Tenzin Wangyal es un lama de la tradición bon budista, maestro de Dzogchen ("Gran perfección natural") que practica desde los 13 años.

Nacido en 1961 en la India, después de que sus padres tuvieran que salir del Tíbet debido a la ocupación china, ha estudiado con varios maestros y obtenido el título de Geshe, equivalente a doctor en filosofía. También ha sido reconocido como la reencarnación de un gran maestro del pasado.

En 1991 obtuvo una beca para ir a una universidad norteamericana y en 1992 fundó el Instituto Ligmincha en Charlottesville (Virginia).

Es autor de varios y magníficos libros, algunos traducidos al español por la Editorial Pax de México:

  • Las maravillas de la mente natural;
  • El yoga de los sueños y el dormir;
  • Sanando con forma, energía y luz;
  • La esencia pura de la mente;
  • Sanar con sonidos...

Acostumbra a impartir cursos y retiros en numerosos países. Aprovechando su estancia en Barcelona para dar enseñanzas acerca de la "Recuperación del alma" conversamos con él sobre diversos temas.

Hay en su persona un raro equilibrio entre fidelidad a la tradición oriental y adaptación a la mentalidad occidental.

La tradición bon

–Hay una palabra mágica: "felicidad". Todos queremos en última instancia ser felices. Pero, ¿por qué es tan difícil conseguirlo y dura tan poco tiempo?
–Principalmente porque estamos condicionados por determinados patrones mentales que se van repitiendo. Son pensamientos y emociones que provocan una especie de adicción. Estamos tan ocupados en ellos que no encontramos ni descanso ni felicidad. Es como si no pudieras ver el cielo porque una nube tras otra te lo impidiese. Y si puedes ver ese cielo un momento, pronto llega otra nube y lo cubre de nuevo.

–La incertidumbre gana terreno hoy día en todos los ámbitos. Conocemos las causas externas. Pero, ¿cuáles serían las causas internas?
–La humanidad está buscando una gran respuesta, encontrar felicidad y paz. Pero lo busca en los cambios exteriores que la tecnología propicia. Esa no es la verdadera felicidad interior. Esperemos que la humanidad se dé cuenta de ese error y haya un cambio de valores, y que no sea demasiado tarde.

–La tradición espiritual bon se conoce poco en Occidente. ¿Qué la caracteriza?
–Es la tradición espiritual originaria del Tíbet que precede al budismo de la India. Es muy antigua y tiene linajes que datan de 18 milenios. Se caracteriza por tener una gran riqueza en prácticas de tipo chamánico, en relación con los elementos y los espíritus de la naturaleza. Pero, al igual que el budismo, preserva importantes enseñanzas acerca de Sutra, Tantra y Dzogchen. Estas enseñanzas han permanecido secretas durante siglos, pero dada la situación actual en el mundo y el peligro de que puedan perderse, mis propios maestros me han animado a transmitirlas en Occidente.

–¿Tenemos una visión muy materialista de la naturaleza?
–Para la mayoría de culturas que han mantenido contacto con la naturaleza se trata de una conexión viva y de tipo espiritual. Tenemos el ejemplo de las montañas sagradas adonde se acude en peregrinación. La naturaleza no es un lugar solo para explotar sus recursos o jugar al golf.

¿Cómo actúa el karma?

–¿Existe, pues, un karma no solo individual sino colectivo?
–Así es. Hay comportamientos colectivos que traen determinadas consecuencias. Por ejemplo, se dice que los medios de comunicación solo dan noticias negativas, imágenes de violencia, etc. Incluso se dice que "una buena noticia no es noticia". Puede ser así, pero también es cierto que a las personas les atraen las malas noticias, las desgracias ajenas, como si se sintieran así más vivas. Esa identificación con lo negativo es triste.

