Normalmente quien suele dar la voz de alarma y sospechar que algo no va bien, y que un familiar se comporta de forma diferente, o que algo está cambiando… es la propia familia. Al principio, se suele minimizar: “Será cosa de la edad”, “es una mala racha y a ver si se centra”, etc. La negación respecto a un problema novedoso, junto a la inacción que suele presentarse al principio no ayudan.

Cuanto antes se acuda al médico, antes se hará su anamnesis (conjunto de datos que recogen su historial clínico para el diagnóstico), y por tanto, se empezará a paliar la sintomatología y estimular al paciente. Como familiares, el diagnóstico nos ayudará a entender el porqué de algunas conductas, evitando discusiones innecesarias respecto a sucesos pasados.

Los síntomas de los enfermos de alzhéimer

Tengamos presente antes de acercarnos a la lista que cada enfermo de alzhéimer es único y experimentará diversos síntomas a lo largo del proceso de su enfermedad, con gran variabilidad, incluso con grandes cambios en el mismo día.

Es importante tener presente que las alteraciones experimentadas por el paciente se deben a daños producidos en el cerebro, de hecho, es más que probable, que el daño cerebral pueda haber comenzado antes de detectarse los primeros síntomas.

Estas lesiones originarán diversos déficits o problemas que provocarán diversos síntomas, que se pueden agrupar en las siguientes áreas de la vida:

En el área cognitiva

Los problemas de memoria, falta de atención o un desorden estructural en el lenguaje, serían algunos ejemplos de afecciones en esta área más conocidos y reconocibles.

En el área psicológica

La persona afectada puede mostrar cambios en la personalidad, dificultades de relación social, apatía continuada, trastornos del sueño y comportamientos diferentes a los habituales.

En el área motriz

Puede presentar una progresiva incapacidad para realizar actividades de su rutina personal que antes sí era capaz de hacer, como vestirse, peinarse con soltura, asearse organizada y eficientemente, cocinar con lógica, etc.

¿Cuáles son las fases de la enfermedad?

Las dolencias y achaques no se producen de golpe, sino que se instalan de manera aleatoria y paulatina.

Podemos decir que dentro de la evolución de la enfermedad nos encontramos tres fases o etapas.

Estas etapas no siempre están claramente diferenciadas, debido al deterioro progresivo característico de la enfermedad. Para encuadrar a cada paciente en cada fase, se tendrá más en cuenta su estado general que los síntomas concretos.

Fase inicial

Es la fase en la que el enfermo todavía conserva cierta autonomía y puede valerse por sí mismo, sin nuestra ayuda asistencial.

En estos momentos, los familiares, llevados por sentimientos de pena o miedo, solemos responder de una forma sobreprotectora, evitando que el paciente realice actividades que todavía es capaz de realizar por sí mismo y que le son beneficiosas.

El objetivo más relevante en esta etapa reside entonces en fomentar su estimulación física y cognitiva, puesto que a día de hoy no hay cura para el alzhéimer.

Animar e incentivar contribuirá a ralentizar la evolución de la enfermedad.

Para la estimulación física puede ser positivo incentivar algunas actividades al aire libre y de forma muy respetuosa, lúdica y motivante, nunca imponiendo.

Para la estimulación cognitiva puede ser:

  • La repetición de listas de palabras.
  • El dialogar solicitando resúmenes de hechos acontecidos, de qué ha hecho en el día, o de las noticias del telediario.
  • Recitar retahílas de datos reconocidos como meses del año, los días de la semana, poemas, canciones famosas...
  • Jugar a las palabras encadenadas.
  • Escribir las direcciones y los teléfonos de algunos de sus familiares más cercanos.

Siempre que sea posible, aquí lo mejor es mantener a la persona en su habitual ambiente, con alguna vigilancia y supervisión.

Fase intermedia

En esta etapa, el afectado ya necesita de más colaboración y asistencia en sus quehaceres diarios, como vestirse, su aseo personal… Cada vez será más dependiente, no obstante, hay que intentar que nuestra ayuda sea la menor posible según las circunstancias.

No hagamos las cosas por él por sistema; podemos indicar la acción y que él la realice, o empezarla y que la acabe, que nos imite los gestos... Habrá que ir adaptando nuestra ayuda a cada evento, pues cada uno de ellos requerirá nuevas instrucciones o correcciones.

Fase avanzada

En este punto, prácticamente el paciente se encuentra inmóvil. Es tan dependiente que solo cabe plantear las soluciones más idóneas para la organización familiar sin dejar desprotegido al enfermo.

El ingreso en una residencia suele plantearse en esta fase.

¿Cómo enfrentarse al diagnóstico?

Tras el diagnóstico, no debemos proyectarnos en lejanos acontecimientos y ponernos a pensar cómo será la fase terminal.

Estar centrados en el único tiempo presente, es más beneficioso.

Mejor ir planificando poco a poco, de semana en semana, paulatinamente según surjan los problemas.

Estando en la tesitura del cuidador, le ayudará saber qué se va a encontrar, cómo evolucionará la enfermedad y cómo puede tratar a esta persona.

Todo ello sin menoscabo de buscar ayuda y apoyo profesional: en su médico, servicios sociales, asociaciones de autoayuda u otros profesionales que considere oportuno, que le permitan descargar una angustia innecesaria.