El doctor Tsewang Tamdin forma parte del equipo de médicos que atiende al Dalai Lama. Suele venir a Europa varias veces al año para impartir conferencias sobre medicina tibetana y recibir a los pacientes occidentales que lo solicitan.

Desde 1990 ha visitado ya a unas diez mil personas en países como Reino Unido, Francia, Suiza o Alemania. Entre sus ilustres pacientes también se cuentan maestros tibetanos como Sogyal Rimpoché y Khandro Tsering.

Tamdin reside y ejerce como médico desde hace más de 25 años en Dharamsala, en la India, donde dirige el Instituto Tibetano de Medicina y Astrología. Allí estudió medicina en los años sesenta, poco después de que la ocupación china del Tíbet obligara a esta institución a cruzar la frontera. Además es miembro de la British Accupunture Association de Londres.

Medicina occidental y tibetana: diferencias y similitudes

–¿Qué ofrece la medicina tibetana a los occidentales que no encuentren en la medicina convencional?
–La medicina occidental es muy valiosa. Es buena alargando la vida, tiene una cirugía y tecnología avanzadas y medicamentos muy útiles, pero existen muchas enfermedades relacionadas con la mente y desequilibrios energéticos en las que apenas consigue resultados. La medicina tibetana, al tener en cuenta los desequilibrios energéticos, resulta especialmente útil en esos casos. Por ejemplo, en la artritis, que puede estar relacionada con procesos autoinmunes que afectan a los huesos a diferentes niveles.

También es eficaz frente a la migraña, la espondilitis, la colitis ulcerosa, las enfermedades hepáticas y, en general, las llamadas enfermedades crónicas. Para muchas de estas enfermedades ofrece una cura y apoyo a nivel mental enseñando a vivir con la enfermedad, con consejos sobre la dieta y los hábitos más adecuados.

–¿Cuáles serían, pues, las diferencias entre la medicina occidental y la tibetana?
–La principal diferencia es que la medicina tibetana, al igual que otras medicinas asiáticas, aborda los desequilibrios que generan la enfermedad. No se centra en neutralizar los síntomas. Otra gran diferencia es la importancia que tienen la dieta y el estilo de vida.

Un médico occidental no indagará mucho en qué comes o qué haces o dejas de hacer, pero para un médico tibetano ambos aspectos son esenciales para el tratamiento. Por eso es habitual que recurra a todo tipo de terapias físicas complementarias, como masajes, inhalaciones, ventosas, moxibustión o la "aguja de oro", una forma de acupuntura distinta de la china que consiste en aplicar una sola aguja en un punto concreto del cuerpo.

–¿Por qué enfermamos?
–Para nosotros cada persona tiene una constitución propia, marcada por el tipo de energía que predomina en ella. Cuando esa nyepa o energía se desequilibra surge el malestar y, con el tiempo, tal vez la enfermedad.

La causa del desequilibrio puede estar en la dieta, el comportamiento, el psiquismo o el clima, principalmente. Las artritis, por ejemplo, no son todas iguales. Algunas aparecen después del parto o incluso de un aborto. Otras empeoran en invierno o con el mal tiempo. Hay que ver si se deben a la constitución de la persona, a su estilo de vida, a sus preocupaciones o al clima.

–¿Estar sano es una cuestión de equilibrio?
–Estar sano es tener una mente ecuánime que pueda pensar con claridad y concentrarse, y un cuerpo físico que permita hacer lo que se necesite hacer. Pero el cuerpo y la mente deben estar coordinados para mantener la energía en el nivel adecuado.

En caso de no estar bien coordinados la persona puede, por ejemplo, no sentir hambre en todo el día, pero eso no significa que no necesite comer: uno ha de tener hambre porque ha de comer. No funcionar con normalidad es señal de que puede haber un problema. Puede reflejarse o no en una enfermedad, pero en cualquier caso se trata de un desequilibrio.

–¿Relacionan siempre la enfermedad con un problema de actitud o emoción perjudicial?
–Sí, la mayoría de las veces. Nuestros hábitos los elegimos nosotros, consciente o inconscientemente. Cuando alguien sufre o se siente deprimido puede recurrir al alcohol o fumar para sentirse mejor, con todos los problemas de salud que eso conlleva si se acaba convirtiendo en una adicción.

