En 2009, Cristina Abadia ponía en marcha, junto a nueve profesionales más del Consorci Sanitari de Terrassa, el Comité de Salud Integrativa, promotor de la primera unidad de medicina integrativa de España en un hospital público.

Lo hacían con sus propios medios y sin recibir ni un euro a cambio, poniendo a disposición de los enfermos oncológicos su tiempo, conocimientos en terapias complementarias y su pasión por dar apoyo humano, consciente e integral en el proceso curativo. Tuvieron el apoyo del hospital, con la condición de llevarlo a cabo de forma voluntaria fuera del horario laboral y realizar investigación.

En la actualidad, después de tres años de vida, esta unidad visita a unos 120 pacientes al año y realiza unas 550 sesiones anuales con un éxito rotundo.

Posteriormente han ido apareciendo iniciativas similares en otros hospitales públicos con las que mantienen contacto, como la Fundación Kálida, en el Hospital de Sant Pau o el Hospital de Sant Joan de Déu (ambos en Barcelona), y próximamente el Hospital de Tortosa (Tarragona).

Cristina Abadía es médico especializada en Medicina del Trabajo y presideel Comité de Salud Integrativa del Consorci Sanitari de Terrassa. Hablamos con ella de esta iniciativa pionera y su visión sobre el futuro de la medicina integrativa.

Es usted un ejemplo de que la enfermedad puede ayudarnos a sanar y a trascendernos, sirviendo de ayuda a los demás…
—Bueno, yo en 1999 tuve un ictus y me hice todos los tratamientos convencionales que hizo falta, pero me seguía faltando algo, una comprensión de lo que había vivido, y eso no me lo ofrecía la medicina convencional. Me llegó poco a poco al probar diferentes terapias complementarias. De esa experiencia positiva que supuso para mí combinar dos abordajes de la salud, surgió la idea de crear esta unidad de medicina integrativa en el hospital en el que trabajo.

Tengo entendido que esta unidad no está financiada por el hospital sino por un grupo de sanitarios que, como usted, decidieron ponerla en marcha. ¿Esto sigue siendo así?
—Somos un grupo de diez profesionales y no todos somos médicos. Hay médicos, enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos, nutricionistas, acupuntores, administrativos… y todo lo hacemos de forma voluntaria. Una tarde a la semana o dos, lo que cada uno decida, reservamos un espacio en consultas externas y pasamos visita, fuera del horario laboral, a los pacientes que lo piden. Los terapeutas, todos trabajadores del hospital, ofrecemos la terapia complementaria en la que estamos formados. En los últimos años, gracias a una subvención de la Fundación La Caixa, hemos podido pagar algo a algún colaborador externo. También contamos con diez profesionales que ofrecen terapia energética a pacientes ingresados.

Esta unidad funciona de momento como apoyo al paciente oncológico. ¿A qué terapias puede acceder el paciente que lo solicite?
—Le hacemos una primera visita, se la hago yo, con el criterio del oncólogo que deriva al paciente a través del programa y de su historia clínica. Hacemos una entrevista y ofrecemos apoyo con nutrición, mindfulness, acupuntura, arteterapia y dos tipos de terapias energéticas que son: terapia de polaridad y armonización energética.

"Para nosotros la nutrición y el mindfulness son un pilar fundamental del tratamiento".

¿Qué protocolo debe seguir el paciente para recibir estas terapias?
—En la primera visita y según la indicación del oncólogo, o con la entrevista, en la que también salen cosas que el paciente no le ha explicado a su médico, decidimos juntos qué terapias realizar. Para nosotros, nutrición y mindfulness son un pilar fundamental, pero si hay un dolor, como una neuropatía periférica, por ejemplo, por efecto de la quimioterapia, indicamos acupuntura. Dependiendo de la sintomatología, recomendamos un tratamiento u otro.

