Stephen Gilligan es doctor en Psicología por la Universidad de Stanford. Divorciado y padre de una hija de catorce años, suele decir que su paternidad le brinda la oportunidad de reorganizar constantemente su propia identidad.

Estudió seis años con el famoso psiquiatra y precursor de la hipnosis terapéutica Milton Erickson, y salpica su discurso de anécdotas y referencias sobre ese personaje.

Tiene una consulta en el sur de California, muy cerca de México, aunque pasa casi nueve meses al año compartiendo sus conocimientos por todo el planeta. A Barcelona ha acudido invitado por el Institut Gestalt, a través de sus coordinadores del área de PNL, Vicens Olivé y Allan Santos Jr.

Stephen Gilligan ha publicado muchos artículos científicos y varios libros, como Métodos, mitos y metáforas, con J. Zeig (Ed. Amorrortu). En El coraje de amar: principios y prácticas en la psicoterapia de relaciones del self contiene sus experiencias acerca de su propio enfoque terapéutico, que llama "Terapia de las Relaciones del Self".

Tras más de treinta años dedicado a la psicoterapia, propone que el amor es terapéutico y eso es lo que hace diariamente en su trabajo: enseñar a las personas que el amor puede ser su cura. Sin embargo, no habla sólo del amor romántico, sino de un Amor con mayúsculas que debería impregnar toda nuestra cotidianeidad.

Cinturón negro de aikido, combina sus conocimientos de este arte de la lucha con las técnicas budistas de meditación y la hipnosis, disciplina que promueve en sus talleres.

Esta fusión de diferentes prácticas le ha permitido desarrollar una nueva visión sobre las personas y sus relaciones. Es un gran conversador y cuando te mira sabes que ama lo que está haciendo.

Las tres mentes y los enemigos internos

–¿Qué quieres decir cuando explicas que tenemos tres mentes o tres inteligencias?
Pues que tenemos diferentes maneras de experimentar el mundo, y a mí me gusta repartirlas en tres áreas: puedes experimentar el mundo a través del cuerpo y a eso le llamamos la mente somática, del griego soma (cuerpo). Mucha gente trata el cuerpo como una máquina y no le presta atención, sin observar la inteligencia que se manifiesta a través de sus procesos. Podríamos decir que hay personas que andan desconectadas de esa primera mente. Cuando consideramos los aspectos que tienen que ver con cómo usamos nuestros pensamientos, nuestras verdades, nuestra inteligencia pensante, entramos en el terreno de la mente cognitiva, que interpreta la realidad con más o menos acierto. Estas dos mentes no siempre están colaborando. Pero la mente somática y la mente cognitiva convergen en un espacio más amplio. Es lo que llamo campo o mente relacional, y tiene que ver con un contexto mayor que el de la propia mente humana. Esta mente relacional crea un espacio entre tus propios conflictos y los conflictos con los otros y con el mundo.

–¿Cómo se pueden utilizar estos conocimientos al afrontar problemas como el miedo o la tristeza?
–Un profesional que tiene presente la idea de estas tres inteligencias debe prestar ayuda en las tres áreas. ¿Cómo sientes el problema que te acucia en el cuerpo? ¿ En qué lugar? ¿Qué síntomas o sensaciones te indican que algo no va bien? Hay muchas maneras de prestar atención a lo que el cuerpo de una persona está manifestando. Llegados a este punto, ¿cómo te hace sentir eso? ¿Le das algún significado? ¿Cómo lo llevas o lo sobrellevas? Intento ayudar a la persona que se queja a permitirse dar un nuevo significado y un nuevo espacio a lo que le está pasando. La apoyo y la estimulo a sentir curiosidad por ese proceso. En muchas ocasiones la clave para ganar bienestar o curarse está en convertir a viejos enemigos internos en buenos amigos. Es un carnbio de percepción.

–¿Y eso se puede enseñar?
–Desde luego. Si escucho a la persona, siempre hay muchas maneras de abordar lo que le pasa. Una posibilidad es apoyarla para que se aproxime a su problema con mayor ternura y conectándola con sus recursos internos, con sus mayores dones. Aspectos que en muchas ocasiones parecen estar ocultos para quien vive agobiado por un problema. Si podemos hacer eso, cosas muy buenas pueden empezar a ocurrir.