Pero también puede suceder que para mantener la energía en el nivel adecuado alguien con afición por las patatas no pare de comerlas, proporcionando al organismo más hidratos de carbono de los que precisa. Si tiene el metabolismo lento o hipotiroidismo eso también puede acabar ocasionándole problemas. El cuerpo actúa porque lo dirige la mente.

"El cuerpo y la mente deben estar coordinados"

–¿Hasta qué punto está influenciada la medicina tibetana por el budismo?
–No es tanto que esté influida por el budismo como que parte del hecho de que el sufrimiento no es solo la respuesta del organismo frente a lo que sucede en el exterior. El sufrimiento puede y suele tener causas internas. Por supuesto, hay factores externos que afectan a la calidad de vida y a la salud, como la contaminación, pero la mayoría de desequilibrios tienen su origen en nosotros mismos. La mente es mucho más poderosa que todo eso.

–¿Los problemas que le plantean los pacientes occidentales son muy diferentes de los que le plantean sus pacientes en la India?
–Muchos coinciden, como los trastornos digestivos o la migraña, pero aquí he visto que son más frecuentes enfermedades como el asma, el alzheimer, la esclerosis múltiple o la depresión. También hay, curiosamente, más infecciones.

–¿A qué cree que se debe?
–Para nosotros el enfoque es siempre individual, pero creo que se debe principalmente a la comida y al estilo de vida. Aquí se toma mucha comida preparada y pocos alimentos recién cocinados. No se sigue el ritmo de las estaciones.

La interpretación del pulso en la medicina budista

–Cuando visita a un paciente, ¿qué es lo primero que le interesa saber?
–Primero hay que saber qué quiere resolver el paciente. La función del médico es velar por su bienestar físico y mental, así que hay que averiguar cómo están su cuerpo y su cabeza. Para ello contamos con dos instrumentos básicos. Uno es la lectura del pulso, que es una muy buena fuente para detectar cualquier desequilibrio. El otro, la observación de la orina: si tiene sedimentos, burbujas, el color, el olor, la consistencia . .. Todo eso nos da mucha información. Además es fundamental el diálogo, hablar con el paciente y dedicarle tiempo.

–¿Podría enseñarnos cómo toma el pulso?
–Por supuesto. Primero te tomaré el pulso de la mano derecha (a las mujeres se les toma primero el de la derecha y a los hombres el de la izquierda), pero debemos permanecer en silencio para que pueda concentrarme.

–¿Qué ha podido averiguar?
–A través del pulso obtengo mucha información sobre cómo están tus órganos: corazón, pulmones, estómago, hígado, riñones, vejiga, uretra, intestinos... No me fijo en el ritmo cardiaco, sino en la longitud del pulso a tres niveles: un nivel superficial, otro un poco más profundo y finalmente uno muy profundo.

A través del pulso el médico puede detectar los desequilibrios que generan la enfermedad. "En total hay doce pulsos, seis por cada mano, y cada pulso tiene varios tonos... como en la guitarra."

A cada órgano le corresponde un pulso, pero también a cada enfermedad y a cada energía. Existe además un pulso estacional, que me dice cómo te estás adaptando a la estación del año. En primavera, por ejemplo, un pulso estacional alterado puede indicar que algo no está funcionando bien en el hígado.

–¿Y bien?
–Bueno, no tienes ningún problema importante, todos tus órganos están bien, pero eres nerviosa. Ese es tu punto flaco. Tienes que trabajar tu concentración, mantener alejada la ansiedad y evitar preocuparte mucho por las cosas. El órgano que deberías cuidar más es el hígado. No deberías comer demasiadas grasas. Las grasas hacen que segregues mucha bilis, lo que puede afectarte al hígado, a la circulación .. . No es que tengas un problema ahora, pero podrías tenerlo en el futuro si cenas muy tarde, comes demasiada carne o abusas de los productos lácteos. Tu hígado se podría ver sobrepasado.

–¿Cualquiera puede aprender a interpretar el pulso?
–Sí. De hecho, muchos médicos y estudiantes de medicina en la India vienen a nosotros para aprender. Pero es importante desarrollar cierta sensibilidad y sobre todo mucha capacidad de concentración. Esto es fundamental. En el momento de tomar el pulso el médico ha de estar en condiciones y relajado. El día anterior ha de haber comido bien, haber descansado... Del mismo modo que el paciente se ha de preparar para ser examinado, estar tranquilo y no haber hecho nada excepcional ese día que pueda haberle alterado el pulso, también el médico se ha de preparar para atender al paciente.

–¿Es habitual recurrir a otras pruebas para confirmar lo que se ha observado?
–Depende del caso y del médico, pero muchas veces se hace. Siempre que haya dudas pueden pedirse pruebas complementarias. Hay pacientes que han pasado muchas veces por el quirófano o han seguido tratamientos muy agresivos. Su pulso puede estar distorsionado. También puede ser difícil diagnosticar si acuden a la consulta poco relajados, si permanecen muy callados o si ese día no han seguido su rutina habitual. Otro motivo para pedir más pruebas es si se cree que el paciente puede tener problemas como cálculos renales, infecciones o algún problema sanguíneo, como azúcar o coágulos... Los análisis de sangre y otras pruebas permiten contrastar. Y tenemos la suerte de poder combinar ambos sistemas para ayudarnos a diagnosticar y a decidir el tratamiento más adecuado.

–¿Y qué aspectos abarca el tratamiento?
–El sistema médico tibetano tiene formas de evaluar qué necesita el paciente en cada caso. Y lo que necesita se traduce en consejos prácticos que afectan a seis aspectos: la dieta en general, dietas especiales que puede ser necesario seguir puntualmente, las cantidades que conviene comer, comportamientos que deben adoptarse de forma temporal, comportamientos que deben adoptarse de por vida (que pueden ser también en el terreno espiritual) y comportamientos que deben variar en función de la estación, como qué comer y cuánto dormir en cada época. Todo esto configura un estilo de vida que es diferente para cada persona. Seguirlo le ayuda a mantener la salud o a recuperarse antes cuando cae enfermo.

Recomendaciones personalizadas para reequilibrar la energía

–¿Existen personas a las que les conviene comer carne y personas a las que no?
–Aconsejar la carne entraría dentro de los comportamientos temporales que conviene adoptar en situaciones dadas; no es algo que se recomendaría para toda la vida. Además debe haber unas motivaciones concretas. A una persona convaleciente o muy debilitada puede irle bien comer carne una temporada, y su salud lo justifica, pero no se recomendaría comer carne si lo que se busca es mejorar el aspecto de la piel o estar más fuerte para luchar con un contrincante.

–¿Emplean medicamentos?
–Nosotros no tenemos "medicamentos" sino lo que conocemos como "píldoras", que son menos agresivas y, en general, tienen pocos o ningún efecto secundario. Se basan en fórmulas asiáticas muy antiguas y están compuestas básicamente por plantas y minerales, que se mezclan cuidadosamente a mano. A las mezclas se les da luego forma de píldora, también a mano o bien con una máquina, y cada una se pule y se seca bien para que conserve sus propiedades por más tiempo. No es un proceso industrial, sino un proceso artesanal y muy laborioso...

–¿Cómo actúan esas píldoras?
–No actúan tanto a nivel físico como a nivel energético y, en general, son un buen recurso a la hora de tratar enfermedades crónicas. Lo hacen, no actuando por ejemplo como un analgésico, sino intentando corregir el desequilibrio que causa la enfermedad.

–¿Me puede dar un ejemplo?
–Una de las tres energías vitales es rlung, que se manifiesta en forma de viento y, como tal, tiene unos atributos específicos: es móvil, sutil, fría, áspera, dura y ligera. Sin viento del exterior nadie puede sobrevivir. Dentro del organismo hace funcionar el cerebro, el corazón, el hígado ... y todos y cada uno de los tejidos del cuerpo.