–"Karma" es una palabra que se usa a menudo. ¿Cuál es su significado real?
–Literalmente, karma significa "acción", pero en un sentido más amplio se refiere a la ley de causa y efecto. Cualquier acción tomada físicamente, verbalmente o mentalmente se vuelve una semilla que dará un fruto consecuente cuando las circunstancias sean propicias. Así, las acciones positivas tienen efectos positivos y llevan a la felicidad; las acciones negativas tiene efectos negativos y conducen a la infelicidad. Karma no quiere decir que nuestra vida esté predestinada, sino que todas las condiciones presentes surgen de nuestras acciones pasadas.

Empezar por uno mismo

–En sus enseñanzas se habla de recuperar el "alma". ¿Se trata de un proceso a la vez personal y colectivo?
–Se trata de volver a conectarse con la fuente de la vida, con las fuerzas que están en nuestro interior y también en la naturaleza exterior. Son prácticas que favorecen el equilibrio físico y anímico. Cuando trabajamos en el nivel individual, poco a poco hay una influencia en lo colectivo. Pero hay que empezar primero por uno mismo, es lo más urgente.

"La fuerza reside en la quietud. Si conectamos con el silencio interior nos volvemos más pacíficos y creativos."

–Afirma que hay a menudo una desconexión entre la cabeza y el corazón. ¿Por qué?
–La mente, los pensamientos y emociones de los que se alimenta el ego, es la principal causa de infelicidad. Pero la mente también puede ser causa de felicidad. Es como el oro, con el que puede hacerse una bella estatua o una pistola. Prácticas como la meditación sirven para ver la esencia de la mente, no sus manifestaciones ordinarias. Descubrir la naturaleza de la mente es un profundo reconocimiento de lo que somos. Es como un estanque de aguas tranquilas. Si no mueves ese agua, permanece cristalina. Pero si la agitas, se vuelve turbia. Olvidamos que la fuerza está en la quietud, no en el movimiento. Si conectamos con el silencio interior, nos volvemos más pacíficos y también más fuertes y creativos.

–En la entrada al santuario de Delfos podía leerse: "Conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses". ¿Qué piensa de estas palabras?
–Es del todo cierto. Dios, el universo y tú mismo sois uno. Si reconoces esa divinidad en ti mismo, la reconoces en el universo, en las manifestaciones exteriores de lo divino. Es el "refugio interno" y universal para cualquier ser sintiente, pues tiene ese algo divino en su interior. Cuando reconoces eso, descubres tu propia naturaleza y no estás influenciado por el ego, que necesita pensamientos y emociones para sobrevivir. Esa quietud interior es fuente de sabiduría. más allá de la forma

–¿Se refiere, pues, a algo sagrado y universal que no está limitado a una forma religiosa concreta?
–Hablamos de la verdad. Pero la forma en que esta se expresa puede ser distinta según las diferentes culturas. Todas esas expresiones de lo sagrado tienen un valor profundo, se trate de un templo, imágenes, escrituras, la propia naturaleza… Pero no hay que olvidar que su fuente está más allá de la forma. Son expresiones, a través de la forma, de la verdad, que no tiene forma. Su función es la de ser la puerta para entrar en la esencia sin forma. En ocasiones, sobre todo si hay fanatismo religioso, ciertas formas se vuelven un obstáculo si nos identificamos demasiado con ellas. No cumplen entonces su función de puerta, de entrada. Por desgracia eso sucede a veces.

–¿Cuál sería su consejo ante la vida para cualquier persona que quizá no conoce nada de budismo u otras formas de espiritualidad?
–Mi principal consejo sería el siguiente: en cualquier momento de tu vida, especialmente cuando te enfrentes a pruebas que parecen ir más allá de tu capacidad, recuerda que puedes confiar en tu verdadero ser, en tu esencia. Hay un refugio donde encontrar paz, pero no está fuera de ti, sino en tu interior.

Las tres puertas del ser

–¿Podría extenderse algo más en este sentido?
–Hay en nosotros tres "puertas": el cuerpo, el habla y la mente. Todas pueden crear dolor y eso es lo que nos causa sufrimiento. Pero sucede así porque no las usamos para entrar, sino para salir, para perdernos, para desconectarnos. Cuando encuentres dificultades, cierra los ojos un momento, lleva la atención hacia el interior. Siente la quietud de tu cuerpo.

