Motivado por una ruptura de pareja o por escasez económica, muchas personas se ven obligadas a volver a vivir a casa de sus padres. Aunque esta situación puede ser fuente de conflicto, siempre es posible encontrar la fórmula adecuada para llegar a una convivencia cordial.

En estos últimos meses, debido a la crisis sanitario-económica que vivimos, estos casos se han visto multiplicados.

Muchas personas que tenían trabajos en otras ciudades o países y habían logrado independizarse económicamente, han perdido su medio de vida y se han visto forzadas a regresar a vivir a casa de sus padres. ¿Cómo facilitar la convivencia cuando esto ocurre?

Por qué pueden surgir conflictos

Personas que durante meses o, incluso años, han vivido solas e independientes, se encuentran, de la noche a la mañana, volviendo a ser tratados como cuando eran adolescentes. Sus padres, siguiendo las rutinas de tiempo atrás, pretenden controlar sus comidas, la ropa que llevan o sus horarios.

Si, además, han retornado con hijos, cuando los abuelos chocan e interfieren con el estilo de crianza que desea el padre o la madre, los conflictos se multiplican.

Por otra parte, al revivir este tipo de situaciones, muchos patrones del pasado se reactivan y, la persona que vuelve, puede llegar a experimentar una especie de regresión espontánea y acabar reaccionando de forma inmadura y vehemente ante este intento de control.

Este tipo de situaciones termina generando gran tensión en todos los miembros de la familia. De hecho, los patrones relacionados con la familia de origen, al ser los más arraigados en la mente, son los más difíciles de cambiar. Pero eso no significa que resulte imposible lograrlo.

El caso de Claudia

Volver a convivir puede suponer una ayuda para ambas partes (los padres comparten las tareas de casa o ayudan con los hijos y, a su vez, ellos se sienten acompañados y apoyados en casa), pero a la larga, si no se solucionan las pequeñas diferencias, la situación se va enrareciendo y cada uno siente una pérdida de sus libertades. Esto mismo, le ocurrió a Claudia y a sus padres.

Tras separarse de su marido, Claudia tuvo que volver a vivir con sus padres. La crisis económica afectó al trabajo de su marido y al de ella, la convivencia se hizo cada vez más difícil y, al final, la situación se volvió insostenible.

Claudia retornó a casa de sus padres con su hijo de 7 años. Los conflictos no tardaron en aparecer. Sus padres volvían a hablarle como cuando era adolescente y le controlaban sus salidas, sus horarios y sus comidas.

Además, también interferían en la crianza de su hijo, regañándola por no educarle de forma más estricta.

Por otro parte, Claudia, agotada tras unos años muy duros, se acostumbró a la comodidad de que sus padres se ocuparan de todas las tareas de casa y no se involucraba ni en la preparación de las comidas ni en la limpieza de casa ni en la compra de alimentos o enseres para el hogar.

Cuando la situación se hizo casi insostenible, Claudia, que me conocía de tiempo atrás, decidió contactar conmigo para realizar unas sesiones de asesoramiento familiar.

Tras un par de sesiones trabajando todos sobre el impacto que generaba volver a vivir juntos, pudieron reunirse para hablar, como adultos, sobre su nueva situación.

Ayudados por mi mediación, lograron llegar a un entendimiento cordial en el que Claudia asumió parte de la responsabilidad de las tareas de casa y sus padres rebajaron su nivel de presión, dejándola más espacio para que pudiera reorganizar su vida.

Este nuevo modelo de familia no es el tradicional (padres que crían a sus hijos bajo sus normas), sino que se requiere un nuevo modelo de convivencia entre adultos.

3 pasos para crear una convivencia pacífica

Para crear una convivencia cordial y beneficiosa, para todas las partes, las normas antiguas, obviamente obsoletas, han de cambiar. Resulta necesario buscar nuevos acuerdos, adaptados a la nueva situación, que beneficien a ambas partes.

Veamos qué pasos son necesarios para llegar a estos acuerdos:

1. Comprender al otro

Por lo general, ésta no es una situación deseada, sino que ha sido causada por una grave crisis vital. Ambas partes pueden experimentar molestias e incomodidades. Los padres pueden haber sentido invadida su intimidad y su tranquilidad, mientras que los hijos, que se han visto obligados a abandonar su modo de vida, pueden sentirse controlados y limitados en su libertad.

El primer paso para acercar posturas es que cada parte realice un esfuerzo por comprender a la otra.

2. Valorar los beneficios

Si se logra una convivencia tranquila y equilibrada, todos pueden salir ganando. Tener presentes los beneficios que se pueden lograr, debe ser la motivación que ayude en el siguiente paso.

3. Negociar las nuevas normas

Cada parte debe comprender que la situación actual es diferente de cuando, en el pasado, los niños eran pequeños y vivían en casa. Ahora, los padres ya no deben tener la presión de educar y criar a sus hijos, ya adultos. Por otra parte, los hijos tampoco pueden volver a la comodidad de que los padres se ocupen de todas las tareas de casa, sin tener ninguna responsabilidad.

Desde el inicio, es necesario negociar y acordar, entre todos, las nuevas normas de convivencia. Se debe tener en cuenta qué tareas va a realizar cada uno y cómo respetar, en cada momento, la intimidad de los demás.