Thomas d’Ansembourg es uno de los divulgadores con más renombre internacional de la Comunicación No Violenta creada por su maestro Marshall Rosenberg. En su nueva obra, Del yo al nosotros. La interioridad ciudadana: lo mejor de uno mismo al servicio de los demás (Ed. Arpa), recoge historias auténticas de personas que han realizado un proceso de transformación personal pasando del individualista “yo” al generoso “nosotros”, que han logrado acabar con su malestar y, a la vez, beneficiar a la sociedad.

–¿Qué podemos aprender de estas historias reales?
–Que para recuperar el ‘nosotros’ debemos trabajar nuestra interioridad. Este libro recoge lo que he observado al acompañar a muchas personas en su proceso de transformación. He comprobado que, cuanto más se esfuerzan por comprender cómo sienten, por deshacerse de sus infiernos personales y por alinearse sobre su hilo rojo, más felices y en paz están –lo que es maravilloso– pero, además, en lugar de abrirse al narcisismo, más se abren al mundo y contribuyen a hacerlo mejor.

Por ejemplo, acompañé a una madre que había sufrido mucho en su infancia. Educaba a sus hijos pequeños como podía hasta que un día el dolor vivido cuando era pequeña regresó con tal fuerza que cayó en el alcoholismo para no sentirlo. Dejó de ocuparse de sus hijos, de cuidarlos, de cocinar para ellos… hasta que se dio cuenta de que había entrado en un proceso de autodestrucción. En terapia, al trabajar sobre sí misma, comprendió que estaba huyendo de una herida que había que sanar, aprendió a respetarse a sí misma y superó su alcoholismo. Su crecimiento personal supuso poner el “yo” al servicio del “nosotros familiar” porque pudo ocuparse mucho mejor de sus hijos.

“Vivimos en sociedades muy individualistas que nos llevan a sentir una rotunda división entre el ‘yo’ y el ‘tú’. Tanto es así que hemos olvidado el ‘nosotros’, a pesar de que el ‘nosotros’ resulta imprescindible para asegurar nuestra supervivencia y constituye nuestra mayor fuente de bienestar”.

–¿Cuando crecemos interiormente hacemos un bien social?
–Otro caso muy conmovedor fue el de Charlotte. Cuando llegó a mi consulta tenía 20 años y se había intentado suicidar dos veces. Estaba duramente dividida por el deseo de ser médico dentro de la ONG Médicos Sin fronteras para ayudar a los demás y la necesidad de convertirse en pintora. Quería ayudar a la gente pero también desarrollar su gran talento, y su lucha interna por tomar una decisión en un sentido o en otro era desgarrada. Veía incompatible hacer las dos cosas y estaba tan atrapada en un pensamiento binario –o soy una cosa o soy otra– que cayó en una depresión.

Cuando llegó a terapia, el acompañamiento consistió en honrar todas las partes de ella misma por igual: aquella que quería ser una gran artista y la que deseaba ayudar. Me decía: “Pero, Thomas, ¿cómo vamos a combinarlo todo?”. “No lo sabemos aún, pero tienes dos bellas partes en ti, la generosa y la talentosa que necesita crear. Aunque no sepamos aún cómo entrelazarlas, eso no significa que no venga a nosotros una solución o no la encontremos en algún momento”, le contestaba. Todo mi trabajo consistía en que Charlotte no colocara las cosas en una oposición total.

–¿Cómo resolvió su dilema?
–Finalmente se convirtió en arteterapeuta para niños y niñas. Trabaja en el sur de Bruselas poniendo su talento de artista al servicio de una causa social ayudando a niños y niñas que sufren hiperactividad y se calman con el arte. Charlotte es hoy una ciudadana que está en el lugar correcto porque ha trabajado para reconciliar en su interior las partes que estaban divididas. Los recursos aparecen si les dejamos espacio para ello.

“Nuestra sociedad no habla nunca de incomodidad, promueve el bienestar permanente y, si estás incómodo, compra algo... Sin embargo, la incomodidad es la verdadera llave de la transformación”.

–¿Qué podemos hacer para que estos recursos afloren?
–Lo que debería ser prioritario en nuestra vida es desarrollar la pulsión creativa que está en nuestro interior (ya sea en forma de pintura, música, canto, teatro, etc.), que es lo que nos hace sentir bien con nosotros mismos. Sin embargo ni la escuela ni la familia nos ayudan a ello. Muchos drogadictos –y he acompañado a muchos– se refugian en la droga para compensar lo que no encuentran fuera de ella precisamente porque no están alineados con su pulsión creativa –fuente de vida– y sienten que nada les motiva.

–¿Estos procesos de transformación tienen etapas comunes?
–Aunque cada camino es personal, hay puntos en común. Como el hecho de sentarse regularmente con uno mismo en silencio, ya sea solo o acompañado, para sumergirse en el interior de nosotros mismos. A mí el silencio y la Comunicación No Violenta (CNV) me han permitido comprender lo que ocurría en mi interior; y lo que me ha servido a mí es lo que enseño. En este viaje también es importante aceptar la incomodidad, que aparecerá en distintos momentos a lo largo de este proceso de autoconocimiento, pero que es una incomodidad necesaria para llegar a otro estadio de conciencia.

