¿Qué significa vivir con propósito? Es decir, hacer las cosas porque debemos hacerlas, porque están en sintonía con nuestros principios, nuestros valores, nuestra propia manera de ser.

El propósito no solamente lo buscan las personas, con, por ejemplo, el ikigai; también se habla de ello en el mundo empresarial, donde los principales líderes y consejos de administración dicen haberse dado cuenta de que ya no es suficiente hacer negocios, sino que estos deben tener una finalidad, una razón de estar en el mundo, una que sea, además, significativa, legítima y justa. Bueno, ojalá sea así.

Pero ¿qué nos dice todo esto de Martín Heidegger, considerado el pensador más importante del siglo XX, con el permiso de Wittgenstein? ¿Cómo puede ayudarnos el filósofo alemán en nuestra vida? ¿Qué hay de nosotros en todo esto?

  • Nada es permanente. Heidegger es un filósofo existencialista y eso no es sinónimo de pensamiento pesimista o depresivo, sino que, como corriente, el existencialismo se ocupa de la existencia. De qué estamos siendo en la vida y de si aquello que estamos siendo se ajusta a cómo nos gustaría ser. A grandes rasgos, Heidegger, como Heráclito, como Nietzsche, cree que no hay una esencia inmutable, como sí lo piensa Parménides, por ejemplo. Las cosas no son, sino que están siendo y si están siendo también significa que pueden dejar de ser de esa manera particular y ser de otra.
  • Existe un mundo de oportunidades. Vale la pena detenerse un momento en este concepto, ya que, de quedar claro y fijado en nuestras mentes y en nuestros corazones, nos abrirá grandes posibilidades de cambio y de transformación. No en vano, mucha de la teoría donde se sustenta el arte del coaching tiene como base este pensamiento tan heideggeriano, llegando a ser citado de forma explícita en muchos de sus manuales y obras de referencia.

Entonces, ¿qué hacer según el legado de Martin Heidegger para conseguir llevar una vida con propósito? Aquí te resumo los 7 puntos básicos para conseguirlo.

1. Asumir que sí puedes cambiar

Una persona no es lista o ingenua o despistada, por poner algunos ejemplos. Una persona en una situación concreta está siendo lista, ingenua o despistada. Por lo que puede dejar de ser así, si se lo propone. Si cree que con esta manera de estar siendo no consigue los resultados que quiere o los objetivos que persigue. ¡Podemos cambiar! Y todo gracias al Dasein de Heidegger.

¿Qué es el Dasein? La traducción literal es «ser-ahí», y lo que significa es que el ser humano vive en un tiempo y en un lugar determinados, somos conscientes de estar en el mundo y de esa consciencia viene el poder cambiar. Si en esta situación concreta en ese momento preciso he estado siendo ingenuo, no quiere decir que esté condenado a la ingenuidad, ni que este sea un rasgo inmutable de mi personalidad.

Simplemente significa que en ese momento y en esa situación he estado siendo ingenuo, pero que puedo dejar de serlo, desde la consciencia de mi propio ser, puedo ser de otra forma. Lógicamente, esto nos abre unas grandes posibilidades, nos libera de los errores pasados y los convierte en base de nuestro aprendizaje y de nuestros aciertos futuros.

2. Cuidar tus relaciones

Ahora que, seguro, ya estamos un poco más familiarizados con el Dasein, vamos a introducir otro concepto muy heideggeriano: estar-en-el-mundo. La existencia del ser humano se puede entender como el conjunto de relaciones que establece con el mundo. El ser es un estar-en-el-mundo. Podríamos traducirlo a que somos relaciones. Relaciones con las cosas, los instrumentos, la naturaleza, el propio tiempo, incluso, claro, con los demás seres humanos; esas relaciones son el mundo que experimentamos.

Por tanto, cuidarnos de esas relaciones, hacer que sean significativas y acordes a nuestra manera de estar siendo, es cuidar de nuestra existencia, porque en ese devenir que es una relación, podemos encontrarnos, fluir, vivir acorde a lo que queremos llegar a ser y, precisamente de eso, es de lo que debemos hacernos cargo.

