Abordar un cáncer supone un gran reto personal. En todos los sentidos. Es un momento en el que se replantean estilos de vida, creencias, se bucea en las emociones... Cada vez más personas deciden acompañarse en este proceso con la medicina integrativa, un enfoque que persigue promover la salud de una forma seria y rigurosa, aunando la valiosa aportación científico-técnica de la medicina convencional y la atención a través de una concepción holística del ser humano –que incluye los aspectos físicos, emocionales, mentales y espirituales–.

Este modelo se apoya en la perspectiva cuerpo-mente, el conocimiento y la profesionalidad del terapeuta, el papel del paciente como gestor de su propia salud y el trabajo con terapias naturales y humanísticas que complementan a las convencionales: cirugía, quimioterapia, acciones terapéuticas moleculares y radioterapia.

Psicología integrativa: más recursos a tu alcance

La práctica de la oncología integrativa incluye desde la medicina convencional hasta las menos usadas en nuestra sociedad: terapias bioenergéticas, fitofármacos, psicología energética y muchas más. Todas ellas buscan el potencial interno de cada persona, la detoxificación de una situación crónica (una alimentación pobre y la acumulación de diferentes tóxicos, medicamentos y quimioterápicos), el cuidado de la inmunidad y los recursos naturales del organismo para recuperar la salud, y la atención a los aspectos emocionales y espirituales de la enfermedad.

En oncología integrativa se usa la medicina convencional y otras terapias que buscan el potencial interno de cada persona

Destacados oncólogos promueven la investigación de calidad sobre estas modalidades complementarias a través de la Sociedad Internacional de Oncología (SIO) y su revista especializada (Journal of the Society for Integrative Oncology). El panel de expertos de la SIO realizó en su momento recomendaciones específicas basándose en la firmeza de la evidencia y la relación riesgo beneficio. En España, la Sociedad Española de Oncología Médica incorporó en 2014 su propia guía de terapias integrativas ante la necesidad de dar respuesta a la frecuente demanda de los pacientes que preguntan a su oncólogo sobre la dieta que pueden hacer, la actividad física adecuada, el uso de complementos naturales y otros hábitos que puedan ayudarles en su proceso. Estos contenidos permiten a profesionales, pacientes y familiares, disponer de una información veraz y comprobada.

A continuación, vamos a destacar varias de las medidas mejor contrastadas y con evidencia científica asociadas a la oncología integrativa.

Dieta Anticáncer

Parece suficientemente demostrado y bien documentado que la dieta es responsable de entre un tercio y la mitad de todos los cánceres humanos, y hasta el 70% de los de algunos sistemas, como el digestivo. Eso nos invita a todos a tomar un papel más activo en el cuidado de nuestra salud y a adquirir la información y los medios necesarios al servicio de un estilo de vida integral y saludable.

  • Incrementa el riesgo: un consumo alto de productos de procedencia animal, una baja cantidad de fibra y el desequilibrio entre ácidos grasos omega 3 y omega 6.
  • Es preventivo: la ingesta de frutas y vegetales, así como la inclusión en la dieta diaria de elementos como selenio, ácido fólico, vitaminas B y D, carotenoides, probióticos y antioxidantes.
  • Una vez se ha manifestado: los estudios muestran que una dieta baja en grasas y alta en fibra protege contra la recurrencia y la progresión de un cáncer. Así, el plato estándar de la dieta anticáncer contendrá frutas y verduras variadas, legumbres con aceite de oliva, ajo, hierbas y especias, dejando los productos lácteos, la carne y los huevos como opcionales y nunca el ingrediente principal del plato. Es importante destacar el efecto antiproliferativo de las células tumorales que tienen las crucíferas (col, brócoli, kale, berro...) y el ajo.
  • Lo más saludable es comer poca o ninguna carne roja y disminuir la cantidad de alimentos procesados, azúcares y harinas refinados

Los expertos con una opinión más autorizada del planeta, como por ejemplo Dean Ornish, de la Universidad de San Francisco (EE. UU.), insisten en lo vital que es aumentar la calidad y disminuir la cantidad de nutrientes, indicando que lo más saludable es comer poca o ninguna carne roja y disminuir la cantidad de alimentos procesados, incluyendo azúcares y harinas refinados.