—¿De qué modo se guía al paciente en sus hábitos nutricionales?
—Un buen soporte nutricional es un elemento preventivo de primer orden para evitar recaídas y ganar calidad de vida, ya que muchas veces el desequilibrio orgánico que lleva a enfermar se da por una mala alimentación, entre otras cosas. Nuestra nutricionista tenía a tantos pacientes derivados que optó por hacer sesiones en grupos de ocho. En la primera visita, en grupo, les da unas indicaciones básicas. Y a partir de ahí detecta necesidades y hace un seguimiento individualizado.

En estos años que lleva la unidad, ¿cómo están respondiendo los pacientes a los tratamientos?
—Hay diferentes niveles. Hay personas que con la nutrición ya se notan cambios importantes, tienen más energía, se sienten menos cansados… Con acupuntura mejora mucho el dolor también, y luego ya, en los casos en que hemos ofrecido terapia energética, la persona recobra la responsabilidad del proceso: el porqué me ha pasado esto, el para qué me sirve que me haya pasado esto… Es un acompañamiento que ayuda al paciente a hacer los cambios que considera que más necesita.

¿Qué tratamientos son más requeridos?
—El 100% de pacientes hacen los tratamientos convencionales con radioterapia o quimioterapia o ambos. A un 70% de pacientes les hemos ofrecido apoyo nutricional, a un 60% acupuntura y a un 35% terapias energéticas. Y casi todos los pacientes reciben mindfulness.

¿Qué aporta la acupuntura, por ejemplo, al tratamiento oncológico?
—Mejora muchísimo cuestiones de astenia, cansancio, apetito; mejoran muchos efectos secundarios, como la boca seca. Sobre todo la neuropatía, el dolor en manos y pies secundario a la quimioterapia… Habíamos empezado un estudio clínico justo antes del estado de alarma por COVID-19 y tenemos unos resultados muy buenos, pero nos vimos obligados a parar. Señalan una mejora estadísticamente significativa en niveles de depresión, ansiedad, fatiga y calidad de vida.

"Tenemos unos resultados muy buenos: una mejora estadísticamente significativa en niveles de depresión, ansiedad, fatiga y calidad de vida."

—¿Qué cambios se observan en los pacientes que recurren a las medicinas bioenergéticas?
—Muchas veces los pacientes tienen que hacer tratamientos con quimioterapia, pero lo pueden afrontar con una serenidad que no tenían, como me pasó a mí. Afrontas la angustia vital de si te mueres o no, de si te quedas con secuelas… No veo por qué tiene que ser esto incompatible con hacer tratamientos convencionales. La persona puede ir hacia dentro, reconectar consigo misma, con lo que necesita, con darse permiso… Estamos tan acostumbrados a vivir hacia fuera…

Para usted, ¿qué es lo más importante de la existencia de este tipo de unidades o servicios en el sistema sanitario público?
—Pues es darle espacio al paciente, que tiene unas necesidades que no tenemos tiempo de atender en medicina convencional. Los pacientes, al final, lo que quieren es tener una medicina convencional que les dé todo lo que necesitan, pero muchos me dicen en la visita: "¡qué bien que alguien me pueda escuchar!".

¿Han encontrado impedimentos para implementar o mantener esta unidad de medicina integrativa?
—Sí, muchos. Tanto miedo me dan los que desde la medicina convencional sin saber nada critican a la medicina que ellos llaman "alternativa" como los de la medicina alternativa, cuando es alternativa, que critican a la convencional. Tenemos una medicina convencional fuera de serie, espectacular y yo, cuando he estado enferma, he necesitado tratamientos de medicina convencional, pero también es cierto que con eso no tuve suficiente.

"Me faltaba algo para encontrarme bien física y emocionalmente y lo encontré con las medicinas complementarias."