3. Hacerte cargo de tu ser

El ser humano es el único ser en el mundo que es consciente de su existencia, eso como mínimo piensa Heidegger y a nosotros nos sirve para seguir abriendo posibilidades. Esto tiene que ver con la condición de arrojado del ser humano, que nos es otra cosa que, el ser humano, antes de darse cuenta de su propia existencia, ya ha sido «arrojado al mundo». Somos antes de ser conscientes de que somos y existimos.

Entonces, cuando ya somos conscientes, y a diferencia de los demás seres y objetos del planeta, debemos hacernos cargo de nuestro ser. Si no lo hacemos, si no nos ocupamos del ser, es como si se «nos escapara el ser», provocando angustia, frustración y desesperación. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se puede uno hacer cargo de su ser? Muy fácil, siendo auténticos.

4. Eliminar el «Se» de tu vida

Esta, a mi modo de entender, es una de las lecciones más poderosas de la filosofía de Heidegger, o como mínimo, una de las que más caminos de crecimiento nos abren. El Dasein, el ser-ahí, es decir, cada uno de nosotros, puede vivir una vida auténtica o inauténtica.

Empecemos por la inauténtica, que mucho tiene que ver con la falta de toma de responsabilidad individual. ¿Recordamos el hacernos cargo de nuestro propio ser? Pues aquí vamos a ir un paso más allá. El das Man, el «se», es otro concepto clave en la filosofía del alemán. El «se» es el camino de la vida inauténtica, aquella que está inmersa en el mundo, casi subyugada y no en relación con el mundo, como hemos visto en la lección número dos.

El camino del «se» es el de la persona anónima que opina y actúa como todos los demás, casi por automatismo. «Se dice». «Se hace». «Se piensa».

El «se» es impersonal, elude la responsabilidad y, por tanto, nos imposibilita el aprendizaje. Los que hayan estado en una sesión de coaching sabrán que está prohibido decir cosas como «se ha estado hablando de…», por ejemplo. ¿Quién ha estado hablando? ¿Quien es ese «se»? Es como cuando un niño pequeño dice que «se ha roto el jarrón», cuando en realidad lo ha roto él mismo. Desde su inocencia, aún no se puede hacer cargo de su ser e intenta eludir las responsabilidades, eso puede estar bien para un niño pequeño, pero para nosotros ese es el camino de la vida inauténtica.

5. Vivir según lo que te es propio

Si el «se» nos aleja de la responsabilidad, nuestro proyecto de vida, personal e intransferible nos sitúa en el camino de la existencia de la autenticidad. Pero para ello, antes, debemos asumir un concepto trascendental, que aquí está relacionado, literalmente, con la propia trascendencia. Y es que el ser humano debe entender que es un «ser-para-la-muerte».

Retomando esa condición de arrojado de la que hablábamos antes, cada uno de nosotros debe ser consciente de que la muerte está ahí, lo que, por supuesto, limita nuestras posibilidades de acción. En un tiempo limitado, tenemos unas posibilidades limitadas, cosa que no significa que sean limitantes.

Es decir, si el tiempo de ser-ahí es limitado, ¿cómo quiero vivirlo? ¿Qué me propongo hacer? ¿Cuál es Mi proyecto, aquel que está acorde a mi forma de ser? La existencia como proyecto de realización personal. Y, claro, aquí cada uno de nosotros puede hacerse muchas preguntas, muchas de esas en las que, obligatoriamente nos haremos cargo de nuestro ser, de nuestra existencia. Y, entonces, convertir nuestra existencia en proyecto de vida.

¿Es esta vida la que quiero vivir? ¿Está acorde a mi ser? ¿A lo que quiero llegar a ser? ¿Me sirve para desarrollarme? ¿Estoy en la vía de una vida auténtica o estoy en el camino del «se», del anonimato y de los automatismos despersonalizados de los que hablábamos en el punto anterior? Es posible que ahora, con la cabeza inmersa en estas líneas, nos produzca cierto terremoto emocional, este tipo de preguntas. Pero, de saber responderlas, y de saber hacer que existan en nuestra existencia, nos producirán plenitud, sentido y propósito; proyecto vital.

