¿Te has sentido alguna vez incomprendido o incomprendida? ¿Has intentado razonar con alguien y habéis acabado a gritos? ¿Sientes que las personas a veces no entienden lo que dices? Si las respuestas son un sí, quizá no estés tan solo como piensas y todo podría tener una explicación bastante razonable. Así lo asegura Thomas Erikson, especialista en interpretación de patrones de comportamiento y análisis de la personalidad, además de experto en lenguaje personal y coach.

Tras más de 20 años impartiendo conferencias y seminarios a ejecutivos y directivos de empresas como IKEA o Coca-cola, ha creado un método de clasificación del comportamiento que divide a las personas en cuatro tipos: los rojos, dominantes y ambiciosos; los amarillos, espontáneos y optimistas; los verdes, pacientes y amables; los azules, metódicos y preciosos. Charlamos con él sobre Rodeado de idiotas (editorial Planeta), su cuarto libro, que acaba de salir a la venta, donde nos aporta herramientas básicas para identificar e interactuar con este tipo de personalidades que te servirán para tu día a día, pero sobre todo, en tu entorno laboral.

–¿Por qué solemos calificar de idiotas a los demás? ¿Es una cuestión de superioridad moral, de ego…?

–Podría, desde luego, ser eso. Algunas personas tienen mucho ego, otras piensan que son superiores moralmente, otras que son más inteligentes, otras piensan que a lo mejor te falta educación… Pero el asunto es que etiquetar a los demás como idiotas suele tener que ver, sobre todo, con una falta de comprensión, con un malentendido, es decir, que referimos todo a quienes somos, a nosotros mismos y a que los demás son los que se equivocan. Y, en general, somos nosotros los que nos equivocamos.

–En tu libro demuestras que no es que sean idiotas, sino más bien que son diferentes a nosotros (en comportamiento y pensamientos). ¿Podemos adaptarnos a esas personas con tu método o esas relaciones están destinadas a no funcionar?

–Puedes adaptarte si quieres, si te das cuenta de que muchas veces te equivocas o te das cuenta de que lo que estás haciendo ahora no funciona y que tienes que adaptarte. Si piensas “no me quiero adaptar, no me voy a adaptar”, entonces, desde luego te vas a equivocar. Independientemente de quién seas, cómo seas de fantástico, siempre estarás en minoría. Tienes que adaptarte si quieres sobrevivir en el mundo, eso depende de ti.

–¿Qué es el método DSIC? ¿Cómo llegaste a aplicarlo profesionalmente?

–He estado dando talleres y conferencias en empresas durante casi tres décadas y enseñamos a los vendedores, a los equipos de ventas, cómo escuchar a los diferentes colores, cómo hacer presentaciones en vivo, cómo vender mejor… He enseñado también a los directivos a ser mejores líderes, es decir, a ver cómo funcionas mejor en tu posición dentro de la pirámide empresarial. Puedes ser un líder y no ser un directivo, y puedes ser un directivo y no ser un buen líder. Entonces, tienes que aprender a comunicar mejor, ya sea para vender más, para ser mejor líder o, sencillamente, para hablar con las personas. Es decir, es muy diferente, por ejemplo, el feedback que te da un rojo, un verde, un amarillo o un azul. Hay que entrenar, todo se entrena.

 

–De hecho, comentas que has trabajado para empresas como IKEA, Coca-Cola… ¿Cuáles han sido los resultados más visibles a corto y largo plazo?

–A corto plazo es un ahorro de tiempo. Cuando nos adaptamos mejor y de una forma más constructiva, ahorramos tiempo, hay menos malentendidos innecesarios, menos conflictos basados en no escucharnos, las reuniones son más rápidas, no tenemos que sentarnos dos horas a darle vueltas a las cosas… Nos entendemos mucho más. A corto plazo, todo va más rápido. A largo plazo, sobre todo hay menos conflictos. Una mejor comprensión. Y, a muy largo plazo, la gente se siente mejor. Y cuando se sienten mejor en su entorno, las personas son más productivas. Todo el mundo gana.

 

–Cuatro colores para explicar cuatro personalidades. ¿Nos podrías explicar brevemente cuál es cada una de ellas?

Los rojos son los dominantes, extrovertidos, orientados a la tarea, ambiciosos, competitivos, les gusta la velocidad, la acción… Pasan a la acción rápido. Hay gente que piensa que son un poquito agresivos, podríamos interpretarlo así, pero lo que tienen es mucha motivación, quieren llegar al objetivo.

Los amarillos son los sonrientes, todo fluye, el sol siempre luce, aunque llueva… Son positivos, ven soluciones a cosas que no sabíamos ni que eran problemas, hacen preguntas que nadie ha pedido, piensan constantemente fuera de los esquemas.

Los verdes son los que mejor cuadran en un equipo. Trabajan muy bien en pequeños grupos de 3 a 5 personas, 10 personas ya son muchas. Escuchan bien, ayudan, se preocupan, comparten… Es decir, que no les gusta estar en el centro, bajo el foco. Si subes la voz, seguramente un verde se retraerá, así que no podrás saber qué piensa.

Y los azules son los contables, los ingenieros… Gente a la que le gustan los hechos, el perfeccionismo, los detalles, las pruebas. Ese es el factor azul.

–Las personalidades rojas son las más reactivas, las amarillas las optimistas, los verdes son la mayoría, afables y de buen carácter, y los azules los metódicos y más ordenados. ¿Cómo podemos adaptarnos a cada uno de ellos sin llegar a volvernos locos?