–¿Qué preguntas nos ayudarán a realizar este proceso de transformación?
–La pregunta principal a responder es: “¿Quién soy?” Debemos comprender quién se esconde detrás del personaje construido por mamá y papá, por la educación recibida y el contexto cultural y religioso. Este personaje, que nos ha ayudado, llega un momento en la vida que nos termina por ahogar. La máscara del personaje nos impide respirar, pero somos incapaces de quitárnosla. La pregunta “¿quién soy?” no se puede responder desde la mente ni desde la voluntad, se trata de sentir cuál es nuestra verdadera esencia, algo en lo que la CNV nos ayuda porque invita a plantearnos: “¿Qué siento?, ¿cuáles son los sentimientos agradables que tengo?, ¿cuáles son los sentimientos desagradables que me invaden?, ¿qué dicen unos y otros de mí?”. Este trabajo de discernimiento nos llevará a colocarnos sobre nuestro hilo rojo.

Cuando estamos viviendo sobre nuestro hilo rojo, nos embarga la felicidad, la generosidad, la solidaridad y la creatividad. Mientras que cuando nos alejamos de él, nos invade la infelicidad, el egoísmo y la agresividad. Si siento que mi vida está en expansión, si me encuentro en un estado de apertura, vivo desde mi hilo rojo. Si por el contrario siento que mi vida está contraída, llena de miedos, ansiedad y desconfianza, entonces me estoy alejando de él.

–Usted dice que la violencia que ejercemos sobre nosotros mismos se refleja sobre los demás...
–Así es. Cuando rechazo una parte de mí o no la quiero ver –por tanto, la trato con violencia– también rechazo al otro cuando me recuerda que está ahí. Así, esta violencia que ejerzo sobre mí se manifiesta sobre el otro. El otro solo me hace de espejo. La CNV nos invita a observar sistemáticamente nuestras reacciones para comprenderlas y asumir la responsabilidad sobre ellas. Enseña a dejar de atribuir al otro lo que nos pertenece. El enfado que tenemos con el otro solo habla de nosotros. Podemos pensar, por ejemplo: “Nunca me ayuda, solo piensa en él”.

Pero tal vez nosotros nunca le hemos pedido ayuda directamente porque creemos que debe adivinar lo que necesitamos. Son reacciones de niño que exige que los demás se hagan cargo de él. Como adultos, debemos realizar demandas claras. El 90% de las iras que diriges contra los demás, si las trabajas, te darás cuenta de que sobre todo están relacionadas con lo que tú haces. Los líderes de las empresas se enfadan con su equipo porque no alcanza los objetivos; pero cuando trabajamos con ellos, vemos que la mayoría está exigiendo resultados poco realistas. Otras veces, los líderes funcionan como si estuvieran solos, olvidando que su equipo tiene necesidad de integrar el ritmo.

–¿Cómo podemos abandonar ese camino tan tóxico?
–A través de la interioridad ciudadana. Constituye un espacio de reflexión interior en el cual aprendemos a cuestionar nuestras creencias y punto de vista. Comprendemos que el otro, aunque piense diferente y desde otros valores, también puede tener razón. Se trata de observar más con el corazón. Y, al abrazar el silencio y mirar hacia nuestro interior, conectamos con la sabiduría interior de la que hablan todas las religiones de la humanidad. La salud del mundo depende de este desarrollo de la conciencia individual porque cuando nos apaciguamos, este espacio pacífico se contagia y se multiplica, algo que necesitamos fomentar con urgencia para parar el comportamiento suicida de la sociedad actual. Todo el mundo sabe lo que hay que hacer para evitar los desastres ecológicos y climáticos pero nadie hace nada y nos dejamos llevar.

–¿Qué es lo más difícil del proceso?
–Visitar partes de uno mismo que no nos gustan, realizar duelos de cosas que ya no viviremos ni realizaremos nunca más –algo que tampoco resulta agradable–, expresar rabia y enfados de manera constructiva, aprender a decir “no” sin resultar agresivo (así como acoger el ‘no ’de los demás) y entender y escuchar el enfado del otro. Hay que aprender a aceptar el rechazo de los demás e ir contracorriente para ser coherentes con nosotros mismos: aceptar las críticas y el rechazo es el precio de ser libre. Si queremos gustar a todo el mundo, somos prisioneros de nuestra imagen y eso no nos hará felices.

“Si tengo recuerdos que no quiero revivir, vivencias de las cuales he rechazado hacer el duelo y, de repente, alguien las activa, voy a enfadarme con el otro por activar este dolor cuando, en realidad, soy yo quien tiene la necesidad de limpiar esta ira interior”.

–Habla de la necesidad de parar…
–Hacer muchas cosas es la trampa para no estar con nosotros mismos, ni vivir. Existe una gran insatisfacción profunda, mal humor, negatividad y falta de energía que denotan que no estamos en el buen camino. Nos estamos alejando de nuestra esencia, alegre y generosa por naturaleza. Para transformarnos hace falta tener el coraje de soltar aquello a lo que nos agarramos, ya sean creencias o personalidad, cuestionar nuestra verdad.

–¿Somos capaces de cambiar?
–Disponemos de infinitos recursos internos para transformarnos, muchos más de los que imaginamos. En nuestro interior se esconde un enorme poder de transformación que menospreciamos por la educación recibida y por desconfiar de la vida. Sin embargo, confiar en que la vida nos cuida resulta muy transformador.
En mis conferencias suelo explicar que nosotros estamos agarrados a una pequeña rama, a nuestras certezas, mientras la vida fluye y empuja hacia otro lado. Pero seguimos ahí, quejándonos de lo dura que es la vida, del esfuerzo que requiere vivir... cuando lo único que necesitamos es soltarnos y fluir para ser llevados por la fuerza de la vida.