Posiblemente el nombre de Veronica Blume te haga pensar en aquella top model de los años 90 que ocupaba numerosas portadas de las revistas más importantes de moda. Es ella. Sin embargo, hace ya casi 20 años que el yoga y la meditación forman parte de su vida.

Profesora de yoga, dirigió su propio centro, The Garage, hasta 2020, conduce el podcast El camino de vuelta y ha publicado el libro Ser. El camino de vuelta a ti (Diana) desde el que comparte de una manera honesta y delicada su viaje personal a través del yoga y la meditación. No es una guía. En estas páginas, Verónica no especifica cómo se lleva a cabo, sino que nos permite descubrir sensaciones, trucos… a partir de su propia experiencia.

–Cogemos el libro y pensamos que hablará de yoga y meditación, sin embargo va más allá de posturas y respiraciones…
–No quería hacer otro libro de yoga en el que se hablara de cómo practicarlo, para qué va bien… Creo que el yoga se refleja fuera de la esterilla y las historias más bonitas son las auténticas. Esto es algo que también he aprendido, primero con mi centro de yoga y luego durante el confinamiento, que cuando nos abrimos a compartir desde nuestra verdad se crean conexiones, cercanía. Tú y yo no nos conocemos, pero tú conoces unas partes de mí y ahí ya hay una conexión. Ya no soy la modelo que hace yoga. Eso crea muchísima distancia.

–¿Y no te da miedo, reparo… que personas como yo, a las que nunca has visto, conozcamos esas partes de ti tan personales?
–Me he pasado muchos años de mi vida encerrando a la personita que era, porque pensaba que había que ser de otra manera, que me tenía que comportar de una forma específica, que tenía que hablar, decir, callar, comer… de una manera concreta para agradar a los demás, así que para mí es una liberación hablar desde mi sinceridad.

Si tú ahora vinieras a entrevistar a la top model de los 90 me sentiría superincómoda, tendría el síndrome de la impostora. En cambio, me libera mucho decir: “Pues no, no soy perfecta, me equivoco”. Es algo muy nuevo en mi vida, que he aprendido a hacerlo en los últimos 5-6 años, y es una liberación enorme. Además, no hay nada en mi vida que piense que es tan horrible que deba esconderlo. Por suerte, ya no tengo ese miedo. Lo tuve durante muchos años y me hizo mucho daño, pero ya no lo tengo.

–¿Te ha pesado esa etiqueta de modelo a la hora de presentarte como profesora de yoga?
–Nuestras etiquetas nos encierran y nos condicionan un montón, y la de ser modélica, ser ese ser perfecto es una carga muy grande. Durante muchos años, y todavía a veces cuando conozco a alguien que es como: “Aaahh, yo te llevaba en mi carpeta cuando era pequeña” o algo así, tengo que desmontar ese mito y decir: “No, no, espera, que yo no soy todas esas cosas que se supone que son las modelos”. Además, el yoga también se ha puesto muy de moda y parece como “ay, mira, otra modelo que hace yoga”.

La realidad es que llevo 18 años practicándolo, y como soy bastante discreta, empecé dando clases en el salón de mi casa, después tuve mi centro de yoga, pero nunca me ha gustado sentirme maestra de nada, ni siquiera dando clases. O sea, yo estoy ahí aprendiendo y recibiendo. Es un regalo.

Entrevista Veronica Blume yoga 3
Xavier Torres-Bacchetta

–En el libro cuentas que descubres el yoga con tu embarazo.
–Sí. Vivía en Ibiza, era invierno, no había mucho que hacer y, además, había dejado mi trabajo para conectar con la naturaleza. Había oído que el yoga iba muy bien en el embarazo, y yo necesitaba conectar con mi cuerpo desde el sentir, no desde la mirada. Desde la mirada iba transformándose y desde el sentir yo estaba más a gusto que nunca en mi cuerpo, pero necesitaba algo que me ayudara a canalizarlo, así que entré un poco por curiosidad y fue un flechazo total. Además, me ayudó a llevar un embarazo mucho más consciente, y a partir de ahí cambiaron muchas cosas.