–Una pregunta excelente, porque ¿cómo adaptarse a todo el mundo todo el rato? ¡Nadie ha dicho que fuese fácil! Depende sobre todo de quién seas. Si eres rojo es fácil actuar como un rojo y no te tienes que adaptar mucho. El azul tiene que aumentar el ritmo seguramente. El amarillo tiene que hablar menos. Si eres verde tienes que ser capaz de expresar más lo que piensas y dejar de esconder tus emociones.

Así que depende de tu punto de partida, no se puede decir haz esto o lo otro. Si te encuentras con un amarillo, como rojo tienes que desacelerar. Si te encuentras con un verde, siendo azul, deberías aumentar tu ritmo. Todo depende…

–Y si nos encontramos con una pareja que tiene un color diametralmente opuesto…

–Pues como con el resto de personas, prestando atención, escuchando a la otra persona, saliendo de tu cabeza, haciendo preguntas… Si es una pareja romántica, efectivamente hay que decir “me está costando entender lo que dices, ayúdame, no lo entiendo, podemos hablar…”. Eso es lo que hago con mi mujer, que es súper roja, solo roja. Es tan rápida que ella ya ha salido de la ciudad antes de que yo me levante. Yo soy bastante rápido, pero ella es una fuerza de la naturaleza, y le digo: “te quiero mucho, pero ¿podemos sentarnos un momento para ver un par de detalles?”. Y ella dice: “ya lo sé”. Claro, pero tenemos que hablar. Lo hacemos y funciona muy bien.

 

Es mi tercera mujer, es decir, que ya había probado antes muchas cosas que no funcionaron. Ella me presta atención y me dice: “vale, venga, vamos a ponernos en azul”. Ya que sabe que yo soy azul. No hay que esconder nada, hay que hablar sobre cómo hacemos que funcione. Es la única forma. Es sencillo, pero no es fácil. Después de haber fracasado dos veces, le prestas más atención a las cosas, has aprendido por la vía dura, sabes que has sido un idiota y has metido la pata, has cometido muchos errores y sabes que tienes que hacerlo mejor. ¡A la tercera va la vencida, dicen!

–Entendemos que una persona puede tener varios colores a la vez, entonces.

–De acuerdo a la teoría DSIC, como máximo tienes tres colores al mismo tiempo. Yo soy una de esas personas: tengo mucho rojo, mucho azul y bastante amarillo, pero no verde; nadie en este sistema tiene los cuatro colores al mismo tiempo. No significa que no tengas la capacidad de diferentes colores, aunque seas súper azul puedes contar una broma y ser muy amarillo e intentar mostrarte de forma comunicativa y graciosa, pero luego vuelves a ser azul. Puedes practicar cualquier color, pero requiere un entrenamiento. Normalmente, de forma natural vuelves a quien eres, es donde te sientes mejor, en intentar ser tú mismo sin provocar conflictos a tu alrededor. Tenemos que adaptarnos, pero cuanto más seas tú, mejor.

–Hay un capítulo del libro que dedicas a las personas con las que tratamos a menudo, pero que no vemos en personas. Un ejemplo claro es la comunicación a través del email. Dices que podemos hacernos una idea de cómo es esa persona solo por cómo escribe. ¿Nos podrías explicar un poco más cómo hacerlo?

–Las personas en general están entrenadas para escribir emails y algunas pueden efectivamente interpretarlo. Por ejemplo, mi agente escribe como piensa, como habla, es básicamente amarilla y verde, es amorosa, está orientada a las personas, es una mujer fantástica. Y normalmente piensa y escribe de la misma forma. Yo normalmente respondo “okey”, no empiezo “uy, qué buena idea”, etc. La mejor forma, por lo tanto, es ver lo qué dice esa persona y ver cómo escribe. Por ejemplo, yo lo que suelo hacer es de espejo, es decir, si me escriben con un “estimado señor Erikson”, yo respondo “estimada x”. Maya Angelou decía que la gente en general no recuerda lo que dices, pero sí cómo les hiciste sentir. Ese es un sentimiento fabuloso que intento aplicar, incluso cuando escribo.

–¿Cómo podemos adaptarnos en el entorno laboral a las distintas personalidades? ¿Qué podemos hacer cuando no nos llevamos bien con nuestros compañeros de trabajo o con nuestro jefe?

–No se resolverá solo, hay que hacer algo al respecto. Yo recomendaría que, si tienes un problema con una persona, deberías invitarla a tomar un café y decir “bueno, deberíamos hablar, hay algo que no funciona”. También puedes hacerlo con tu jefe, si él o ella es un buen líder, te dirá, “claro, siéntate”; si es un mal líder o un mal directivo, te dirá, “ese es tu problema, tú tienes que obedecer lo que digo y se acabó”. En ese caso lo mejor sería dejar de trabajar con ese jefe.

No puedes intentar meter la cabeza debajo de la tierra o esconderlo todo debajo de la alfombra, porque al final acaba saliendo, hay que abordarlo. Pero no es lo mismo decir, “eres un idiota que no sabe expresarse” a “¿qué puedo hacer para entendernos mejor?”.

–El estrés juega un papel fundamental. ¿Cuáles son los principales factores de estrés en cada una de las personalidades?

–Por ejemplo, a los rojos no les gusta perder el control, no les gusta cuando se sienten fuera de control. A los amarillos les genera estrés sentirse rechazados, mientras que los verdes se estresan con los cambios rápidos. Si un azul se encuentra ante mucho desorden, confusión, o nadie sigue las reglas, entonces, se estresará mucho.