Cuando era pequeña, pasaba las vacaciones en la granja de mi familia paterna. Crecí jugando con cerdos, gallinas, vacas, ovejas y corderos. Pese a que en la granja se hacía la matanza anual del cerdo, no fue hasta que tuve 7 años cuando entendí la conexión entre los animales a los que cuidaba y los que comía.

Ocurrió una mañana de diciembre, víspera de Nochebuena. Me desperté y salí al patio buscando a mi abuela. Lo que vi me rompió el corazón. El corderito con el que había estado jugando los días anteriores estaba muerto, colgado de un gancho, aún desangrándose. Mi abuela me explicó que ese cordero es el que íbamos a comer en Navidad, y que por eso lo habían sacrificado. Entre lágrimas, decidí no volver a comer cordero nunca más.

Las consecuencias de nuestro consumo de cordero en Navidad

El destino de aquel cordero es el mismo que el que sufren más de 1,5 millones de corderos en España durante las fiestas navideñas. Es una de las carnes que más aumenta su consumo en este periodo. Durante estas fechas, según datos del MAPA, el consumo de cordero aumenta casi un 50% y se sacrifican en torno al 20% de los corderos certificados anualmente.

En estas fechas tiene especial importancia la venta de cordero lechal, que es el nombre que se le da a aquellos corderos que se sacrifican aún sin destetar, con menos de 45 días de vida.

El sufrimiento de los corderos

El destete artificial es una práctica habitual en las explotaciones de ovino. Consiste en la finalización forzada del amamantamiento, separando a cría y madre. Esta separación es uno de los eventos más estresantes en la vida de ovejas y corderos. Afecta a su salud y bienestar. Así lo reconoce incluso la propia industria ovina, que analiza cómo evitar las consecuencias que este estrés puede generar en la producción.

Otras dolorosas prácticas que se realizan sin anestesia en las explotaciones ovinas son el amputado de cola (raboteo) o la castración de los corderos.

Además del estrés, los corderos y las ovejas experimentan otras emociones, como temor, frustración o placer. Además, los corderos tienen una muy buena memoria espacial y son capaces de aprender tareas básicas en tan solo dos ensayos.

Así lo recoge el estudio Inteligencia, complejidad e individualidad en las ovejas, que concluye que los ovinos poseen “un número de funciones ejecutivas del lóbulo prefrontal consideradas a la par de los primates; una considerable capacidad para distinguir e identificar las caras de otras ovejas, así como de humanos; una gama de emociones simples y complejas; personalidades distintas; y fuertes lazos y relaciones madre-hijo”.

Tenemos alternativas al cordero

En España se sacrifican más de 10 millones de ovinos anualmente. Y, aunque el consumo de carne de corderos ha disminuido casi un 6 % en el último año, el número total de corderos sacrificados no disminuye, sobre todo debido a las exportaciones.

Afortunadamente, cada vez es más fácil dejar a los corderos y otros animales fuera de nuestros platos. Tanto en estas fechas como el resto del año.

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