No hay un solo rincón donde no actúe el viento y no hay forma de verlo. No puede detectarse con rayos X, ultrasonidos ni ninguna otra técnica, pero sí puede sentirse. Y al sentirlo se puede saber si está equilibrado o si, por el contrario, hay demasiado, poco o simplemente está alterado, es decir, si están alterados sus atributos. Al ser una energía tan sutil y móvil se puede desplazar por todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, y cuando se desequilibra puede bloquear el flujo energético y causar muchos problemas. Un tumor puede deberse a un desequilibrio de viento.

Cada remedio de plantas que usa la medicina tibetana tiene también sus atributos: ligero, aceitoso, frío, caliente... Según la combinación utilizada se aumenta o disminuye la energía y se reequilibran sus atributos.

–¿Funcionan también cuando hay un dolor agudo?
–Nosotros no tenemos analgésicos. En casos en que el paciente sufre un dolor muy intenso se puede recomendar que acuda a un médico alopático para que le prescriba, si lo cree conveniente, algún fármaco.

Con nuestros medicamentos podemos hacer desaparecer el dolor, pero de forma más lenta, por otra vía, y hay pacientes que no tienen paciencia para esperar. La medicina convencional puede ayudarles aliviando el dolor mientras siguen el tratamiento con medicina tibetana.

La ley del karma: bondad y compasión

–Buscar la causa emocional en enfermedades graves y de pronóstico difícil puede generar en quienes las sufren sentimientos de culpa. ¿Qué le diría a personas que se encuentren en esa situación?
Como tibetano les diría que deben aceptar la ley del karma. No sé cuánta gente en Occidente cree en ella pero para nosotros es muy importante. Mucha gente le echa la culpa al cuerpo y se lamenta preguntándose por qué Dios le habrá dado precisamente ese. Las cosas no son así. La armonía y la salud no las da Dios. Buda llegó a la conclusión de que uno cosecha lo que siembra, en función de dónde ha estado, qué ha vivido, qué ha pensado...

Nosotros elegimos lo que hacemos y lo que dejamos de hacer. No hay que culpar a nadie de nuestro sufrimiento. Tampoco a nuestros padres. El sufrimiento está relacionado con el karma, directa o indirectamente. Cada uno tiene que ver qué le hace sufrir. Enfermamos por no cuidarnos o no protegernos lo suficiente, por algo puntual o por un mal hábito. También tenemos una responsabilidad sobre el entorno. Todo está relacionado.

–¿Un médico tibetano actúa de algún modo como psicólogo y maestro espiritual?
–No. Los maestros espirituales son personas especiales con un gran entrenamiento mental y poder e intención espirituales. Lo que sí es cierto es que un médico tibetano también debe y necesita desarrollar ambas cualidades. Debe estar entrenado y tener una motivación espiritual. Pero no son las únicas...

–¿Cuáles son las otras?
–Para poder ser considerado un buen médico y poder atender bien las necesidades físicas, mentales y espirituales de un paciente se considera que debe desarrollar seis cualidades: ha de tener la formación necesaria, por supuesto, y la experiencia, pero sobre todo debe tener bondad y compasión. También ha de tener una mente ágil y estar descansado. Sin bondad ni compasión el médico no puede ser capaz de sentir el sufrimiento del paciente y muy probablemente alargará el tratamiento porque apuntará en otras direcciones.

"Sin bondad ni compasión el médico no puede ser capaz de sentir el sufrimiento del paciente."

–El budismo insiste en el desapego. ¿El apego constituye un obstáculo para gozar de buena salud o bien un motivo para vivir?
–El apego puede entenderse de muchas maneras y tiene sus ventajas y desventajas. Es fruto del deseo y en exceso debilita emocionalmente. Hay personas más apegadas que otras, pero en un caso u otro hay que saber marcar los límites. En ciertos momentos puede ser incluso necesario. Los niños, por ejemplo, necesitan el apego de sus padres para sobrevivir, necesitan que los cuiden y los quieran, pero han de llegar a ser independientes. No poner límites provoca mucho malestar emocional. Lo mismo sucede ante un problema médico.

El apego puede ser útil para adherirse al tratamiento y seguir los consejos, pero en exceso causa una fuerte lucha interior, desarmonía y sufrimiento. Desear no te permite abandonar, y para no sufrir hay que saber abandonar, hay que saber desprenderse de las cosas. Porque la realidad es que uno llega a este mundo solo y se va solo.