Ejercicio físico

Unido a una dieta saludable, el papel del ejercicio es fundamental. Los cálculos de los organismos oficiales expertos en el tema afirman que la incorporación de las recomendaciones alimentarias y la actividad física son suficientes para reducir la incidencia de cáncer en más de un 40% en el mundo entero. Un ejercicio moderado de tres a cinco horas a la semana redujo las probabilidades de morir a causa de cáncer mama y de colon casi la mitad, según los investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard. La práctica de ejercicio...

  • Reduce los niveles de insulina, lo cual es una de las formas más poderosas de disminuir el riesgo de cáncer.
  • Desencadena la apoptosis (muerte celular programada), lo que hace que las células de cáncer mueran. Se ha demostrado en tumores de piel y pólipos intestinales.
  • Baja el nivel de estrógenos, algo especialmente beneficioso en el cáncer de mama en la mujer, mientras que en los hombres disminuyen los niveles de testosterona circulante.

El ejercicio regular y la fortaleza muscular ayudan a reducir la mortalidad por cáncer en un 30%-40% de los casos

Existe consenso entre los profesionales en recomendar a los pacientes oncológicos hacer ejercicio durante y después de los tratamientos. El ejercicio regular y la fortaleza muscular ayudan a reducir la mortalidad por cáncer en un 30%-40% de los casos. La prescripción tradicional es 20 minutos de ejercicio al menos tres días por semana. Pasados los periodos de radio y/o quimioterapia, se recomienda al menos 30 minutos de ejercicio moderado cinco días por semana.

Horas de sueño

Las personas con problemas para dormir bien (les cuesta conciliar el sueño, se despiertan muchas veces o muy pronto por la mañana) suelen tener problemas de salud, incluyendo un incremento del riesgo de padecer cáncer y una peor respuesta a sus tratamientos. También se ha constatado ese riesgo en personas que viajan mucho o que trabajan en turnos rotativos o por la noche.

En la relación del sueño con el cáncer se ven implicados varios factores que están en relación con el cuidado y el fortalecimiento del sistema inmune: la respuesta de relajación, la privación o exposición a la luz, la función de la glándula pineal y el timo y los niveles de melatonina. El descanso, en cantidad y calidad apropiadas, tiene un importante papel como inmunomodulador y preventivo oncológico.

El descanso, en cantidad y calidad apropiadas, tiene un importante papel como inmunomodulador y preventivo oncológico

La glándula pineal es fundamental en la inducción del sueño: es un estimulador natural de la glándula tímica –clave en el funcionamiento del sistema inmune y su papel antitumoral– y secreta melotonina. Esta hormona:

  • Tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, antienvejecimiento y anticáncer.
  • Reduce los síntomas de depresión en las mujeres con cáncer de mama.
  • Tiene efectos beneficiosos a nivel cognitivo, además de mejorar la calidad de vida.

Se encuentra de forma natural en alimentos de origen vegetal: especias, té, cerezas, maíz, vino tinto, tomate, patata, cebolla, nueces, arroz, fresas, naranjas, pimientos, garbanzos, habas secas, girasol y almendras. De todos modos, hoy en día resulta fácil disponer de suplementos.

Manejar el estrés

El estrés crónico es un factor de inmunosupresión de primer orden, con todas las consecuencias que acarrea, incluyendo su relación con el cáncer. Elementos mantenidos en el tiempo de tensión en la vida familiar, laboral o personal, factores psicosociales y otros han sido señalados como factores de riesgo, en particular en la personalidad conocida como tipo C, personas pasivas y con dificultad para expresar rabia. También se ha demostrado el incremento de la incidencia de cáncer en las personas con duelo o tras un divorcio, y un peor pronóstico en pacientes con depresión.

El aprendizaje de técnicas de manejo del estrés –respiración, relajación, visualización, mindfulness...–, el apoyo social y el cambio de actitud en sentido positivo constituyen valiosas herramientas, no solo desde el punto de vista de la calidad de vida, sino también para potenciar el sistema inmune e influir en el curso y la respuesta al tratamiento.