¿De dónde vienen sobre todo los problemas? ¿De los médicos?
—Con los oncólogos costó al principio, pero ahora tenemos que decirles que no nos hagan tantas derivaciones porque no podemos asumir tanto trabajo. No podemos gastar ni un recurso de la sanidad pública y trabajar así es complicado, porque estamos haciendo las tareas administrativas de programación, llamadas a los pacientes…

—Usted preside el Comité de Salud Integrativa del Hospital de Terrassa. ¿Cómo ve el futuro de la salud integrativa aquí y en otros países?
—La OMS está recomendando que los servicios públicos incorporen la medicina integrativa y muchos países de Europa tienen regulación, cosa que aquí no. Pero yo creo que el COVID va a cambiar muchas cosas también. Creo que tenemos que dar un tiempo para ver hacia dónde vamos, pero pienso que es una invitación a que cada uno haga una revisión de dónde está y hacia dónde quiere ir. Creo que muchísima gente va a hacer cambios en su estilo de vida, y ahí la medicina integrativa tiene mucho que decir.

¿Alguna última cuestión que quiera remarcar sobre este tipo de unidades de medicina integrativa?
—Se necesita el apoyo de las administraciones públicas. La medicina integrativa sin un apoyo de la administración no va a ningún sitio. Por vía privada nos han ofrecido muchas veces la posibilidad de poner la misma experiencia en marcha, pero nosotros queremos seguir favoreciendo este servicio en la sanidad pública. Cuando, desde el sistema de medicina convencional, ofrezco un tratamiento complementario estoy haciendo una tarea de sensibilización. Además queremos llegar a todo el mundo, no solo a quienes pueden costeárselo.

¿Qué es lo que más le conmueve en el trato con los pacientes?
—A veces haces una pregunta y la persona se te pone a llorar. Se queda parada de que alguien le apoye en algo que siempre había pensado, pero que nunca nadie le había validado. Es una medicina humana, empática y sensible. Se trata de que el paciente nos diga qué necesita y no verlo como un objeto de estudio. A veces explican cosas que no le han explicado a nadie y, al entender que eso tiene su porqué o su para qué, se emocionan.

Unidades de medicina integrativa en hospitales españoles

Poco a poco surgen otras iniciativas pioneras para poner en marcha unidades de medicina integrativa en los hospitales españoles:

Hospital Sant Joan de Déu

El equipo de Cristina Abadia acaba de firmar un convenio con este hospital infantil catalán, donde se ha creado la primera unidad de oncología pediátrica integrativa de Europa, integrada dentro del área de oncología y financiada por filantropía.

Los tratamientos complementarios (nutrición, acupuntura, reflexología y aromaterapia, entre otros) forman parte del plan terapéutico del niño, con un feedback de pacientes y familias "excelente", en palabras de Cristina Abadia.

Hospital San Roque

Una iniciativa privada de Gran Canaria con un programa de salud integrativa para pacientes con cáncer, enfermedades autoinmunes, neurodegenerativas y metabólicas o estrés crónico, entre otros. Coordinado por el doctor Juan Carlos Durán, desde el programa se ofrecen terapias complementarias a los pacientes para reforzar los tratamientos convencionales.

El apoyo nutricional, la acupuntura y el ejercicio son las principales bases de actuación, que se acompañan de una gran variedad de terapias, desde neurofeedback, Estimulación Cerebral no Invasiva, arteterapia o musicoterapia hasta meditación, yoga, taichí o chikung.

Fundación Kálida

Se encuentra dentro del Hospital de Sant Pau en Barcelona y ofrece servicios gratuitos a pacientes oncológicos para mejorar su día a día, en concreto servicios de nutrición, mindfulness, relajación, arteterapia, tratamiento psicooncológico…

Instituto Oncológico Baselga

En este centro privado, situado en el hospital Quironsalud de Barcelona, se aplican métodos integrativos. Lo dirige el doctor Baselga, también director médico del Sloan Kettering, el centro de referencia en medicina integrativa para pacientes oncológicos en EE.UU.