Annie Marquier dirige el Instituto de Desarrollo de la Persona en Quebec (Canadá) y es autora de numerosos libros, como El maestro del corazón (Luciérnaga), en el que explica cómo acceder al nivel de conciencia que resulta del cerebro del corazón, que expresa las cualidades más elevadas del ser humano.
Entrevista a Annie Marquier
Se están revisando muchas creencias...
Antes se creía que la inteligencia solo procedía del cerebro, pero se descubrió un sistema de neuronas en el corazón y se investigó qué función tenía. Así se demostró que el corazón se comunica con el cerebro mediante la transmisión de impulsos nerviosos, de hormonas y neurotransmisores, y también a través de ondas de presión y de interacciones electromagnéticas.
El campo electromagnético del corazón es muy potente y sensible...
Se ordena con las emociones positivas y entra en caos con las negativas, y alcanza hasta dos y cuatro metros alrededor del cuerpo: los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.
¿Quién manda, la cabeza o el corazón?
Se ha comprobado en el laboratorio que en ciertas circunstancias el corazón decide y la cabeza obedece, porque las ondas cerebrales se sincronizan con las variaciones del ritmo cardiaco. Y cuando el cerebro del corazón activa el cerebro de la cabeza, se accede a una vida extraordinaria. La inteligencia del corazón comunica una especie de inteligencia superior al córtex cerebral y si este está lo suficientemente desarrollado, nos abre a una nueva percepción. Para mí, estas investigaciones han demostrado que el ser humano tiene dos maneras de actuar: una que corresponde al funcionamiento de la conciencia inferior, cuando mandan las partes primarias del cerebro, y otra en que la inteligencia del corazón proporciona una conciencia superior.
El campo electromagnético del corazón se ordena con las emociones positivas y entra en caos con las negativas
Lo que hasta ahora habían afirmado las tradiciones espirituales, hoy lo corrobora la ciencia...
En efecto. El corazón tiene un cerebro que nos conecta con la bondad, la generosidad, la fraternidad, la compasión y el amor incondicional. Esta inteligencia superior da lugar a la creatividad y a la intuición. El cerebro también tiene su rol –muy importante junto con los circuitos más avanzados de la conciencia del cual es depositario–, pero trabajando en armonía con el corazón. Hay dos estados interiores: uno en el que impera el caos porque corazón y cabeza no están en armonía, y otro en el que se accede a una inteligencia superior trascendiendo esta forma limitada de conciencia en la cual somos presos del miedo, los celos y otras emociones negativas.
¿Cómo se puede conectar con esta inteligencia superior del corazón?
Se requiere un trabajo diario y es fundamental sanar en profundidad las heridas del pasado que bloquean el acceso a ella. La meditación nos conecta con la sabiduría del corazón; no importa la técnica, se trata de dedicar unos minutos cada día a reconocer que existe esta inteligencia en nuestro interior. La naturaleza y la buena música ayudan, ya que el arte y la belleza elevan, y también el hecho de ponerse al servicio de los demás, escucharlos, así como acercarse a los niños. Y sobre todo, responsabilizarse en lugar de victimizarse, porque lo que determina mi vida no es lo que sucede, sino aquello que decido hacer con lo que me sucede.
¿Qué más podemos hacer?
Resulta fundamental mantener una posición de testigo ante lo que sucede entre nosotros, los pensamientos y las emociones. La gratitud también despierta la inteligencia del corazón en contraste al ego, siempre insatisfecho. Finalmente, el desarrollo de la inteligencia mental, de la capacidad de concentración, aprender a pensar objetivamente, sin reacciones emocionales, resulta también indispensable.
El corazón tiene un cerebro que nos conecta con la bondad, la generosidad, la compasión y el amor incondicional
¿Cómo puedo saber si vivo según la inteligencia del corazón?
Guiado por ella, mi salud mejora. Soy más optimista, reboso paciencia, ayudo a los otros espontáneamente y mis relaciones son buenas. Incluso acojo bien las difíciles. Tengo ideas, intuición y una gran creatividad y energía.
¿Qué la motivó a desarrollar estas investigaciones?
Trabajo sobre la conciencia del ser humano para crear un mundo mejor y he buscado cuál sería el nivel de conciencia que permitiría desarrollarlo. Yo aplico a la humanidad la teoría de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine, premio Nobel de Química. Prigogine asegura que los “sistemas abiertos” evolucionan y se desarrollan durante un tiempo en armonía relativa con su entorno, pero llega un momento en que emerge un desequilibrio entre el interior y el exterior que lleva al sistema a un estado de caos. Se llama punto de bifurcación. Entonces el sistema tiene dos opciones: o se destruye y desaparece en el entorno, o se reestructura según leyes diferentes.
En nuestro caso...
La humanidad tiene dos opciones: autodestruirse –y disponemos de lo necesario (bombas atómicas, catástrofes ecológicas...)– o funcionar sobre bases diferentes al poder, el miedo, el orgullo... conectándonos con los valores de la conciencia superior (amor, cooperación, fraternidad). Afortunadamente, cada día hay más seres humanos que han accedido a esta conciencia y estamos preparados para cambiar.
Es usted muy optimista...
Mi optimismo se basa en hechos: cada día hay más personas dispuestas a crear esta nueva realidad. Los medios no hablan de ello porque están en manos de fuerzas materialistas, pero están sucediendo cosas muy bellas y esperanzadoras. Puedo garantizarle que en unos años vamos a vivir un gran cambio en nuestras sociedades.