La presión social que sufrimos las mujeres para emparejarnos es enorme. Y es solo la primera de ellas. Luego vendrá la presión social y familiar para que tengamos hijos y fundemos una familia feliz. Declarar públicamente en la cena de Navidad que no queremos tener pareja o que no queremos tener bebés, desata de inmediato un escándalo de grandes magnitudes en nuestros seres queridos.

“Te vas a quedar sola” es la típica amenaza que nos hace buscar desesperadamente una pareja en un mundo hecho por y para las parejas, en una sociedad que cree que si no encuentras a tu media naranja has fracasado en la vida.

No podemos entregar nuestro corazón al primero que pase por la esquina. No podemos enamorarnos a lo loco ni lanzarnos al vacío sin paracaídas: la mejor forma de cuidarte es elegir bien a quien queremos en nuestras vidas. Seamos más selectivas.

Recuerda: nadie te obliga a estar en pareja

¿Por qué nos presionan para estar en pareja? La mayoría no piensa en nuestra necesidad, en nuestros deseos, en nuestra felicidad: nos quieren ver cumpliendo con los pasos que nos imponen desde nuestra cultura patriarcal para que nos adecuemos al rol tradicional de mujeres.

Sin embargo, hoy en día no es fácil emparejarse y es muy difícil encontrar a un compañero que se trabaje sus patriarcados para poder construir una relación igualitaria, sana, y bonita.

Nosotras llevamos años trabajándonos los patriarcados para sufrir menos, disfrutar más del sexo y del amor y construir relaciones en las que podamos sentirnos libres y no perdamos nuestra autonomía.

La distancia entre el trabajo que estamos haciendo hombres y mujeres es enorme.

Nosotras asistimos desde hace tiempo a conferencias, nos formamos en talleres, acudimos a jornadas y conversatorios, participamos en asambleas, devoramos libros y blogs sobre el tema... Ellos apenas están empezando a cuestionarse a sí mismos, a analizar la masculinidad patriarcal, y a imaginar otras formas posibles de ser hombres.

Muchos hombres ni siquiera han empezado el trabajo: algunos se sitúan en posiciones de negacionismo y de resistencia a los cambios. Sienten que, en la medida en que nosotras avanzamos, ellos pierden derechos, cuando en realidad sólo pierden privilegios. Aquí surgen muchas preguntas:

  • ¿Por qué apenas conoces hombres que quieren construir relaciones igualitarias? Porque son muy pocos. Sí existen, pero son pocos.
  • ¿Dónde están esos hombres que sí se lo trabajan? No es fácil encontrarlos.
  • ¿Qué hacer ante este desolador panorama?
  • ¿Vale la pena poner tus energías en educar a uno, o a varios, en guiarles en el camino hacia la liberación del patriarcado?
  • ¿En serio tenemos energía y tiempo, ganas y voluntad de educar a hombres que no tienen interés alguno en crecer, cambiar, evolucionar, deconstruirse y volverse a inventar?
  • ¿Cuál es el coste de intentar mejorar a un hombre que en el mejor de los casos se deja llevar de la mano hacia ese cambio?
  • ¿No será mejor poner las energías en cuidarnos a nosotras mismas, en resistir, en avanzar, en evolucionar para poder vivir una vida mejor?

Emparéjate con alguien que dé la talla

Nadie está haciendo nuestro trabajo: cada una de nosotras estamos aplicando el feminismo a nuestras vidas con las herramientas que vamos elaborando en el camino, y no es un camino fácil.

Cuando tomamos la decisión de emparejarnos solo con gente que de la talla, que hable nuestro idioma, que vibre en nuestra frecuencia, cuando decidimos ser más selectivas y juntarnos solo con hombres que se lo trabajen, entonces nos cuesta mucho más emparejarnos.

La solución no es conformarnos con lo que hay y resignarnos ante la idea de que no vamos a encontrar un compañero igualitario y ser menos exigentes a la hora de emparejarnos.

Creo que tenemos que seguir avanzando hacia delante, no pararnos para esperarles: son ellos los que tienen que dar el paso, atreverse, salir de su zona de confort, y adaptarse a los cambios sociales, sexuales, emocionales que están llegando.

Si no quieren avanzar en el camino hacia la igualdad y hacia las relaciones igualitarias, que se queden atrás. Nosotras estamos mejor sin pareja que mal acompañadas.