Las causas de la endometriosis aún no están claras. Sin embargo, la exposición a toxinas ambientales es un importante factor de riesgo, según un estudio publicado en la revista Environment International.

Las toxinas ambientales son omnipresentes y se ingieren todos los días a través de los alimentos, el agua potable o el aire. Algunas de ellas son los llamados disruptores endocrinos, lo que significa que alteran el equilibrio hormonal y pueden favorecer enfermedades como la endometriosis.

¿Qué es la endomietriosis?

En la endometriosis, un tejido similar al revestimiento interior del útero crece anormalmente fuera de él y afecta a los ovarios, las trompas de Falopio y el tejido que recubre la pelvis. Es poco frecuente que este tejido se encuentre más allá de la zona donde están los órganos pélvicos, pero en ocasiones se extiende a los intestinos, el peritoneo o la vejiga.

Mientras que el revestimiento del útero se elimina naturalmente todos los meses con la menstruación, esto no ocurre con el tejido de la endometriosis, que provoca dolor, alteraciones intestinales e infecciones urinarias, entre otros muchos problemas.

Los contaminantes responsables

Los disruptores endocrinos incluyen varios grupos de sustancias de fuentes muy diferentes, como pueden ser:

  • Bifenilos policlorados (PCB)
  • Pesticidas
  • Metales pesados ​​como plomo, cadmio y mercurio
  • Plastificantes (ftalatos)
  • Medicamentos
  • Algunos filtros de protección UV en cosméticos de protección solar
  • Bisfenol A (BPA)
  • Triclosán, sustancia antibacteriana que se encuentra en algunos dentífricos, enjuagues bucales, desodorantes, etc.

A esta lista también tienen que unirse especialmente en el caso de las endometriosis los contaminantes orgánicos persistentes (COP), que se acumulan en el medio ambiente y se almacenan en el tejido graso de humanos y animales. Se ingieren principalmente a través de alimentos animales (ya que estos contienen más grasa en la que se acumulan las toxinas).

Los COP más destacados son las dioxinas, que son emitidos por industrias químicas e incineradoras, y el DDT, un pesticida prohibido desde hace varias décadas pero que continúa encontrándose en el medio ambiente.

La vida media de las dioxinas, por ejemplo, es de 7 a 20 años. Esto significa que pueden pasar hasta 20 años hasta que el cuerpo haya descompuesto la mitad o haya podido eliminarlas.

Sin embargo, dado que nuevos contaminantes ingresan al cuerpo todos los días y la carga tóxica aumenta con los años.

Cada vez más estudios epidemiológicos y experimentales demuestran que los disruptores endocrinos y los COP podrían estar involucrados en el desarrollo de la endometriosis.

En el estudio publicado por Environment International participaron 87 mujeres de entre 18 y 45 años. Con la ayuda del análisis de espectrometría de masas, las muestras de sangre de las mujeres se examinaron en busca de 30 disruptores endocrinos y COP, incluidos bifenilos policlorados (PCB), pesticidas del grupo de hidrocarburos clorados y compuestos de alquilo perfluorados y polifluorados (PFAS). También se midieron cuatro valores de inflamación diferentes.

A mayor carga tóxica, mayor riesgo de endometriosis

Cuanto más expuesta estaba una mujer a estos contaminantes, más probable era que también sufriera de endometriosis. La exposición al pesticida trans-nonacloro multiplicó el riesgo de endometriosis por tres. La exposición a PCB dobla el riesgo.

El trans-nonacloro aumentó aún más el riesgo de endometriosis cuando el pesticida estaba presente con PCB, lo que indica que los contaminantes refuerzan su efecto hormonal entre sí. Los valores de inflamación también fueron más altos en las mujeres afectadas.

Si tienes endometriosis, piensa en la desintoxicación

La exposición a contaminantes no solo aumenta el riesgo de endometriosis, sino de muchas otras enfermedades. Una dieta basada en vegetales y/o un tratamiento de desintoxicación a base de plantas ayuda a eliminar estas sustancias, apoyando el funcionamiento de los órganos de depuración.

Dicha dieta también contiene grandes cantidades de antioxidantes, que previenen el daño a las células y tejidos relacionado con las toxinas.

Así se eliminan las toxinas liposolubles

Para movilizar las toxinas liposolubles almacenadas en el tejido graso, las personas con sobrepeso deben perder peso y las personas con peso normal, pueden realizar un entrenamiento de fuerza dirigido a reducir la grasa corporal.

Para que las toxinas movilizadas puedan ser desintoxicadas en el hígado, las medidas para apoyar el hígado y la bilis (por ejemplo, tomar cúrcuma, cardo mariano y desmodio) ayudan.

Algunas de las toxinas migrarán a los intestinos con la ayuda de los ácidos biliares. Para que no vuelvan a entrar en el torrente sanguíneo desde allí, sino que puedan excretarse con las heces, son necesarias medidas de limpieza intestinal que absorban las toxinas, como por ejemplo la fibra (polvo de cáscara de psyllium), la tierra mineral (zeolita, bentonita) y la clorofila.

Otra parte de las toxinas se hace hidrosoluble en el hígado y se elimina a través de los riñones, por lo que se necesitan medios que promuevan también la desintoxicación a través de estos órganos. En primer lugar, esto incluye beber suficiente agua regularmente (200 ml cada 2 horas) y otras medidas, como tomar infusión de ortiga, zumo de apio y berro.

Referencias científicas: