Los problemas de Europa y España con el abastecimiento del gas natural han puesto el foco sobre este combustible. ¿Cuál es su origen? ¿Es cierto que es sostenible y que no contribuye al cambio climático?

Las empresas que venden gas natural lo presentan como un combustible barato y limpio en comparación con el carbón o el petróleo, pero la realidad es otra.

¿De dónde procede el gas natural?

El gas natural es un hidrocarburo compuesto por metano (79-97%) y varios gases ligeros. Se produce por el efecto del calor y la presión bajo la superficie de la tierra sobre la materia orgánica (vegetal y animal) en descomposición a lo largo de millones de años.

Se extrae de yacimientos independientes o de explotaciones conjuntas de petróleo y carbón. La extracción puede ser muy contaminante y agresiva con el entorno si se utiliza la técnica del fracking o fractura hidraúlica.

Las mayores reservas de gas natural se encuentran en Oriente Medio (destacan Irán y Qatar) y Asia Central (Rusia y Turkemistán). La mayor parte del gas natural que llega a España procede de Argelia y Marruecos y viaja a través de dos tuberías o gaseoductos. Además se compra gas natural licuado (líquido) que es transportado en barcos.

Existe un "gas natural renovable" o biogás, pero no procede de yacimientos fósiles, sino del tratamiento con bacterias de los residuos orgánicos (estiércol, vertederos, lodos de las depuradoras de agua). En España solo existen dos plantas productoras de biogás.

¿El gas natural contribuye al cambio climático y contamina?

El gas natural es un combustible fósil, como el carbón y el petróleo. Por tanto, no es renovable ni sostenible porque terminará agotándose. Según British Petroleum, las reservas conocidas de gas natural llegan para seguir manteniendo el consumo actual durante solo 55 años más.

Al quemarse produce un 50-60% menos emisiones de CO2, el principal gas con efecto invernadero, que el carbón. Esto no quiere decir que el gas natural sea limpio, sino que es la mitad de sucio. Sustituir una central de carbón por una de gas es una mejora, pero aumentar el número de centrales que funcionan con gas no es una buena idea.

El gas natural es básicamente metano y el metano es un gas con un efecto invernadero 23 veces mayor que el CO2. Si se quemara todo el metano no podría contribuir al efecto invernadero, pero el problema es que la explotación del gas va unida a fugas de metano, sobre todo en el caso del fracking.

Al arder en una caldera doméstica, en la cocina o en los coches que funcionan con gas licuado (gas natural líquido), produce un 15-20% menos gases contaminantes que un motor de gasolina. Por tanto, sí es contaminante y contribuye a la nube tóxica que envuelve las ciudades.

El óxido de nitrógeno es el principal gas tóxico de la combustión del gas natural, que también produce pequeñas cantidades de azufre, mercurio y otras partículas contaminantes que aumentan el riesgo de sufrir enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cáncer.

Alternativas a los combustibles fósiles

Las fuentes de energía más limpia y sostenible son las que recurren al sol, el viento, el agua y la tierra, en sus diferentes versiones (solar térmica y fotovoltaica, eólica, hidráulica, maremotriz y geotérmica). Entre todas pueden producir la energía suficiente para mover la sociedad humana.