–¿Requiere mucho tiempo cambiar de ese modo la forma de ver los problemas?
–Recientemente trabajé con una pareja. Ella sentía mucha ulpa por cosas que le habían sucedido en el pasado, lo que le había llevado a una gran depresión. lnvestigamos a lo largo de una sesión de dos horas y pensamos en la manera en que podía estimularla curiosidad de su familia y de sí misma acerca de su tristeza. Como si pudieran tocar el problema de algún modo para que todos pudieran sentir mayor ternura hacia esa depresión. Dos semanas después me decía que había notado enormes cambios tras esa sesión.

El punto crucial aquí es plantearse: ¿Qué tipo de relación estás teniendo tú con el problema? ¿Estás pensando que el problema es algo malo y que hay que eliminarlo? Hay que reflexionar sobre eso. Puedes cambiar tu relación con el problema y automáticamente éste parece transformarse en algo diferente, con nuevas possibilidades. Tu experiencia alrededor de lo que está pasando va a cambiar.

Aceptar el dolor

–El budismo dice "lo que resistes, persiste; lo que aceptas, se transforma"...
–¡Cierto!

–Pero la aceptación no es fácil, pues el camino puede ser doloroso para las personas que sufren...
–Uno de los principios que suelo utilizar en mi trabajo es: "La vida es óptima pero a veces duele como el diablo". El deseo de no sufrir es una de las cosas que impide el cambio o la curación. Pero a veces simplemente hay que sufrir. Cuando perdemos un ser querido, por ejemplo, ¿puede alguien no sufrir? No podemos luchar contra eso. Duele. Pero ese dolor no es negativo en sf mísmo. Y seguramente la curación está en algún lugar más allá de ese sufrimiento. A la larga, ese recorrido suele enriquecer a la persona.

–¿El problema entonces es que la gente pelea en contra de lo que le ocurre?
–Así parece. Me gusta decir que la vida se mueve a través de ti, salvo cuando no lo hace. Parece una obviedad pero solemos olvidar esta premisa. En principio la vida fluye a través de ti. No hay que forzar nada; en realidad cuando tratas de forzar la vida es cuando las cosas se complican. Te olvidas de ti y empiezas a buscar en otra parte. Recuerdo esa historia de Nasrudín, el sabio loco sufí, que busca las llaves bajo una farola en plena noche. No las ha perdido ahí, pero dice que "bajo la farola hay más luz". Eso sucede cuando perdemos la conexión con nuestro centro.

La habilidad de amar se entrena

–¿Propones entonces que tengamos amor al síntoma?
–Exactamente, esa es la clave. No está mal un poco de eso para variar. Nuestro trabajo como terapeutas y como pacientes está ahí. En ese campo creado entre el terapeuta y la persona que padece, donde pueden darse cita fenómenos increíbles.

–¿Puede el amor cambiar la visión de la vida de alguien que tiene problemas? ¿Hace falta coraje para amar?
–Desgraciadamente la gente piensa que el amor es un estado sentimental que nos ocurre de vez en cuando. Si eres padre, por ejemplo, piensa en tus hijos. Busca una manera de desarrollar tu habilidad para amar, para ser tierno, cuidador y a la vez ser firme y estar presente. Como cuando sujetas un pájaro. El actor Errol Flynn, cuando era preguntado acerca de su habilidad como espadachín teatral, decía que su destreza con el sable provenía de su habilidad para sujetarlo: "ni demasiado fuerte, ni demasiado flojo", como sujetar un pajarillo.

Entre las habilidades que surgen como padres está la del amor fuera de toda duda. Mi hija, en plena efervescencia adolescente, cometió un error sonado hace unas semanas. "Papá -me dijo- ¿me seguirás queriendo?". Pensé entonces que nada podía hacer para dejar de quererla. Y quise decírselo: "No hay nada que puedas hacer para que yo deje de quererte, pero ahora estoy enfadado, cariño". Cuando alguien tiene una dificultad, una enfermedad, es bueno saber que el amor le puede permitir reconectarse. El amor es una habilidad humana. Es una habilidad madura. Hay que entrenarla, practicarla, y eso puede requerir mucho coraje en algunas ocasiones.

–¿Y cómo se puede entrenar la capacidad de amar?
–Una forma es lo que llamo el proceso de centramiento. Cuando una pareja discute ¿dónde están poniendo la atención? Uno apunta al otro con el dedo y alza la voz. El otro, como respuesta, pone el cuerpo tenso y mira a su pareja con rabia o recelo. Cada miembro de esa pareja está poniendo la atención en el otro y sus acciones.

