“Las personas necesitan herramientas para relacionarse de una manera diferente y así dejar de sufrir˝, asegura la psicóloga Pilar de la Torre especializada en Comunicación No Violenta (CNV) y autora del libro “Fundamentos y prácticas de Comunicación No Violenta” (Ediciones Arpa).

“La CNV es una técnica muy profunda, pero a mí me gusta definirla como el aprendizaje que necesitamos para tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros en cualquier situación. Cuando metemos la pata, cuando perdemos los papeles o hacemos daño a alguien –con intención o sin ella–, notamos una gran diferencia si la persona nos responde con respeto o bien si lo hace con agresividad. La CNV enseña a responder sin agredir incluso cuando nos agreden.", nos explica Pilar de la Torre.

–¿Solemos responder con agresividad?
–En general, funcionamos con el principio de si me hacen daño o lo devuelvo y sentimos que está justificado. La CNV nos enseña cómo romper esta dinámica y muestra otro camino, algo que requiere aprender a aguantar la embestida y decirnos: “Espera, calma” y realizar un proceso interior que modifica esta energía de enfado y agresión por la de paz y serenidad.

–¿Y cómo es este proceso interior?
–Podría decirse –aunque no quede muy fino– que la Comunicación No Violenta transforma “la mierda” en abono. Es un abono que nos beneficia tanto a nosotros como a las personas que nos rodean. Y en este proceso de transformación no se reprime ni se rechaza nada. El primer paso es reconocer esta “mierda” como tal para después empezar la “transformación química”, algo que requerirá tiempo pero que nos permitirá crecer como persona.

Imagínate voy por la calle y alguien me llama: ˝¡Fea!˝. Yo me siento dolida y lo primero que quiero es atacar. Pero si me detengo y antes de responder con un ataque procuro mejorar la relación conmigo misma y me digo: “Me ha llamado fea, pero yo no me veo así˝, entonces podré responder a esa persona desde otro lugar.

–¿Entonces?
Le preguntaré: “¿Por qué me llamas fea? ¿Qué te ha pasado ? ¿Qué te he hecho?”. Es una reacción muy distinta a por ejemplo: “¡Feo lo serás tú!”, una respuesta que surge desde un dolor interno porque me he creído lo que me han dicho y que al final refleja que la relación que mantengo conmigo misma no es buena. Si en cambio me he ocupo de valorarme, mi reacción se dará desde la serenidad.

–La CNV establece unos pasos para lograr esta transformación interior, ¿no?
–Efectivamente. Marshall Rosenberg desarrolló una metodología que consta de unos pasos que, aunque están subyacentes en las filosofías humanistas ancestrales, él organizó para simplificar el proceso. Lo primero es identificar “la mierda” es decir ver qué juicios, exigencias, comparaciones, generalizaciones, acusaciones y reproches están generando el dolor y determinando nuestra reacción ante lo que ha sucedido. Estamos ante ingredientes que nunca resultarán positivos en una relación.

Una vez identificados la pregunta a formular es: “¿Cuáles han sido los hechos?”. Aquí se trata de detenerse a discernir qué ha pasado de manera neutra, es decir, separando lo ocurrido de los juicios, evaluaciones e interpretaciones personales.

–¿Es fácil emprender este proceso?
–Es algo difícil de llevar a cabo porque la mente siempre tiende a evaluar y confunde estas evaluaciones y juicios con la realidad misma. Cuando tengo estos hechos neutros, sigo profundizando y buscando en mi interior para poner lo que siento en un microscopio. Y es que estos sentimientos me señalan cuáles son mis necesidades y ahí se abre un espacio de infinito valor, porque escuchar cuáles son nuestras necesidades y cubrirlas nos permite sobrevivir emocionalmente a la situación.

Desde lo ocurrido analizo qué necesito para después ver qué acciones voy a llevar a cabo para cubrir estas necesidades.

Sigamos con el ejemplo que he puesto al principio. Me han llamado fea y me doy cuenta de que lo que necesito es valoración personal y consideración. ¿Qué acciones voy a llevar a cabo para cubrir estas necesidades que sólo dependa de mí? Voy a intentar sentirme a gusto con mi cuerpo, voy a reconocer los aspectos positivos que hay en mí, me voy a tratar con consideración y, a la vez, voy a tratar bien a la otra persona.

Todo esto será el abono que me permitirá encontrar la tranquilidad interior –aunque haya también frustración– para entonces ir a la relación con serenidad y preguntar: “¿Qué ha pasado? ¿He hecho algo que te le molestado?”. Este proceso interior me permite no devolver la agresión y, aunque requiere esfuerzo, cuántas más veces lo practicas, comprenderé que vale pena por los beneficios que me reporta.

–¿En un entorno laboral la CNV debe ser de mucha utilidad?
–Mucho. Algunos dicen que en un entorno laboral lo importante son los resultados y que las emociones no cuentan. Pero cuando no expreso directamente con palabras lo que siento, el dolor se expresa de otra forma por ejemplo poniendo una mala cara o dando una respuesta seca. Me digo que no estoy hablando de emociones, pero lo estoy haciendo de una manera aún más peligrosa que si opto por decirle a mi jefe: “Me ha dolido esto que ha pasado”.

