Imaginemos una historia de amor bonita como otra cualquiera. Digamos que se llaman Ana y Carlos, y tienen una relación estupenda que dura ya varios años. Dos personas compatibles que se aman y se desean, que disfrutan estando juntas, que se cuidan y acompañan en la vida. Una pareja emocionante y sincera que se proyecta en el tiempo paseando, ancianos y cogidos de la mano, como en nuestras mejores ensoñaciones.
Sumemos un elemento. Digamos que aparece Pol, un hombre simpático y amable, divertido y cuidadoso, que entra a formar parte del equipo de trabajo de Ana. Sin apenas darse cuenta, se vuelven inseparables. Se dan apoyo en un entorno laboral muy exigente y ese acompañamiento se va haciendo extensible a su vida personal, a su mundo emocional.
No hace falta ni siquiera añadir sexo a la historia, pues al fin la corporalidad es lo de menos. Lo trascendente, lo conmovedor, es que un día Ana se da cuenta de que está enamorada de Pol
El llamado triángulo amoroso es una situación recurrente en nuestras producciones culturales bajo los supuestos de infidelidad, traición, corazones rotos, elección, culpa y dolor. Y, sin embargo, el amor es la mejor expresión de nosotros mismos. Enamorarnos y ser correspondidos nos llena de alegría y de luz, de optimismo, de autoestima, nos conecta con el mundo, nos hace más grandes, más generosos, más humanos. Nos hace mejores.
¿Cómo puede ser, entonces, que amar más nos lleve al desastre y nos hunda en el dolor?
La monogamia... y otras formas de amar
El amor es un sentimiento común al ser humano, pero la manera en que se materializa es cultural y temporal. Como explica Eva Illouz en su magnífico ensayo Por qué duele el amor, la forma contemporánea occidental de entender el amor nace de un contexto específico y no es inmutable, sino que varía en el tiempo.
Los amores hoy se construyen sobre la base de que tienen que ser exclusivos, únicos y eternos , para ser verdaderos, auténticos
A pesar de que la vida nos demuestra a cada paso que nuestra capacidad de amar no es finita, que no se agota con una sola persona, nuestros currículos amorosos están llenos de sustituciones, monogamias seriadas y corazones rotos. ¿Es posible otra manera de amarse?
Amores verdaderos
Imaginemos que Ana, Carlos y Pol deciden lanzarse al vacío y romper las dinámicas de sustitución. Ana y Pol iniciarán una historia de amor, y Ana y Carlos seguirán cultivando la suya. ¿Cómo pueden hacerlo para que todo el mundo se sienta querido, reconocido y respetado en sus necesidades?
Para no caer en la “siembra de cadáveres emocionales”, en el “usar y tirar” de los afectos, es necesario que los tres pongan en el centro el cuidado y el autocuidado. Que expresen sus sentimientos en un contexto de acogimiento emocional. Que puedan llorar si lo necesitan, reconocerse asustados si lo están, mostrarse en toda su vulnerabilidad sin miedo al rechazo ni la burla.
También Ana lo necesita, ya que puede culpabilizarse por fallarle al mito del amor. Necesitan marcarse los límites que puedan asumir e irlos revisando, pues a medida que experimenten se irán desplazando. También tienen que encontrar acuerdos para que esos límites respeten sus necesidades y responsabilizarse de cumplirlos.
Para que el amor libre no acabe teniendo mucho de libertad y poco de amor...
- Debemos comprometernos con las personas, con su bienestar. El amor es vincularnos, y el amor no-monógamo es vincularnos, aunque sea sin exclusividad.
- Es necesario, además, que no se tengan miedo y no se vean como enemigos bajo formas de celos, de rabia, de orgullo herido.
- Hay que tender puentes para lograrlo. Que se sientan reconocidos para que aprendan a caminar sin la muleta de la exclusividad.
Ana tiene que tenderlos para construir una red afectiva en la que Carlos y Pol no se enfrentan, sino que construyen juntos.
Sumarnos en lugar de restar
Que Ana ame a ambos no les resta amor, pues el amor no es un bien escaso hay suficiente para todo el mundo. Amar nos enseña a amar, nos hace seres más amantes y más amables. Los deseos de nuestras personas amadas ni nos sustituyen ni nos restan amor o deseo.
El amor es una energía renovable: hay para todo el mundo y amando se genera más amor
Al contrario, si el amor nos hace más felices, más alegres, más generosos, vivir entre personas enamoradas, incluso de manera múltiple, solo puede ser una experiencia de crecimiento, de felicidad. A partir de este término, una alumna de uno de mis talleres me propuso una palabra maravillosa para incorporar al vocabulario de las redes afectivas: felicidarse.
Sentirse feliz por la felicidad de los demás, por sus deseos, por formar parte de una red de amores, por saber que nuestras parejas siguen llenas de vida, que amarnos a nosotros no los encierra sino que los expande, no les resta sino que les suma.
Aventurarse con consciencia
La idea de relaciones no exclusivas es antigua: desde siempre se han dado estas situaciones, y con soluciones diversas. Ana podría dejar a Carlos, o acabar renunciando a Pol. O podría llevar una doble vida, mentir, engañar...
El camino que emprenden y recorren muchas personas a diario no es sencillo: no hay mapas trazados y el entorno suele ser muy crítico. Ana será hipersexualizada; sus amores, banalizados y sus vínculos, menospreciados. Carlos y Pol serán humillados y ridiculizados por “permitir” esta situación. Sin embargo, el salto al vacío que están dando nos concierne a todos.
Por amor, todos sufrimos y todos hacemos sufrir. Todos nos hemos desgarrado de celos pensando que es natural e inevitable, todos nos hemos visto asomados al abismo de la sustitución. Las formas nuevas de pensarnos no benefician solo a las relaciones no-monógamas, sino que abren perspectivas amorosas que se alimentan entre sí y nos ayudarán a amarnos más y de manera más bonita y consciente.
4 ideas para descubrirte sin fronteras impuestas
Tratar de vivir aparentando lo que no eras te ha llevado a vivir una mentira… Tú eres mucho más de lo que otros ven y de lo que quizás te has permitido a ti mismo ver
1. Disfruta de la sombra
Todos somos daños colaterales de la cultura del héroe. Porque sufrimos sus imposiciones y vivimos a su sombra. Pero la sombra solo es negativa si se anhela la solana. En sí misma, la sombra es un espacio en movimiento donde la vida se multiplica, se articula y se hace posible.
2. Explora las periferias
Los centros son autorreferentes, estériles. El centro es inmóvil; sin embargo, toda periferia es movimiento. Por ellas, como por las sombras, es donde circula la vida.
3. Cultiva la observación
El sol, el centro, los cuerpos sin mácula son una promesa de felicidad incumplida. Desalojar esa seguridad requiere cierto poder de observación… ¿Somos más felices corriendo tras la invulnerabilidad que construyendo un entorno que nos cuide?
4. Sana, cierra, cicatriza
La vida deja cicatrices que muestran que estuvimos, que fuimos, y que somos. Son el rastro de la herida sanada y el recuerdo de un proceso de sanación. Negarlas es negar la existencia misma; esconderlas es mentirle a la vida.