A veces se intenta evitar un fuego y se provoca otro. Muchas de las sustancias utilizadas por la industria para evitar que los materiales ardan y provoquen un incendio acaban en el medio ambiente y, en consecuencia, en nuestros cuerpos. Ahora, un estudio revela que un tipo específico de retardantes, los retardantes de llama organofosforados, podrían aumentar la dificultad para concebir y llevar el embarazo a término.
Retardantes de llama… y del embarazo
El estudio, publicado en Environmental Health Perspectives, ha sido llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Harvard en colaboración con el Hospital General de Massachusetts. Los investigadores se centraron en los retardantes de llama organofosforados por ser unos de los más utilizados en los últimos años por la industria.
Para comprobar la relación entre fertilidad y exposición a estas sustancias, se midieron los niveles de tres retardantes organofosforados en la orina de 211 mujeres que se sometieron a tratamientos de fecundación in vitro entre 2005 y 2015.
Los tres retardantes analizados fueron el TDCIPP (tris clorato), el TPHP (fosfato de trifenilo) y el mono-ITP. En 8 de cada 10 mujeres se detectaron metabolitos de alguna de estas sustancias y aquellas con niveles más altos obtuvieron peores resultados en los tratamientos.
Concretamente, las mujeres con niveles altos de retardantes de llama organofosforados presentaron una tasa de fertilización un 10% menor, una reducción del 31% en la tasa de implantación y una probabilidad un 38% menor de llevar el embarazo a término con éxito. El estudio no midió la exposición a retardantes de llama de los hombres, que también podría influir.
“Estos resultados sugieren que la exposición a los retardantes de llama organofosforados es uno de los muchos factores de riesgo que darían lugar a una baja fertilidad”, señala Courtney Carignan, epidemióloga ambiental experta en disruptores endocrinos que formó parte del equipo responsable del estudio. “Además se suman a toda la literatura científica previa que apunta a la necesidad de reducir el uso de estos retardantes de llama y buscar alternativas más seguras”.
¿Qué son los retardantes de llama?
Los retardantes de llama son productos químicos que se aplican a tejidos y materiales para evitar que prendan fuego o que este se disemine rápidamente y pueda provocar quemaduras o un incendio.
Se aplican a menudo en virtud de normativas de seguridad y de incendios, pero algunas voces han cuestionado su eficacia y la necesidad de aplicarlos. Además se alerta de que el principal peligro de un incendio no son tanto las llamas como la inhalación de humos tóxicos, que estos retardantes de llama químicos contribuyen a crear.
La industria empezó a utilizar ampliamente este tipo de sustancias a partir de los años setenta del pasado siglo XX, en especial con el desarrollo y la mayor utilización de materiales sintéticos fácilmente inflamables en todo tipo de artículos de consumo.
Los hay de muchos tipos. Algunos de los más empleados hasta hace poco, como algunos retardantes polibromados PBDE, se retiraron en muchos países hace escasamente una década, pero persisten en el medio ambiente. Diferentes estudios señalaban sus efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana y demostraban que se trata de peligrosos disruptores endocrinos. Otros retardantes no menos peligrosos siguen en el mercado.
Los retardantes polibromados retirados se fueron sustituyendo por otros a priori considerados menos nocivos. De hecho, los retardantes organofosforados, que ya se utilizaban, se convirtieron en la principal alternativa y su uso se disparó.
Las sospechas de que estos podrían tener también un efecto disruptor sobre el sistema hormonal, como se había observado en algunos estudios con animales, parecen confirmarse ahora en seres humanos con el estudio que asocia su exposición a una mayor dificultad para concebir.
Muchas fuentes de exposición
Los retardantes de llama se incorporan a numerosos materiales de uso cotidiano, principalmente a rellenos de espuma de poliuretano o espuma de goma como los utilizados en asientos y otros muebles tapizados, interior de los vehículos, esterillas de gimnasio y artículos para bebé.
También está muy extendido su uso en las carcasas de plástico de aparatos electrónicos como televisores, ordenadores y móviles, entre otros. Puede haber retardantes de llama en colchones, alfombras, cortinas y ropa, en materiales de construcción, cables eléctricos y cabinas de avión.
Sin embargo, lo más preocupante es que estas sustancias se desprenden fácilmente de los materiales que impregnan, por lo que pasan en gran cantidad al aire que respiramos, a los cultivos y el agua. También se acumulan en el polvo de hogares, oficinas y otros espacios.
Esto es especialmente preocupante en el caso de los niños. Sus pequeños cuerpos no solo son más vulnerables sino que, en general, al estar más en contacto con el suelo y llevarse las manos a la boca, están más expuestos. Se han detectado mayores niveles de retardantes de llama en niños que en adultos.
Un grave problema medioambiental
Los retardantes de llama pueden asimismo ir a parar al medio ambiente durante los procesos de fabricación. En el medio ambiente se consideran contaminantes persistentes y pueden pasar al agua y los alimentos, otra gran fuente de exposición.
En 2014, por ejemplo, se hallaron retardantes de llama clásicos en huevos de 14 especies de ave diferentes en el parque natural de Doñana y zonas aledañas. Se trataba de retardantes de llama muy comunes, algunos ya retirados del mercado y otros utilizados después para sustituirlos. El mismo año otro estudio confirmó la presencia de retardantes de llama bromados en muestras de miel de diferentes países, entre ellos España.
Los organofosforados no se quedan atrás. Pese a haberse empezado a utilizar en tiempos relativamente recientes, los niveles de exposición se han disparado y se han situado incluso por encima de los que se llegaron a alcanzar con los PBDE y que tanta alarma causaron. En febrero de 2017 un estudio sueco detectó su presencia en 12 categorías diferentes de alimentos, con los cereales a la cabeza.
Como otros contaminantes persistentes, los retardantes de llama son bioacumulables. Es decir, al ingerirlos o inhalarlos se van acumulando en el organismo de personas y animales sin que pueda eliminarlos fácilmente.
No parece, pues, casualidad que los investigadores de Harvard y el Hospital General de Massachusetts hallaran restos de estos retardantes de llama en el 80% de las mujeres que participaron en el estudio de fertilidad.
Cómo reducir la exposición a los retardantes de llama
Estos contaminantes se diseminan principalmente al desprenderse de los materiales a los que se aplican, sea por volatilización cuando el material se calienta en exceso, por abrasión o directamente por contacto con el polvo que se posa sobre ellos. El polvo que se posa sobre el televisor puede atrapar partículas que luego caen al suelo de casa o quedan suspendidas en el aire que respiramos.
Aunque la solución debe pasar por la industria, hay medidas que podemos tomar para reducir la presencia de estas sustancias en nuestro entorno y minimizar nuestra exposición:
- Elige preferiblemente muebles sin rellenos de espuma de goma o poliuretano. Optar por materiales naturales como el mimbre, la madera o el metal reduce la probabilidad de que contengan retardantes de llama. Lo mismo sucede si eliges tejidos y rellenos naturales, como el algodón o la lana, en lugar de sintéticos.
- Mantén el polvo bajo control en el hogar. Pasa un paño o una mopa húmeda y aspira el polvo con un filtro de alta eficiencia (HEPA). Asegúrate también de ventilar bien.
- Lávate las manos con frecuencia, sobre todo antes de comer. Lávaselas también a los niños. Al tocar más el suelo y llevarse las manos a la boca están más expuestos.