Se acostumbra a pensar que un lama es lo mismo que un monje budista cuando no es así: mientras el monje lleva una vida de retiro, oración y meditación similar a la que pueden hacer un monje cristiano, el lama pasa su vida entregado al estudio, la interpretación y la enseñanza del budismo.

Es el caso de Tulku Thondup Rimpoché, lama de la tradición Longchen Ñingtik (La Esencia de la Gran Expansión), conocido en nuestro país por sus dos exitosas obras: El poder curativo de la mente y Sanación sin límites, ambas publicadas por Ediciones B.

Tnlku Thondup nació en Golok, región oriental del Tíbet, en 1939, y su vida ha estado marcada por un hecho de especial trascendencia: a los 4 años fue reconocido como la reencarnación de un célebre erudito y conducido al Monasterio Dodrupchen, un prestigioso centro espiritual situado en un valle del este del país, para dedicarse al estudio de las escrituras budistas.

Como a tantos otros lamas y monjes, la invasión china del Tíbet le llevó a vivir exiliado, primero en La India y más tarde en Estados Unidos, en donde se convirtió en profesor asociado de la Universidad de Harvard.

Actualmente vive en Cambridge, en un piso sencillo y acogedor, según sus propias palabras, dedicado a la traducción de textos antiguos al inglés y otros idiomas, para difundir su sabiduría.

Durante la entrevista que mantuve con él en Barcelona, en el marco de una conferencia magistral en la que volcó todos sus conocimientos sobre la curación a través de la meditación, me llamaron la atención varias cosas: su bigote, que le confiere un aire muy cercano (¿quién imaginó a un lama con bigote?), su forma de expresarse, abierta y capaz de contagiar alegría y serenidad; su rostro sin edad, su gran sonrisa al despedirse, y sus ojos, siempre brillantes, reflejo, sin duda, de un alma cultivada en el amor.

Tulku Thondup dice que no se considera un "maestro" consumado y realmente no ejerce como tal. "Sólo soy una persona que, como todas, debe navegar por los mares de la vida, mares a veces muy tempestuosos", asegura. Es en esa humanidad compartida donde desea poner el acento.

MEDITACIÓN PARA PRINCIPIANTES: ¿Por dónde empezar a meditar?

Muchas personas se sienten atraídas por la meditación, pero no se atreven a dar el primer paso. ¿Qué les sugiere?
–Una buena manera de iniciarse es empezar con meditaciones simples. Por ejemplo, hay un ejercicio de la tradición budista tibetana muy sencillo que suelo recomendar para iniciar el día.
Cuando te despiertas por la mañana y aún tienes las sábanas sobre el cuerpo es importante no salir corriendo y comenzar a preocuparse por la jornada. Relájate durante cinco minutos, tan solo cinco, no hacen falta más, y piensa en la calidez que sientes, en la serenidad que te envuelve. Siente esa calma en tus pies, en tus piernas, en el abdomen, en tu pecho, en todo tu cuerpo. Fíjate en tu respiración, pensando que cada célula está respirando esa energía cálida y llena de serenidad...
Por la noche, la mente y el cuerpo se unifican, están en armonía, incluso a nivel inconsciente, pero durante el día la mente corre y el cuerpo la sigue. Si realizas este ejercicio vas a tener una base para que el resto del día sea más cálido y sereno y vas a contribuir a que tu vida, por extensión, también resulte más cálida y serena.

–Parece sencillo...
–¡Y lo es! Otra meditación muy simple consiste en mirar una flor, en apreciar su belleza, los colores que tiene, su frescura... sintiendo esas cualidades. Únicamente debemos procurar no aferrarnos a ella, si queremos que actúe como fuente de curación; no debemos pensar: "esta flor es mía", o "no quiero saber nada de ella, la odio". El origen de muchas enfermedades emocionales está en aferrarse demasiado a las cosas y a las personas.

Cuando nos apegamos mental y emocionalmente, nos centramos en nuestros deseos y preocupaciones con toda nuestra energía y perdemos nuestra libertad iluminada. La mente posee el poder de curar, pero sólo a condición de abandonar la actitud de apego que el budismo llama "aferramiento al yo".

"Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será la consecuencia" (Dhammapada)

–¿Entonces, cómo hay que observar esa flor para no apegarse?
–Tienes que mirarla y, si llegas a sentir que te estás aferrando a ella, debes enviarte un mensaje y repetirte mentalmente: "no te aferres a la flor; simplemente apréciala". Puedes hacer una respiración profunda e ir soltando el apego con la espiración.

–¿Cuándo decidió hacer de la meditación un arte terapéutico?
–En el Tíbet, la meditación forma parte de nuestra vida desde siempre, desde que somos niños, y tiene, entre otros propósitos, la finalidad de curar. De hecho, la gente acude primero al lama o pronuncia plegarias para sanar su espíritu y luego va al médico. Con esto quiero decir que no hay un momento concreto en el que decido desarrollar la meditación como vía para la curación, sino que es consecuencia de mi condición de tibetano y de lama.

–Las meditaciones que recomienda en sus libros, ¿están extraídas íntegramente del budismo tibetano o son una contribución personal?
–En el budismo tibetano tenemos cientos de tipos de meditación diferentes. En mis libros se muestran las que he creído que podían ser más idóneas para el lector occidental, ya sea budista o no budista, pero se trata de budismo tibetano al 100%. Son ejercicios dirigidos a un público general y todos tienen como finalidad enseñar a vivir de una forma más relajada y a llevarse mejor con las propias emociones.

SOMOS LO QUE PENSAMOS

–Muchas de sus técnicas se centran en la visualización. ¿Es posible erradicar la enfermedad con imaginación?
–La visualización o imaginación constituye un pilar fundamental para curar, pero en la meditación curativa también intervienen, aparte de las imágenes, las palabras positivas, los sentimientos positivos y las convicciones positivas. Centrándonos en la visualización, en cierto modo todos realizamos constantemente visualizaciones en la vida cotidiana.

La mente está ocupada la mayoría de veces con una sucesión de imágenes neutras o negativas, como comprueba quien intenta meditar por primera vez. Pero si desarrollamos el hábito de visualizar imágenes positivas, aparecerá la naturaleza serena de nuestra mente y de este modo, daremos a la felicidad la posibilidad de crecer.

El Dhammapada, una popular recopilación de textos atribuidos a Buda, recoge un dicho que ilustra a la perfección la importancia de las imágenes mentales positivas: "Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo. Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será la consecuencia".

–¿Puede explicar qué sucede cuando una persona penetra en una célula de su cuerpo mentalmente?
–Que experimenta un profundo bienestar y equilibrio. El ejercicio consiste en escoger una de las células que tenemos en la frente o en cualquier otra zona de nuestro cuerpo y entrar en ella como si penetrásemos en una habitación cálida en invierno. Se trata de una célula espaciosa, ilimitada, llena de luz y afecto, siempre acogedora... Luego, es interesante observar nuestra frente o la zona corporal elegida como una colección de miles y miles de células diferentes, reconociendo que cada una de ellas es una ilimitada célula de luz.

Realizar este ejercicio visualizando el propio cuerpo lleno de células luminosas, transparentes, ilimitadas...  conduce a la apertura mental y a experimentar la serenidad y la relajación físicas, de modo que toda presión y estrés van a desaparecer; la circulación se normalizará y todos  los elementos del cuerpo (tierra, agua, aire y fuego según la cultura oriental) se van a equilibrar. Lo provechoso de esta situación es que cuando tenemos una mente sana y un cuerpo sano, también solemos tener unas relaciones y una vida más satisfactorias.

–¿Pero cómo se explica que a través de algo inmaterial como la meditación pueda curarse una enfermedad física?
–El budismo aportó a la tradición médica del Tíbet una explicación psíquica de cualquier trastorno físico. Para la medicina tibetana muchas enfermedades tienen como causa primera un error en la actitud mental. Así la ignorancia de cómo son en realidad las cosas conduce a tres actitudes erróneas: el apego, el odio y la ofuscación. Cada una de estas actitudes está vinculada con uno de los tres fluidos energéticos que según la medicina tibetana intervienen en nuestro cuerpo, que podrían traducirse como viento , bilis y flema.

El apego puede favorecer trastornos de viento, el odio desequilibrios de bilis y la ofuscación de la flema. En general, las emociones intensas, sean negativas o positivas, propician la enfermedad. Estos fluidos se manifiestan en nuestros cuerpos pero también son principios energéticos presentes en el cosmos. Con la meditación contribuimos a poner orden en ellos, como quien apacigua las ondas de un estanque agitado. Esa nueva armonía repercute a su vez en el cuerpo.