Existe entonces la posibilidad de encontrar un espacio ilimitado dentro de ti. Podemos llamarlo "madre", "la esencia", "lo divino"… No importa: está ahí, y cuando lo descubres es como cuando un niño anda perdido y de pronto encuentra a su madre. Como alguien que se ha perdido a sí mismo y se vuelve a encontrar. Es una vuelta al hogar. En ese momento cualquier problema se resuelve si confías plenamente, si descansas en ese espacio donde encuentras libertad interior. Se trata de un lugar con infinitas posibilidades.

"Poniendo atención en el corazón puedes descubrir ese espacio que es la fuente que da nacimiento a todo."

–¿Por qué es importante el silencio?
–La segunda "puerta" es la palabra, el habla. Tenemos muchos pensamientos, que son como voces vibrando en la cabeza y que nos dicen lo que tenemos que hacer. Pero, a menos que esas voces callen, no puedes sentir verdadera conexión contigo mismo y escuchar el silencio interior. Normalmente oímos el ruido de los pensamientos, discutimos o negociamos con ellos. Nuestra atención está en esas voces que nos impiden sentir el silencio.

Pero podemos aprender a escuchar y oír el silencio. Cuando lo descubres, sientes paz, creatividad. Puedes escuchar entonces voces interiores de sabiduría. Un buen consejo para eso sería: no confíes en los pensamientos, confía en el silencio. Se han hecho estudios acerca de cómo se toman mejores decisiones: hablando y comentando a fondo o permaneciendo abiertos a las intuiciones. La conclusión es que en última instancia las intuiciones resultan más efectivas. En el silencio hay más mensajes que en las voces del pensamiento. Pero tienes que aprender a escuchar tu propio silencio.

–¿Cuál es, pues, la verdadera mente?
–Decimos que la tercera puerta es la mente. Pero para el budismo la mente está en el corazón, no como órgano material sino como centro de consciencia. Según los físicos, el universo es prácticamente un espacio vacío. También en nuestro corazón hay un espacio ilimitado. Poniendo atención en el corazón puedes descubrir ese espacio que es la fuente que da nacimiento a todo. Por eso la medicina que recomiendo consta de tres remedios: la píldora blanca de la quietud, la roja del silencio y la azul de la espaciosidad. Cuando te tomas esas tres píldoras encuentras lo que llamamos "refugio interior", te sientes protegido y guiado, y encuentras soluciones. Y esto sirve para cualquier persona, pues ese espacio no es budista sino universal.

–Todos buscamos amor. Queremos darlo y recibirlo; acaso que un poder superior nos ame y nos ampare.
–En ese espacio sagrado del que hemos hablado encontramos igualmente el verdadero amor. No se trata del amor del "te quiero", basado en el deseo egoísta o en el miedo. Es un amor ilimitado, absoluto, en el que no hay odio. Es como el cielo abierto que ama las nubes y les permite vivir en su seno. Las nubes aparecen y se disuelven sin afectar a su esencia. El espacio no se apropia de lo que hay en él. Del mismo modo, ese espacio interior es el mayor procesador o purificador de pensamientos negativos y emociones conflictivas que podamos tener.

–La muerte es quizá el principal miedo. ¿Cuál sería una actitud correcta hacia ella?
–No hay nada malo en la muerte. Es algo normal, como lo es el nacimiento. Si lo miramos sin prejuicios, sería como tomarse una siesta. No es algo negativo ni un fracaso. Es una de las fases de la vida. Los budistas creen que a los 49 días vuelves a nacer. Eres el mismo, pero te conviertes en un precioso bebé. Es un proceso natural, pero es humano sentir miedo. La solución vuelve a ser conectar con el ser o espacio inmutable, con la esencia que no muere. Solo es un proceso corporal, pero tú no eres meramente algo físico. No hay identidad, te sientes más libre y sin miedo. Cuando experimentas eso realmente, la relación con la muerte también cambia: sabes que no vas a morir.