Últimamente estoy asombrada por el número de personas de mi entorno que empiezan a interesarse por hacer cambios en su alimentación como reducir el consumo de carne o sustituir ciertas recetas con productos vegetales. Pocas cosas me gustan tanto como recibir estas buenas noticias para los animales de boca de buenas amigas, compañeras de trabajo o gente con la que entreno.
Me encanta poder acompañar a otras personas en este proceso, para mí fue clave contar con quienes amablemente compartieron conmigo sus trucos, me hicieron llegar información y me animaron para que los primeros pasos fueran más sencillos.
Sin embargo, en todas estas conversaciones suele haber una frase común que siempre me preocupa: “ya casi no como carne, solo como pollo”.
Y es que por lo general, cuando la cuestión de los animales empieza a rondarnos la cabeza, tendemos a retirar de nuestra alimentación en primer lugar productos como las “carnes rojas” o los procedentes de animales que nos generan una mayor simpatía como los corderos.
Claro que por algo hay que empezar, por eso aplaudo cualquier intento que decidamos hacer para solidarizarnos con los animales sacándolos de nuestro menú. Yo también llegué a hacerme vegana de forma progresiva y me parece que tiene mucho sentido en una sociedad donde sufrimos una grave desinformación respecto a la realidad de los animales “de granja”.
La cuestión es que la industria de la carne de pollo es una de las que mayor sufrimiento genera y donde tienen lugar algunas de las peores prácticas de maltrato animal.
7 razones para no comer carne de pollo
1. Son los animales terrestres más explotados
Cada año matamos 60.000 millones de pollos, y es que debido a su pequeño tamaño se necesita un número mucho mayor de animales para satisfacer la demanda de consumo. Para que nos hagamos una idea, se necesitan más de 200 pollos para producir la misma cantidad de carne que con una sola vaca.
2. Vivir en la superficie de un folio
Las condiciones en las que viven los pollos criados en granjas industriales son de una crueldad inimaginable. Crecen en granjas donde miles de ellos se ven obligados a compartir el mismo espacio, son hacinados de tal forma que un pollo pasa su vida en una superficie equivalente a una hoja de papel o un iPad.
3. 41 días de vida
La esperanza de vida de estos animales se encuentra entre los 5 y los 10 años (dependiendo de la raza), sin embargo, la carne de pollo que encontramos en los supermercados procede de animales que cuentan apenas 41 días, por lo que son realmente crías cuando son enviados a los mataderos.
4. Nunca ven la luz del sol
En las granjas industriales los pollos viven con escasa o prácticamente nula luz natural, de hecho es habitual que sus ciclos de sueño se vean alterados mediante largos periodos de iluminación artificial, generándoles un importante estrés e impidiéndoles descansar.
Lo normal es que estos animales solo vean la luz del sol una vez en su vida: cuando van en el camión hacia el matadero.
5. Toneladas de excrementos
La cría intensiva de millones de pollos cada año genera toneladas de excremento, lo cual impacta notablemente en el aumento de la contaminación fecal del suelo y las aguas. Teniendo en cuenta que estos animales son alimentados con importantes cantidades de antibióticos y otros medicamentos, la contaminación fecal procedente de las granjas de pollos es especialmente nociva para el medio ambiente.
6. Un bebé de 300 kilos
Para abastecer la demanda de carne de pollo, estos animales son forzados a crecer a un ritmo completamente antinatural. A través de la selección genética el ser humano ha creado la raza “broiler”, de la cual procede la inmensa mayoría de esta carne. Los pollos broiler llegan a alcanzar en poco tiempo un peso 6 veces superior a su peso natural, lo que les provoca terribles sufrimientos como fracturas en sus patas al no poder sostener su propio cuerpo. Si un bebé humano creciera al mismo ritmo, en dos meses pesaría 300 kilos
7. Durmiendo sobre suelos con amoníaco
Debido a la alta densidad de animales, el suelo de estas naves termina humedecido y cubierto de excrementos con una alta concentración de amoníaco. Esto genera lesiones dolorosas en sus patas, en sus ojos y en su piel, además de graves problemas respiratorios.
Los pollos son animales fascinantes sobre los que hay muchos falsos mitos. Contra las ideas generalizadas, cada vez más estudios demuestran su alta sensibilidad, así como su capacidad para resolver problemas complejos y transmitir conocimiento entre sus iguales cuando aprenden algo nuevo. El Dr. Chris Evans, especialista en comportamiento animal en la Universidad de Macquarie en Australia, afirma que: “como un truco en las conferencias, a veces listo estos atributos, sin mencionar a los pollos, y la gente piensa que estoy hablando de primates”.
Sin embargo, cuando nos acercamos a su realidad, descubrimos que hemos convertido su existencia en una auténtica pesadilla por el gusto de nuestro paladar.
Cuando alguien me dice que quiere hacer algo por los animales, siempre pienso en lo mucho que los pollos necesitan de nuestra solidaridad.
Podemos lanzar un mensaje claro a estas crueles industrias si nos acordamos de los más olvidados entre los olvidados al llenar nuestra cesta de la compra.