–¿Es preciso tener fe para que la meditación tenga un poder terapéutico?
–Con una actitud positiva serás capaz de sanar muchos problemas, pero si tienes una fe religiosa, una devoción, será aún mucho más fácil que la sanación se produzca porque conectas con el poder divino.

–¿Podría decimos si añora su tierra natal, el Tíbet?
–Sí, pero también aprecio mucho donde estoy. Actualmente vivo en Cambridge, en Massachusetts (Estados Unidos), y me encuentro cómodo allí. La gente tiene naturalezas diferentes. Algunas personas, estén donde estén, siempre están deseando ir a otra parte, pero yo, por naturaleza, estoy bien donde estoy, sea el sitio que sea. Por supuesto, echo de menos el Tíbet, me acuerdo de cosas, e incluso a veces sueño con los paisajes y gentes con las que pasé mi niñez. Es humano. Pero también disfruto estando en otros lugares.

–¿ Y qué opina de la invasión china?
–El crecimiento ante la adversidad es la mejor arma de los tibetanos, que expandieron su cultura positiva y pacífica por todo el mundo tras aquel suceso. En eso consisten las enseñanzas de Buda. Incluso si el 99% de la historia es negativa, un 1 % es positivo. Lo importante es intentar ver la parte positiva de un conflicto, de una persona... No hay que dejarse consumir por lo negativo, sino darle soporte a la parte positiva. Los tibetanos han sido capaces no sólo de sobrevivir, sino de mantener sus tradiciones y compartirlas con la gente. Gracias a eso otras personas se han beneficiado de ese saber. 

Los siete pasos para meditar

  1. Recorre con lentitud cada parte de tu cuerpo, de los pies a la cabeza, transmitiéndole calma. Si tienes una sensación desagradable, haz que tome la forma de una nube negra y lánzala lejos hasta verla perderse en el horizonte. A continuación piensa y siente que estás asentado firmemente en la tierra y que todo tu cuerpo es firme y calmo.
  2. Recorre mentalmente tu cuerpo con curiosidad anatómica y de arriba a abajo. Fíjate en los huesos, los músculos y cada órgano.
  3. Visualiza los millones de células de tu cuerpo. Cada una es una partícula de luz radiante y puede ser tan vasta como el universo. Siente que contiene energía sanadora.
  4. Esta energía sanadora empieza a producir ondas a través de tu cuerpo. Cuando inspiras, la energía se desplaza de arriba abajo y cuando espiras, de abajo a arriba. Si tienes células enfermas, siente cómo se van derritiendo entre esas dos energías.
  5. Sigue el movimiento de las ondas acompañándolas del sonido "Ah". Se trata de escuchar este sonido mentalmente al inspirar y de cantarlo al exhalar, a fin de generar y fortalecer las ondas sanadoras.
  6. Combina diferentes movimientos sanadores con ondas curativas. Junta las manos delante del corazón formando un capullo de loto. Sepáralas muy despacio, como si formaras una flor con ellas y piensa en cada célula de tu cuerpo floreciendo. Balancéate de un lado a otro. Siente que un flujo de energía similar a un río conecta todas las células.
  7. Comparte las ondas curativas con un amigo y la energía sanadora con el universo entero. Disfruta de la libertad, el amor y la paz que genera esta meditación.

El potencial curativo de la luz

Tulku Thondup propone visualizar y experimentar la fuerza de la luz en cada una de nuestras células como uno de los pasos de la meditación sanadora:

  • Luz y materia. Para los budistas tibetanos, el conocimiento más elevado con respecto a la materia es que en realidad esta esta hecha de Iuz, es decir, la forma más elevada de la energía, y al igual que la energía, la materia puede transformarse.
  • Luz clara. Una forma de meditación curativa consiste en visualizar las propias células envueltas en luz blanca o clara, sin limitarse a un color determinado.
  • Arco iris. También se pueden visualizar las células corporales envueltas en luces de varios colores, como si se tratara de un arco iris.
  • Otros colores. Pueden visualizarse las células envueltas en luz de un color determinado, como el rojo, si se desea aportar calidez; el azul para crear sensación de amplitud, o el amarillo para ganar fuerza interior. Asi se canaliza el poder curativo de los colores.