Y no nos preocupemos del tiempo, no pensemos ahora que «a mí ya no me queda tiempo para convertir mi vida en proyecto». Un tipo de pensamiento así estaría muy lejos de la filosofía de Heidegger, porque el tiempo es otra de los pilares de su filosofía.

6. Pensar que siempre tienes tiempo

La obra más célebre e influyente de Martín Heidegger se titula Ser y tiempo. Y, por supuesto, no es casual. Veamos.

Si hasta ahora nos hemos encargado de adentrarnos en los territorios de Ser, ahora le toca al tiempo, concepto siempre complejo y al que, además, el alemán consigue dar un giro muy interesante. Porque, aquí, el tiempo no es algo que discurra fuera de nosotros, no es una entidad con la que no guardemos ninguna relación.

El tiempo, para decirlo de alguna manera, está en nosotros. Por lo que siempre vamos a tener tiempo, porque nosotros mismos estamos hechos de tiempo; somos tiempo. Somos lo que hemos sido, el pasado y esa condición de arrojados. Y hemos de aceptarlo. No hemos de querer cambiarlo, sino convivir con ese pasado y aprender de él.

Pero no solamente somos pasado, también somos futuro, porque esa existencia convertida en proyecto –nunca mejor dicho– nos proyecta hacia el futuro. Y, obviamente, también somos presente, ese lugar y ese tiempo concreto en el que estamos, en el que somos-ahí y desde el que podemos ser siendo. Puede que todo esto suene un poco enrevesado, leído de primeras.

Para entenderlo, tengamos en cuenta una frase que se utiliza en el último libro de Jay Shetty, Piensa como un monje (Ed. Grijalbo), para hacer una reflexión acerca de qué es vivir con propósito. Más o menos, la frase dice que llevar una existencia significativa es similar a plantar un árbol a cuya sombra no tenemos ni posibilidad ni intención de sentarnos.

Plantar un árbol en cuya sombra no me voy a sentar, que no voy a disfrutar, pero que igualmente lo planto porque es acorde, por ejemplo, con el proyecto de vivir acorde a la naturaleza, de relacionarme con ella de una manera llena de significado y de vida auténtica. Entonces, siempre tengo tiempo para empezar, porque no se trata de sentarme a descansar en su sombra, sino de pelear para que en mi existencia no se proyecten las sombras de vivir sin propósito.

7. Vivir lo extraordinario

Seguramente, algunos de los conceptos que han ido saliendo en estas líneas nos pueden sonar muy filosóficos. Sin embargo, no olvidemos que Martin Heidegger apostaba por pensar más y filosofar menos. Y defendía que, en cualquier caso, lo que comúnmente se llama filosofar no es otra cosa que preguntarse extraordinariamente por lo extraordinario, enlazando con una magnífica sentencia de Friedrich Nietzsche en la que asegura que «el filósofo es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera y sueña... cosas extraordinarias».

Esa, sin duda, es una lección cargada de futuro, jugando con el famoso verso de Gabriel Celaya. Tenemos delante de nosotros la posibilidad de una vida, la del propósito acorde a nuestra manera de ser, cargada de futuro. Y eso empieza por vivir y pensar desde lo extraordinario.

Somos seres extraordinarios capaces de vivir vidas extraordinarias, de hacer cosas extraordinarias, Esto significa que somos capaces de vivir vidas que se alejan de lo que «se» supone que «se» debe hacer para iniciar nuestro propósito y vivir acorde a él.

¿Cómo buscarlo? ¿Cómo encontrarlo? ¿Cómo saber que tenemos un propósito? Todas estas, claro, son preguntas poderosas y extraordinarias que, sea como sea, ya nos acercan a ese camino. Porque para Heidegger todas estas concepciones de las que hemos hablado están en movimiento, nada es estático y permanente. Así que podemos, simplemente, ponernos en marcha, sin pretender con ello encontrar algo eterno e inmutable. No hace falta.

Ser conscientes de que estamos en el camino ya es avanzar por el camino; es estar siendo en el camino del propósito.