Y es que cuando no ponemos palabras a lo que sentimos se propician malas interpretaciones y que la otra persona viva nuestras conductas como una agresión. En cambio, si comunico directamente cómo me estoy sintiendo, la otra persona puede codificar correctamente mi comportamiento y estoy poniendo claridad en la relación.

–La CNV era utilizada por Marshall Rosenberg, su creador, para resolver conflictos políticos. ¿Funciona igual a nivel internacional?
–Exactamente igual. Llevo muchos años dando formaciones en mediación y en CNV. Mientras la primera pone el foco en lograr una solución y un acuerdo, la Comunicación No Violenta no lo pretende y se concentra sobre todo en que ambas partes se lleguen a comprender mejor las necesidades que tiene la otra. Y, para ello, la persona que se ocupa de llevar este proceso ha de comprender también profundamente qué necesitan ambas partes.

Y lo cierto es que, cuando hay un interés genuino en cuidar de ambas partes, el proceso avanza y llega a una solución que será más sólida que cuando ésta surge de propuestas del mediador, porque esta solución o acuerdo estará respaldado por la comprensión mutua y por un proceso más profundo.

–¿La CNV es útil también en conflictos de pareja? ¿Se podría decir que es una forma de pasar de yo al nosotros?
–Sí, es extremadamente útil en conflictos de pareja, en separaciones, en problemas entre padres e hijos, en dificultades de relación entre familiares o bien en problemas de relación entre departamentos de una misma empresa… S

e aplica también con los niños porque las necesidades emocionales están siempre y la CNV nos enseña a conectarnos con ellas. Sin embargo, no diría que es una manera de pasar del “yo” al “nosotros”, porque a veces en una relación yo puedo elegir la distancia.

No siempre busco una reconciliación, sino comprender cuál es mi necesidad, expresarla y a partir de aquí ya se verá.

La CNV me ayuda a encontrar una paz interna, lo que no siempre significa un “nosotros” externo. Imagina por ejemplo que tengo una persona en mi vida con la que tengo desacuerdos permanentes en la forma de ver la vida. Es una relación en la que yo no voy a buscar un nosotros. Sin embargo, cuando tenga que relacionarme con ella, me dedicaré a encontrar la forma de hacerlo desde el cariño, desde el respeto, desde la calidez auténtica algo que se reflejará en mi tono de voz, en mi sonrisa, en mi serenidad… Pero a partir de ahí ya invierto mi energía en otra cosa.

Deseo estar internamente en paz con esta persona cuando la vea, no sentirme revolucionada por dentro su presencia, pero nada más. La CNV llega a proporcionar paz interna en cualquier relación. Y en algunas elijo un “nosotros” y en otras no, pero siempre estoy con el corazón abierto y en paz con esta persona. También te ayuda a comprender cómo ve el mundo, porque la CNV desarrolla la empatía, ya que durante el proceso interno que te enseña a realizar imaginas lo que le ocurre a la otra persona, lo que necesita, por qué ha reaccionado cómo lo ha hecho… De hecho es lo que te abre el corazón.

Te preguntas sobre cuál debe ser su realidad, una realidad que nada tiene con la tuya. “¿Me habrá llamado fea porque está viviendo algo en particular?”. Para vivir la no violencia debes abrir los ojos sobre la realidad de la otra persona más allá de la realidad que tú ves y que crees tiene.

–¿Qué nos puede ayudar a la hora de expresar lo que sentimos?
–Un truco es recurrir al “yo” y en lugar de utilizar el “tú”. Como dicen los franceses haciendo un juego de palabras: “Le tu te tues” que significa el “tú te mata”. Sí voy a mi jefe diciéndole: “Es que tú me has hecho… Tú me has dicho…”. Ahí voy a derrapar seguro. En cambio si lo cambio por un “yo” auténtico diciéndole: “Me siento… Me doy cuenta de que necesito reconocimiento de lo que hago…”. Ahí me va escuchar porque no va haber ataque. El ataque siempre está en el “tú”.

–¿Y si recibo un no?
–El trabajo consiste en transformarlo en un sí. Si has pedido un aumento de sueldo y tu jefe te dice que “no”, hay que ver a qué está diciendo que “sí”. A lo mejor está diciendo que “sí” a que el presupuesto del departamento es precario, a que no he cumplido los objetivos este año como para darme un aumento, está diciendo que sí a su reafirmación como jefe… Siempre tenemos pistas para transformar su respuesta en un “sí” y crear una empatía a través de las hipótesis que le han llevado a negarse de manera que seamos capaces de no ver en el “no” un ataque personal.

–¿Algún consejo que nos pueda ser útil ante un ataque de rabia?
–Bueno, aunque en comunicación no violenta aprendemos a no dar consejos, en este caso me atreveré a dar uno. Nunca le digas a la persona que está en pleno ataque de rabia: “Tranquilízate”. Será como echar gasolina al fuego. Es lo peor que puedes hacer.

Quédate conectando internamente con sus necesidades. Probablemente necesita consideración, respeto, escucha… Conecta internamente con sus necesidades y esa energía le va a llegar. Quédate a su lado en un silencio amoroso y si procede dile: “¿Necesitas consideración? ¿Necesitas escucha? Esto te ha dolido, lo entiendo”. Y más adelante, sobre todo si es un niño, le dices: “Cuándo algo te duela a ver si la próxima vez me lo puedes decir sin gritar. Yo me comprometo a escucharte”. Pero eso después. No queramos empezar la casa por el tejado.