–¿Qué tipo de yoga practicas?
–Practiqué Kundalini durante cinco años y ahora hago Vinyasa. El Kundalini es una práctica maravillosa, es una técnica perfecta que funciona muy bien para transformar energías, soltar adicciones, tanto de cosas materiales como mentales, que en mi caso, son las más grandes, pero llegó un momento en el que tuve que cambiar ese yoga tan energético por una práctica que me ayudara a estar más presente, porque para elevarme y despegar tengo bastante facilidad. Mi reto es aterrizar.

–¿Lo haces cada día?
Sí, y los días que no practico me lo noto.

–¿Recuerdas en qué momento pasó de ser una práctica a una forma de vida?
Eso pasó muy rápido. Tuve a mi hijo, en el posparto no estaba yo para practicar todos los días, pero al poco tiempo empecé a meditar de madrugada, a practicar algunas cositas y, cuando Liam tenía menos de un año, empecé a hacer la formación. No sabía si iba a ser profesora o qué, pero sabía que ahí había algo que yo quería conocer mejor y que quería compartir fuera como fuera.

–¿Qué dirías que te aporta?
–Me ayuda a reconectar con un lugar de paz desde el que puedo gestionar la vida mucho mejor. Me ayuda a escucharme. No es que cada día me suba a la esterilla y sea hiperflexible, tenga un superequilibrio y una supermente en blanco. Hay días de todo, y a veces la práctica es darme cuenta de que no me siento a gusto en mi cuerpo, o que hay mucho ruido en mi cabeza, o de que estoy llena de inseguridades. Es como un barómetro, como una toma de tierra. Y a veces me entran los miedos y la ansiedad, que también me entran (que a veces se piensan que, como soy profe de yoga, no tengo).

En ocasiones, cuanto menos me apetece la práctica es cuando mejor me hace, porque a veces entras en el bucle de que "cada día estoy divina, me subo a la esterilla y vuelo bien alto". Y ahí se entremezcla un poquito el ego, pero cuanto menos me apetece es cuando al final más lo agradezco.

–Hablando de ruido mental, ¿cómo logras discernir entre ruido e intuición?
–Es una buena pregunta. Durante mucho tiempo pensaba: “Cómo distingo un miedo de una intuición”. Y a mí hay un sistema que me funciona que es cerrar los ojos, pensar en esa situación y ver cómo me hace sentir en el cuerpo. Si me hace sentir presión o incomodidad es ruido, porque la intuición fluye libre y te hace sentir comodidad en el cuerpo y el espacio.

–Tu curiosidad por las prácticas y terapias de esta índole es de siempre. Con 17 años ya te habías dejado seducir por el reiki, cuando entonces no era tan popular...
–Yo creo que me viene de familia. Mi padre siempre se ha interesado mucho por la espiritualidad, y yo vi muy rápido que a mí el mundo del lujo, de los viajes, de los excesos, de los vestidos… nunca me llenó.
Y lo del reiki, realmente fue porque mi hermana iba, me enganché con ella y enseguida me entusiasmó el saber que había algo más dentro de este cuerpo que era como mi mayor enemigo. Y mi camino es ese, el hacer las paces con mi cuerpo, el perdonarme muchas cosas, el aprender a usar este cuerpo para más de lo que hacemos.

Aprender a escucharnos es para mí lo primero, y el yoga me ayuda a escucharme.

–¿Qué les dirías a quienes acaban de llegar al yoga y sienten que solo practican posturas?
–Que no hay ninguna meta. Yo nunca digo que sé mucho sobre yoga. Llevo muchos años practicando, pero es eso, una práctica, y cuanto más aprendo, más sé que sé muy poquito. En el libro también: cuando yo empezaba y miraba a los demás y pensaba que tenía que estar alcanzando algún estado X y no lo veía y no lo reconocía y me sentía inadecuada…

El yoga es un camino, que cuanto más avanzas, más puertas vas abriendo y más puertas se abren detrás de esas puertas. Así que les diría que hay que valorar los pequeños logros que vamos haciendo, nunca compararnos, pero sí inspirarnos con las personas que tengamos cerca. Y mirarlo como un encuentro con nosotros mismos. Es un ritual, es una oportunidad, como si cuidaras una relación. Tanto damos a nuestros hijos, a nuestras parejas…, que nos olvidamos completamente de nosotros. Y el yoga es ese momento en el que estás contigo.

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