Ya ha pasado más de medio siglo desde que John Bowlby publicó sus investigaciones con las que sentó las bases de lo que posteriormente se conoció como la Teoría del Apego. Alejándose de la corriente psicoanalítica dominante en la época, Bowlby expuso que la necesidad del bebé de ser cuidado y protegido era igual de esencial para su salud que la de ser alimentado.

Por primera vez, se comenzó a hablar sobre la importancia del vínculo emocional que el bebé establece con sus cuidadores (principalmente, con la madre) en sus primeros años de vida. Este vínculo resulta determinante (de por vida) en la construcción d e la personalidad y, dependiendo de su naturaleza, el niño está predispuesto a crecer de forma equilibrada y sana o a desarrollar graves problemas psicológicos.

Los vínculos del bebé con la madre

Las ideas de Bowlby supusieron el punto de partida de toda una serie de estudios científicos sobre la infancia en los que se analizaba, según el comportamiento de sus cuidadores, el tipo de apego que desarrollan los niños.

Una colaboradora de Bowlby, Mary Ainsworth, profundizó en el estudio de la teoría del Apego y desarrolló una herramienta de observación para analizar las interacciones de las madres con sus bebés (y viceversa), la conocida como “Situación Extraña”.

Para estudiar el tipo de vínculo que los bebés tenían con sus madres, Ainsworth observaba a las madres jugando en una habitación con sus hijos. En un momento determinado, la madre abandonaba la sala, dejando al bebé con un extraño. Pasado un tiempo, la madre volvía a entrar y se analizaba la reacción que tenía el pequeño al reencontrarse con su madre.

Tipos de apego

Los resultados de las observaciones de la “Situación Extraña” llevaron a Ainsworth a describir tres tipos básicos de apego.

1. Apego seguro

Los niños lloran cuando la madre se va, pero se sienten reconfortados cuando vuelve.

2. Apego ansioso-evitativo

Los niños apenas muestran ansiedad cuando la madre se va, pero la evitan cuando vuelve. Son niños que se retraen y no muestran sus emociones.

3. Apego ansioso-ambivalente

Los niños muestran ansiedad cuando su madre se va, pero cuando ésta vuelve, su comportamiento es ambivalente. Buscan a la madre y, posteriormente, la rechazan.

4. Apego desorganizado

Hazan y Shaver describieron este tipo de apego, que se suma a la lista de Ainsworth. Los niños necesitan a su madre para sobrevivir, pero al mismo tiempo, es su propia madre la que les genera miedo y ansiedad. Este tipo de apego lo encontramos en niños víctimas de maltrato o de abandono.

En una serie de artículos para la sección Desde la Consulta, me gustaría profundizar en cada uno de estos diferentes tipos de apego para analizar el vínculo que tienen los progenitores con el bebé en cada uno de los casos y las consecuencias a corto y largo plazo de cada tipo de apego.

Cómo es el apego seguro

Un 65% de los bebés presentaban un apego seguro, según las observaciones de Ainsworth. Cuando su madre estaba presente en la sala, se sentían seguros para explorar el entorno, teniéndola a ella como referencia y girándose de vez en cuando para comprobar que seguía allí.

Estos bebés mostraban signos de angustia y preocupación cuando la madre se iba y lloraban cuando esta tardaba en volver, pero cuando entraba de nuevo en la habitación, reaccionaban con alivio y alegría al verla, y no tardaban en volver a jugar tranquilamente y explorar el lugar a su aire.

En las interacciones de la madre con el bebé, se observaba que esta le daba frecuentes muestras de cariño y se mostraba dispuesta a atender las peticiones de su bebé cuando la requería. En definitiva, era una madre atenta y cariñosa con su bebé.

Los trabajos de Bowlby y de Ainsworth han constituido una base sólida para la corriente de crianza respetuosa que cada vez va tomando más fuerza en nuestra sociedad.

Respetar a los niños no es una moda pasajera, sino que cuenta con una confirmación científica (parece que hasta el cariño necesita el permiso de la ciencia) de lo que la intuición ya nos decía, que una crianza amorosa y apegada, lo que se conoce también como crianza natural, constituye la base para el desarrollo de una personalidad sana y equilibrada.

Si se sienten queridos y protegidos, los niños crecen con una alta autoestima y un concepto positivo de sí mismos. Estos niños, empáticos y cooperativos, confían en sí mismos y no ven al otro como a un enemigo, por lo que saben trabajar en grupo y ayudan a los demás para lograr un fin común.

También son capaces de defenderse ante las situaciones de injusticia, incluso cuando son adultos los que las cometen. No tienen problema para exponer su punto de vista y lo hacen argumentando de forma asertiva, sin necesidad de recurrir a gritos o a violencias de ningún tipo.

Enfrentando el abuso: el caso de Rubén

Recuerdo el caso de Rubén, el hijo de unos amigos, que supo que el trato que tanto él como sus compañeros estaban recibiendo a manos de un monitor de natación era indigno e irrespetuoso. Rubén le comentó a sus padres que todos sus compañeros se callaban cuando el monitor les gritaba, les chantajeaba, les castigaba, se burlaba de ellos o les manipulaba.

Sólo él se percató de que el trato que recibían no era el adecuado y supo oponerse y negarse cuando el profesor intentó forzarle a realizar algo para lo que no estaba preparado. Rubén supo decir "no" y explicarle a sus padres el peligro que suponía asistir a las clases con ese monitor.

Por supuesto, sus padres, buscaron un lugar mejor para que su hijo diera clases de natación.

El apego seguro en adultos

Los adultos que han vivido este apego seguro en sus infancias son personas con alta autoestima que confían en su criterio y no se sienten dependientes de las opiniones de los demás para manejarse en la vida.

Esto no significa que no tengan dificultades, pero cuando éstas se presentan, poseen más herramientas para lidiar con la ansiedad y el estrés de forma equilibrada. Incluso ante traumas graves, como un accidente o una catástrofe natural, se ha comprobado que las personas que disfrutaron en su infancia de un apego seguro, reaccionaron y se repusieron de una forma más saludable y equilibrada que otros damnificados cuyas infancias habían sido más inseguras e inestables.