La atención funciona como el puntero de un ordenador. Puedes moverla hacia cualquier sitio que desees.

La alternativa es pedirle a cada una de esas personas que ponga atención en su propio centro. Por ejemplo, la atención para adentro, respirar profundamente y enfocar la conciencia a su abdomen. Responder desde ahí, desde esa percepción sentida desde el centro. Por eso digo que el amor es una habilidad aprendida y que se puede reaprender. Es una alternativa a la dicotomoía entre luchar y huir. Es una tercera opción, que podríamos llamar fluir.

¿Se puede sufrir con eficacia? El poder sanador de la ternura

–¿Esa tercera opción es la creación de lo que llamas tercera inteligencia o campo relacional?
–Nuestra conciencia y nuestra inteligencia abarcan mucho más que nuestra "sabiduría" individual. Nuestra cultura, nuestros sistemas de pertenencia: la familia, las creencias religiosas, etc, son un campo que nutre nuestra mente inconsciente. Hay una inteligencia mucho mayor que la que pueda tener cada persona, y proviene de nuestros ancestros, del mundo que nos rodea. Es algo que nos ayuda a dar lo mejor. Podemos llamarlo Dios como hacen las religiones; inconsciente colectivo, como proponía Carl G. Jung; justicia universal o solidaridad planetaria si usamos términos más éticos; trance, en el contexto de una curación chamánica; inocencia, cuando observamos la sabia pureza de un niño... Para mí se trata de algo vivo que puede ayudarnos a que seamos más nosotros mismos. Pero no es una cosa que puede ser concretada. Cualquier acepción usada para definirla no es más que un poema que intenta reflejar una experiencia personal.

Me gusta decir a quienes me consultan que en el mundo existe una inteligencia mayor que la nuestra. Así defino el amor. Es un campo donde podemos manifestar esa ternura curativa. Está dentro de nosotros y alrededor nuestro, en nuestro entorno.

–En los cuentos de hadas se recrea ese campo desde tiempos inmemoriales. Es el Universo del "todo es posible"...
–Sí. Jung se refiere a eso cuando habla de los arquetipos como manifestaciones del inconsciente colectivo. También creía eso Erickson, el famoso psiquiatra con quien tuve la oportunidad de aprender. Milton Erickson solía decir: "El cliente tiene todos los recursos; nosotros, los terapeutas, únicamente creamos un espacio donde nuestro paciente puede hacer el trabajo". Creo que no hay mejor definición de lo que quiero explicar. Se trata de generar la posibilidad de crear ese lugar donde la persona puede hacer un trabajo que le sirve de ayuda.

En Oriente se está más habituado a permitir esa posibilidad; en cambio en Occidente el individualismo conduce a la persona a sufrir sola, en otras palabras, a sufrir menos eficazmente. En cierta ocasión un religioso me dijo: "No he elegido mi camino para sufrir más que los demás, sino para hacerlo con más eficacia". Hemos olvidado que el contacto con los otros es curativo.

–¿Cuál es el camino más eficaz para superar el malestar?
–Hay tres principios que se entrelazan y que merece la pena aplicar. El primero es buscar una alianza con lo que está apareciendo (el síntoma) y darle cobijo, apadrinarlo. El segundo principio es buscar un aspecto complementario de eso: lo que la persona que sufre olvidó o sencillamente no ve. Así se da lugar al tercer principio: desarrollar una inteligencia relacional que pueda abarcar y mediar entre las otras dos. La meditación, el trance hipnótico y otras actividades facilitan ese tipo de enfoque. Así se busca la alineación entre las tres inteligencias. Lo curativo es la integración entre ellas. Hoy en día se conoce este estado como flow, fluir. Algunos filósofos más tradicionales se refieren a eso como una experiencia numinosa.

–¿Se trataría de estados próximos al trance?
–De algún modo vivimos en cierto estado de "trance", aunque eso no significa que se trate de un trance deseable. Hay que trabajar para salir de lo que llamo nuestros "estados alterados negativos de conciencia", sobre todo si esa percepción parcial o distorsionada de la realidad nos maltrata a nosotras mismos.

–¿Y cuál sería tu respuesta a la pregunta más difícil?
–Amor, amor. Ésa es la respuesta.