden, que son tarea de otro.

6. Aprender a decir no

Decir «no» no significa rechazar al otro, es a la tarea que me ofrecen que digo no, no a la persona. Quizás nosotros nos sentimos rechazados cuando nos dicen no, pero, recuerda, no es a nosotros a quienes están rechazando.

También hay que aprender a ganar y a perder con deportividad. Es la gracia de la vida. No nos angustiemos si las cosas no salen esta vez, pues habrá otras oportunidades y otros caminos.

7. Moderar la hiperexigencia

Las personas que sufren estrés son por lo general hiperexigentes. No las presiona el exterior, se autopresionan. Quieren ser los mejores en todo. Siempre lo podrían haber hecho mejor. El problema es que creen que, si dejan de presionarse, dejarán de rendir. Esto no es así.

La autoexigencia puede ser una buena cualidad, pero en cuanto uno se excede, en vez de impulsarlo, lo inhibe, y no hace nada, acaba paralizado. «Lo mejor es enemigo de lo bueno», dice el refrán popular.

La tolerancia a los propios errores y a los procesos de aprendizaje es fundamental. Aprender lleva un tiempo, tenemos que desarrollar la paciencia con nosotros mismos para que iguale, al menos, la que tenemos con los demás.

No te detengas en el error, céntrate en el próximo paso. La exigencia hay que ponerla en la disciplina. Si uno quiere conseguir algo, hay que poner trabajo, pero nunca hace falta automachacarse mentalmente. Un diálogo interno donde nos decimos «tienes que ganar» o «tú no puedes fallar» no nos lleva a un buen fin.

8. Dejarse llevar

Las personas angustiadas quieren llevar un estricto control de las cosas, hacer todo desde el yo consciente, dirigir ellos la tarea. Esto comporta un doble trabajo. Están haciendo una tarea y están vigilándose para ver cómo la hacen. La mayoría de las veces ponen más énfasis en el autocontrol y la autovigilancia que en la tarea.

Frente a esto, podemos dejarnos llevar por el saber inconsciente que todos hemos adquirido sobre la tarea que realizamos y podemos renunciar a tenerlo todo bajo control. Las cosas salen mejor sin nuestra estricta supervisión.

9. Ocuparse en lugar de preocuparse

La preocupación es inversamente proporcional a la ocupación. Hagamos las cosas en vez de preocuparnos por ellas. Cuidemos nuestra salud en lugar de temer enfermar constantemente.

No seamos el trabajador del mes de nuestra preocupación. Si nos ocupamos de las cosas, la preocupación se reduce drásticamente.

10. Rodearse de flores

La presencia de las flores en la casa, el trabajo y otros espacios compartidos despierta las emociones positivas que potencian el bienestar, como la amabilidad, la gratitud y la alegría, según un estudio dirigido por la psicóloga Jeannette Haviland-Jones, investigadora en la Universidad Estatal de New Jersey (Estados Unidos).

Cómo nos pueden enfermar las emociones

Las alteraciones emocionales pueden tener un impacto negativo en nuestra salud. Estas con algunas de las consecuencias:

  • Una de las consecuencias de las alteraciones del estado de ánimo que se mantienen en el tiempo es la disminución de las defensas frente a virus y bacterias patógenos. Una investigación dirida por J.M.I. Willem Verbeke, de la Universidad Erasmus (Países Bajos), muestra que las personas con menos capacidad para disfrutar poseen un sistema inmunitario más débil.
  • Las preocupaciones y la ansiedad pueden quitar el sueño y producir dolores de cabeza. Las técnicas de relajación, la meditación o la terapia psicológica pueden ayudar a comprender y modificar las rutinas de pensamiento y las emociones que se derivan de ellas.
  • La incertidumbre constante y otras emociones estresantes pueden, junto con factores ambientales y genéticos, favorecer el desarrollo de enfermedades autoinmunes, como la artritis, el lupus o la psoriasis al aumentar la producción de glucocorticoides, según investigadores de la Universidad Ben Gurión (Israel).
  • Molestias en la espalda y musculares, taquicardias y arritmias cardiacas, desarreglos intestinales, vértigos y crisis de hipertensión son algunos de los síntomas que llevan a muchas personas al médico sin que los afectados los atribuyan a causas emocionales o psíquicas. En cualquier caso, el examen médico es necesario para descartar afecciones orgánicas.

Cómo poner las emociones a tu favor

El Centro para las Mentes Saludables de la Universidad Wisconsin-Madison, fundado y dirigido por el doctor Richard J. Davidson, ha creado un marco científico para nutrir el florecimiento humano sobre cuatro pilares del bienestar. La investigación muestra que cada uno de estos cuatro pilares está relacionado con redes específicas en el cerebro y puede fortalecerse a través de la meditación y otras formas de entrenamiento mental.

  1. Conciencia: Consiste en cultivar, a través del mindfulness, los ejercicios respiratorios y otras técnicas, una alta capacidad de atención, tanto sobre el entorno físico como sobre las señales procedentes del cuerpo, los pensamientos y los sentimientos.
  2. Conexión: Los sentimientos de afinidad y empatía hacia otras personas permiten desarrollar la ayuda mutua y las relaciones de apoyo. Emociones como la apreciación, la bondad y la gratitud se pueden cultivar y potenciar a través, por ejemplo, de la meditación compasiva.
  3. Comprensión: El conocimiento del propio mundo emocional, las actitudes, los pensamientos y las creencias permite reconocer cómo la realidad psíquica moldea la autopercepción. La meditación deconstructiva es una de las técnicas que se emplean para cultivar este aspecto.
  4. Propósito: Tener claros cuáles son los propios valores fundamentales, las motivaciones más profundas, permite desarrollar proyectos coherentes a lo largo de la vida que proporcionan una satisfacción profunda.

Los pilares del bienestar pueden desarrollarse mediante la meditación y otras técnicas de desarrollo personal. La aplicación móvil Healthy Minds Program ofrece un test de autoevaluación y decenas de meditaciones y lecciones. Es gratuita y sin publicidad. Solo se encuentra disponible en inglés.

El Centro para las Mentes Saludables patrocina la realización de estudios científicos sobre los efectos de la meditación y otras técnicas. En un trabajo publicado en la revista The Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), Richard J. Davidson, explica cómo la evolución de cada pilar se corresponde con cambios físicos observables en el cerebro.

En la Escuela Cuerpomente puedes encontrar cursos para potenciar tu bienestar emocional, como «21 meditaciones para la calma» o «Mindfulness: reduce el estrés y la ansiedad en 8 semanas».